Por los viejos tiempos
Entonces reconocí la mirada de la fotografía. Esa mirada doliente, inconfundible, azul y verde. Todo el resto de su cara había cambiado por obra y gracia del bisturí incógnito. Pero yo no le delaté. Seguí mirando fotos en la comisaría. Pensé que se lo debía por todo lo que fuimos el uno para el otro.
©Teresa Pacheco Iniesta
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