ENTERRAMIENTOS VISIGODOS EN BELMONTE
I CONCRESO DE CASTILLA LA MANCHA
Año 1987
Extracto del artículo publicado
por María de los Ángeles Sepúlveda González
A
unos 3 KM. Al SO. De Belmonte (Cuenca), se descubrió hace bastantes años una
tumba que por el ajuar que presentaba,
parece datar de la época Visigoda. El hallazgo se produjo, al rozar el arado la
cubierta de la sepultura, al quitar la piedra caliza, sin tallar y sin ninguna
inscripción, que se partió en dos, se vio que cubría una sepultura hecha con
grandes losas sueltas de la misma piedra, también sin tallar, que formaban un
rectángulo.
En
su interior había una cantarilla de
barro, que el labrador entregó rota al propietario de la tierra, comunicándole
el hallazgo al que no se le dio demasiada importancia, la tumba fue excavada
sin el debido rigor científico, aunque lo hicieron con cuidado. Del cadáver,
que debía haber estado tumbado boca arriba, parece que solo quedaba la silueta,
de unos centímetros de espesor, y algunos fragmentos de huesos convertidos en
parte en cal.
Junto
a su cabeza apareció un pendiente incompleto, consistente en un aro de bronce
con cuentas de vidrio, el otro estaba a los pies, lo que les hizo preguntarse
si hubiese habido dos personas contrapuestas encerradas, aunque sólo se veía la
silueta de la cabeza de la primera. La tumba fue tapada, pero guardaron los
pendientes y la jarrita de barro.
Ésta
se encuentra en un suave declive del terreno y por la descripción del hallazgo
se puede deducir que la tumba presentaba unas características a las de
otras necrópolis comunes a la época
Visigoda. La forma de sepultura, hecha con varias losas de piedra: Una en al
cabecera, otra en los pies y una o varias
a cada lado, con otra encima tapando el rectángulo.
En
el caso de Belmonte las losas, no muy
gruesas, eran bastantes regulares, aunque no estaban talladas. Parece que los
laterales los formaba una sola piedra,
aunque en uno de ellos a los pies, se había añadido otra pequeña para completar
la longitud, se desconoce las medidas de esas piedras y del rectángulo formado,
así como la profundidad de la sepultura. Tampoco si en ella había restos de
madera o clavos, que evidenciaría que la inhumación se había efectuado en un
ataúd.
La
casi total desaparición del esqueleto y los fragmentos de hueso convertidos en
cal por un extremo, hicieron suponer a quienes les hallaron que le habría
echado cal viva encima, quizá a causa de una epidemia, procedimiento que se seguía empleando en el pueblo en la inhumación
de las monjas dominicas, enterradas junto a un pequeño cementerio junto al
convento. Aunque no hay que descartar que el esqueleto estuviera debajo de la
silueta de tierra que vieron y no tocaron sus descubridores, es bastante
frecuente encontrarlos en muy mal estado, de manera que a veces no quedan más
que algunos huesos sueltos, y esto se explica mejor aún en un terreno tan
calizo como el del término de Belmonte. La postura en que parece fue enterrada es también la más frecuente, como tampoco es
raro que se halle en una sepultura más de un cadáver, aunque no hay pruebas
suficientes de que esto ocurriera en Belmonte. La orientación de la tumba parece que era SE- NO y el cadáver tenía la
cabeza al NO, aunque también podría ser E-O con la cabeza, pues no se recuerda
con precisión al O.
Los
pendientes están incompletos: uno es un fragmento de aro de bronce (de 2 mm. de
grosor) por el que corre una cuenta de vidrio azul oscuro (10 mm. de diámetro
por 8 de grosor) con agujero demasiado grande (5mm. De diámetro) para el grosor
del aro. El otro mas completo, aunque roto también, está deformado y nos
muestra dos cuentas de vidrio también azules
una de 8x8 mm. De diámetro y la otra de 8x6, ambas de 3 mm. De
hueco) una más oscura que la otra.
