(Fotografía incluida en el libro de las fiestas de Las Pedroñeras del año 1973).
Repasando textos ya publicados en edición papel en mi Jardín de curiosidades sobre el ajo, continúo con las antiguas y modernas labores en el cultivo del ajo en Pedroñeras, de modo que si en entradas anteriores hablamos de la la preparación de la tierra, el esgorolle, la siembra, cavar ajos, la escarda y el espalote ahora toca ir a cogerlos, atarlos y traerlos a casa en el carro.
Coger ajos
A últimos de junio (para San Pedro) o primeros de julio, ya depende de cómo estén de curados, se comienzan a coger (hablo de ajo morado). Para ello, los ajos deben estar secos, pero no hasta el punto de que el rabo se rompa al cogerlos.
En los años de los que hablamos se cogían, se ataban y se traían al pueblo el mismo día. Para coger ajos se madrugaba, con el tiempo necesario para comenzar la labor al vese, es decir, con las primeras luces del alba. Los trabajadores se distribuían en la tierra por tajones o tramos, de modo que cada uno cogía los ajos de su propio tajón. Los ajos se iban arrancando por hilos con el arado común tirado por un par de mulas (se calculaba para cada yunta de mulas unas cinco o seis personas cogiendo) y se cogían en manojos, los cuales se iban dejando sobre la tierra para, después, atarlos en haces. Hasta el almuerzo se echaba a coger y a partir del almuerzo a atar. En época más cercana se arrancaban con el tractor, y hoy en día lo va haciendo una máquina que los coge y los deja atados en manojetes al mismo tiempo.
(Fotografía cedida por Rocío Navarro)
Antes se ataba normalmente por tríos. Dos personas, habitualmente de entre las mujeres y los chicos, iban colocando alternativamente los manojos sobre una tomiza de esparto dispuesta en el suelo, y un hombre se ocupaba de ir atándolos, pisando bien las ricias y tirando de la cordeta para que el haz (de entre 15 y 20 kilos) quedase bien sujeto y no se escabezasen los ajos. Cuando una cabeza se caía se procuraba meterla entre el haz. Por último, los haces se iban colocando ordenadamente por reos (hileras en altura) dentro del carro o galera y eran llevados al final de la mañana a casa.
En dos o tres mañanas se terminaban las tareas de recogida del ajo. Hay que recordar que la cosecha quedaba reducida a unos 1.000 o 2.000 kilos después de secos, pues tan sólo se ponían, como recordamos arriba, entre un almud o una fanega de tierra por familia, es decir, más o menos entre 100 y 250 horcas. Los ajos eran coloraos (morados) y sólo se sembraban algunos blancos del terreno (de cabeza más pequeña que el ajo blanco actual).
Una vez bajados del carro con tiento, los ajos se dejaban secar en los patios, los corrales, la puerta de la casa o los rastrojos y eras durante quince o veinte días.
[Texto extraído de mi Jardín de curiosidades sobre el ajo. El ajo en la comarca de Las Pedroñeras]
©Ángel Carrasco Sotos
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