La batalla de Belmonte y Francisquete "el tío Camuñas" - Un episodio de la Guerra de la Independencia en nuestra comarca | Las Pedroñeras

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lunes, 14 de abril de 2014

La batalla de Belmonte y Francisquete "el tío Camuñas" - Un episodio de la Guerra de la Independencia en nuestra comarca



por Miguel Ángel Vellisco Bueno



Uno de los guerrilleros de la Mancha, que merece especial mención, fue D. Francisco Sánchez (Francisquete), nacido en Camuñas, provincia de Toledo.

Tras la invasión Francesa, Francisquete y su hermano  salieron en campaña contra los imperiales.

En una de las acciones se vieron obligados a refugiarse en Camuñas; perseguidos por los franceses, y se encerraron en su casa. El Francisquete pudo salvarse, pero su hermano fue hecho prisionero y colgado de las aspas de un molino, hasta que se produjo su muerte.




Francisco, al saberlo, juró sobre el cadáver de su hermano vengar su muerte. Recorrió los pueblos, llamó en su auxilio a algunos amigos, y bien pronto pudo formar una partida de 30 hombres con los que comenzó contra los franceses una  guerra terrible y sangrienta sin cuartel.

Su zona de acción comprendía la carretera de Andalucía, entre Madrilejos y Despeñaperros, persiguiendo de manera tenaz a los correos franceses y apoderándose de varios pliegos que iban con destino al rey José.

Aprehendió también muchos convoyes de pólvora, tabaco y sal, debiendo añadirse como acción importante los 30 toros que robó a los franceses y que estos habían dispuesto para que fuesen corridos en Toledo por toreros españoles el día de Santiago, patrón de España. Dichos toros fueron lidiados este mismo día en Ajofrín por los hombres del Francisquete.

La ligereza de los caballos de los guerrilleros les permitía moverse con rapidez increíble y caer sobre los franceses cuando y donde menos lo esperaban, produciendo en cada encuentro un número extraordinario de franceses muertos.

El 24 de mayo de 1811, Francisco Sánchez, Francisquete,  asaltó con su partida una columna  francesa compuesta de 400 infantes, algunos caballos y un cañón de campaña. Furiosos los imperiales con esta derrota, penetraron en la villa de Alcázar de San Juan, mataron a varios vecinos, se entregaron al saqueo, pretendiendo vengarse así en una población indefensa, por medio del asesinato y del robo.

No satisfechos todavía, pusieron en movimiento varias columnas para perseguir a su temible enemigo, D. Francisco Sánchez, con tal insistencia que, a pesar de su gran conocimiento del terreno y del valor y pericia de sus guerrilleros, la lucha se iba haciendo cada día más difícil, pues en cada uno de  los combates que se veía obligado a sostener perdía el Francisquete nuevos hombres.

El 25 de mayo se refugia en las Pedroñeras, donde es socorrido por sus habitantes, e informado de la situación del enemigo que le persigue.

El 13 de julio una fuerte columna enviada por el general francés Bassecourt avanza sobre Villarrobledo, el Tomelloso, Pedroñeras y Mota del cuervo, mientras otras dos columnas vienen desde Tarancón y Quintanar.

El 9 de julio, en Pedroñeras, saquearon el lugar, y mataron a un labrador indefenso.



Tumba del tío Camuñas en la colegiata de Belmonte


Llegó el fatal mes de noviembre; el invierno, cruel y riguroso, tendió su frío manto sobre la guerrilla del Francisquete, que apenas podían resistir la tenaz persecución de que eran víctimas, teniendo casi agotadas sus municiones, a lo que había que añadir la aparición del hambre y  la inclemencia del tiempo. El día 11 del citado mes, entró D. Francisco Sánchez con los restos de su partida en Belmonte, buscando tras  sus murallas el descanso y la ayuda, que tanto necesitaban sus fatigados guerrilleros, de un heroico vecino de Belmonte: Don Salvador Sabater.

Ignórase si vendido, o si por casualidad, supieron los franceses que el Francisquete se hallaba en Belmonte, y avisándose unos destacamentos a otros, rodearon la villa, conminándole a su entrega el general D’Armagnac, jefe de la columna llegada de Tarancón.

¡Rendirse D. Francisco Sánchez, el héroe de la Mancha! ¡Y rendirse a los enemigos de su patria, a los asesinos de su hermano, a los que tantas veces había derrotado! ¡Qué locura!