Conserva el cierre: una pieza cilíndrica del mismo metal en un extremo del
pendiente (de 4 mm. De grosor por 10 de largo) en el que se introduce el otro
extremo de punta más fina (poco más de 1 mm. De grosor) Al romperse el aro no
se desenganchó sino que se partió, quizá por donde iba unido a la oreja, y el
extremo afilado se quedó dentro del otro extremo. La pieza cilíndrica conserva
restos de vidrio verdoso adheridos, lo que indica que iría cubierta por una
cuenta de vidrio, de tamaño y agujero mayor que las otras, como la que aparece
en el otro ejemplar, que si no fuera por las adherencias del vidrio en la pieza
cilíndrica encajaría en ella perfectamente. Actualmente una dela bolas, la más
esférica, más clara del color y menos porosa, se halla adherida al broche por
la tierra y está pegada, porque se partió en varios trozos cuando lavaron el pendiente para quitar la a tierra. Mediante los restos de los dos
pendientes podríamos reconstruir casi con toda certeza como eran: un aro de
bronce de unos 50 mm. de diámetro, que se cierra introduciendo un extremo en
una pieza cilíndrica en que termina el otro extremo, cubierto por una cuenta de
vidrio, y otras dos, al menos, que se desplazarían a lo largo del aro, separadas por dos
pequeñas anillas de bronce ( de 4 mm. De diámetro), también ensartadas, pegadas
al aro. El hecho de estar el broche con una cuenta hace suponer que los
pendientes se abrocharían delante.
Se
encontró también un pequeño fragmento de bronce, de 6 mm. De radio, que pudo
pertenecer a un botoncito.
La
pieza de cerámica encontrada es una vasija de doble asa, que mide 19 cts. de
altura y 22,5 cts., de circunferencia por la parte más ancha de la panza. El
solero es plano, de 5,2 cts. de diámetro. La boca circular, de 3,3 cts. de
diámetro y el grosor del barro en el borde es de 0,5 cts., Es una cerámica de
paredes fina, de buena factura y color rojizo que actualmente se encuentra
cubierta por una ligera capa de cal. Tiene también las asas separadas del
cuerpo.
Muchos años antes ya se había
encontrado una sepultura de las mismas características, hecha con cuatro losas
de piedra y una cubriéndola, en el otro extremo de la tierra. Entonces se le
comunicó al juez y al forense, que comprobaron la antigüedad del cadáver y enterraron al lado los huesos
que quedaban. También en aquella había
una jarrita de cerámica, que se rompió y nadie recogió.
También
encontraron una pequeña cubierta de sarcófago tallada a dos aguas partida en
dos, en la linde de una tierra cercana , más próxima al pueblo, que algún
labrador había sacado porque le
estorbara, aunque nada se sabe de esa tumba, ni su orientación, cestos que contenía etc. tampoco al dueño de la
tierra le han comunicado otros hallazgos, pero recuerda que hace muchos años se
sacaron de allí muchas piedras con las que se hizo un muro alrededor que hoy ha
desaparecido casi por completo.
La
pequeña cubierta de sarcófago que se encontró más cerca del pueblo, por el
tamaño debió pertenecer a la sepultura de un niño, a no ser que se trate de una
urna cineraria, está tallada a dos aguas por dentro y por fuera con un ángulo
de 90º por el exterior y algo más abierto por el interior. Su longitud es de 44
cts., teniendo por dentro excavado 30 cts. ,de altura mide 17 cts. La anchura
de la base es de 26 cts. teniendo 14 excavados. las dos vertientes no tienen el
mismo grosor, una de ellas mide 7 cts. Y la otra 9. está partida en dos y las
medidas varían según el lugar donde las tomemos pues por la blandura de la
piedra está más gastada por unos sitios que por otros.
No se puede afirmar con estos
hallazgos que se trata de testimonios de población en este lugar en la época
visigoda, con una posible datación de la sepultura en la primera mitad del
siglo VII, por la comparación de otras necrópolis, sin embargo es muy posible
que así sea.
Pedro
Vázquez Alcalde de Belmonte en 1579 en
la descripción de la villa a instancias
de Felipe II nos dice: “No hay rastro de
antigüedad demasiada, aunque se hallan por los campos enterramientos de moros”;
y en un despoblado, que está en esta villa media legua, al que llaman hoy los
aldeanos” La Torrecilla”, se hallaron arando, habrá ocho años, dos urnas llenas
de ceniza y carbones. Eran de barro, no tenían ninguna letra; dura una de ellas
hoy”.
No parece que pueda identificarse el
lugar de los enterramientos, con el de la “Torrecilla”, pues al que hoy se
denomina así está más al N., hacia el pueblo de
Monreal, sin embargo sí es posible que sepulturas como las descritas
sean los “ enterramientos de moros” que se hallaban por los campos en tiempos
del bachiller Pedro Vázquez. La existencia de población en esta zona la
confirmaría también el descubrimiento de un Crismón grabado en piedra, al
efectuar obras en al colegiata del siglo XV, que ha sido fechado en el siglo V.
BIbliografia:
I
Congreso de Historia del Señorío de Villena, Albacete 23-26 de
octubre de 1986
Miguel Ángel Vellisco Bueno
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