Olvido
Olvido es una mujer muy bella, pero nunca había reparado en tal cosa. Al contrario de lo que les pasa a otras muchas, que se creen hermosas sin serlo. El nombre de Olvido, que es también precioso, fue en su caso como una premonición o una advertencia. Se quedó sola después de pasar años cuidando a sus padres y a sus hermanos pequeños, que volaron del nido sin contemplaciones en cuanto pudieron.
Justo después de enterrar al último muerto del pueblo perdido en la sierra, se subió a un coche de línea al que llamaban "la Golondrina", porque podía marcharse bien lejos, con una maleta pequeña y se alejó de aquel cementerio donde había estado más cautiva que viviendo. Bajó del autocar viejo y maltrecho, cansada después de horas con paradas en mil pueblos. Allí esperaba impaciente con un ramo de treinta rosas rojas y todo el pelo blanco, su gran secreto. Se abrazaron un rato muy largo, porque nunca se habían tocado más que las puntas de los dedos en el intercambio de cartas y paquetes con encargos diversos. Luego salieron de la estación cogidos del brazo, felices después de treinta años viéndose en sueños y una vez por semana cuando él cruzaba el pueblo conduciendo ese mismo coche de línea y paraba cinco minutos escasos. Ahora ya está jubilado y Olvido ha regresado a la vida, que dejó pendiente todos estos años.
©Teresa Pacheco Iniesta
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