Había determinados juegos que se practicaban en situaciones concretas en que se reunía gran cantidad de gente. Este del hortelanillo (nº 76 del Folcolore infantil de Las Pedroñeras) era uno de ellos, propio de matanzas y atorgos.
Huelga decir que se trata de un juego o diversión perdida para el pueblo, una vez que desaparecieron los contextos que amparaban su conservación. Es más, creo que son ya pocos los que lo recuerdan, pero no es otro mi principal afán en este sentido el dejar constancia de su desarrollo. Formó parte de nuestro folclore, y, por tanto, de nuestra historia, durante muchos años. Estas estrofas de las que un día me informó mi amigo José Mª Araque son las únicas que tengo referentes a este juego. Hubo de tener una extensión mayor, pero no he logrado documentarlo en otras zonas.
El juego:
Como digo, era muy común en las matanzas del cerdo para amenizar el día. Un mayor tomaba una guitarra y, con cierta melodía, les cantaba a los niños que por allí andaban jugueteando. Cuando el cantor llegaba a esa parte en que se dice "y luego a dormir", los niños se tumbaban rápidamente en el suelo y cerraban los ojos. La guitarra, entonces, dejaba de sonar. Pero pronto comenzaba su música a llenar el ambiente y en el momento en que esto ocurría, los niños se lavantaban súbitamente.
El
hortelanillo
que
siembra sus habas:
primero
unas pocas
y
luego otras pocas;
y
luego a dormir.
Tamién las sembraba asina
ay asina asina y así.
El hortelanillo
que pone cebollas
y luego las vende
a dos perras gordas;
y luego a dormir.
El hortelanillo,
que siembra patatas,
son a real y medio,
tampoco son caras,
y cuenta el dinero
y no ha juntao nada;
y luego a dormir.
El hortelanillo,
con los pies mojados
dice a su mujer:
“Esto se ha acabado”;
y ella le responde
con mucha razón:
“Si no quieres huerta,
métete a pastor”.
ÁCS
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