Antes de comenzar una lucha, a cuyo término estaba la muerte, Francisquete reunió a los pocos hombres que le quedaban, y con voz lenta y grave, pero serena y firme, les dijo:

— ¡Compañeros, estamos cercados!
—Lo sabemos, —contestaron ellos.
—Muy bien; pero es preciso que sepáis también que nos han intimado la rendición.
- ¿Qué?—preguntaron varios.
—Que si hay alguno de vosotros que quiera rendirse, esperando con la rendición salvar su vida, que lo diga, pues no es justo que pelee a la fuerza.
— ¿Qué piensa V. hacer?—le preguntó el segundo jefe de la partida.
—Yo, es diferente; primero, que ellos asesinaron a mi hermano después de rendido, y lo que hicieron ayer eso mismo harán hoy; segundo, que yo soy vuestro jefe, un jefe que elegisteis voluntariamente, y que hoy, en este trance supremo, abandona todo su poder y os devuelve vuestra libertad.
—Lo que sea de V. será de nosotros...—añadió el segundo de la partida.
— ¿No es verdad, muchachos?
—Sí, sí, —respondieron todos.
En vida o en muerte queremos seguir a V. Juntos hemos salido a pelear, juntos hemos vencido a los franceses muchas veces y juntos queremos morir...
—Eso...
—Hable V., ordene y será obedecido.
— ¿Es esa vuestra última determinación?
—Sí, —contestaron todos a una.
—Pues bien, mi resolución está tomada; rendirnos equivaldría a morir sin gloria para nosotros y sin ventaja para la patria, a cuya defensa nos hemos consagrado. Moriremos, pero moriremos matando, y al menos esos enemigos menos tendrán nuestras familias, nuestros amigos, nuestra querida España. Y para que el número de nuestras víctimas sea mayor vamos a elegir las mejores posiciones, vamos a economizar las municiones, vamos a no disparar si no a tiro seguro, vamos, en fin, a jugar caras nuestras vidas y a mostrar ä esos miserables lo que valen los hijos de España.

Los guerrilleros fueron colocados por Francisquete en la muralla, en los torreones del castillo de Belmonte, en las casas, y comenzó con la aurora uno de esos combates sangrientos que apenas se conciben.

Algunos habitantes de Belmonte, espantados, se encerraron en sus casas, Otros, más resueltos, ayudaron a nuestros amigos en su lucha contra los imperiales.

Los guerrilleros de D. Francisco Sánchez y sus aliados Belmonteños sabían que no debían esperar cuartel, conocían la suerte que los aguardaba y luchaban como leones.

Francisquete, sereno y valiente, acudía a todos lados y en todas partes se hallaba. No necesitaba animar a los suyos. ¿Para qué? Eran españoles, se trataba de combatir a los franceses, y esto bastaba.

Asaltaron los imperiales la muralla y aunque mataron muchos los guerrilleros, eran los enemigos tantos, tantos, y su artillería tan poderosa, que al fin se hicieron dueños de ella y del castillo.

Toda la defensa se concentró en la villa donde se luchaba calle por calle y por último en la plaza del Pilar. Ya sin munición, continuó la lucha con arma blanca, los guerrilleros habían echado mano a sus temibles navajas, y en su brazo izquierdo la oscura manta de cuadros, y manejando con la derecha el arma terrible, mantenían a raya a los imperiales.

Cada uno de los guerrilleros y sus aliados, se veía rodeado por un círculo de enemigos que esgrimían en su contra las bayonetas y le disparaban los fusiles a boca de jarro, sin que aquellos hombres, acribillados de heridas, pensaran en ceder.

Luchaban a brazo partido con los imperiales y hundían sus afiladas navajas en el cuerpo de un contrario hasta caer muertos.

PLAZA DEL PILAR
PUBLICADO EN LA REVISTA LA ESFERA EL 28 DE ABRIL DE 1928

El Francisquete se halló rodeado de enemigos. Aquella lucha no podía ser duradera, y no lo fue. A la voz de un capitán francés sonó una descarga, y Francisquete cayó atravesado el pecho por algunas balas enemigas, en un edificio próximo a la plaza del Pilar. Preso, y con él los escasos guerrilleros que habían logrado sobrevivir a aquella sangrienta hecatombe, los franceses festejaron su triunfo con grandes muestras de contento.


El 13 de noviembre de 1811, El Francisquete y los componentes apresados de su partida fueron fusilados por los franceses  en la muralla de la Troneda, detrás del  convento de la monjas dominicas. Su último grito, grito en que iba toda su alma, fue un entusiasta ¡viva España!, que repitieron sus guerrilleros y que los franceses ahogaron con el estruendo de las descargas y el redoble de los tambores.

Una vez muerto, los imperiales pisotearon el cadáver del intrépido guerrillero.

Por mandato del general francés, fue enterrado en la Colegiata, se puede ver la lápida de su sepultura en el centro del templo.

Partida de defunción del Francisquete

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Aún existe una cruz de piedra, hoy en día olvidada, en el cementerio municipal como recuerdo y homenaje  de estos hechos.


Busto conmemorativo en su pueblo toledano de Camuñas



Bibliografia:

-Los guerrilleros de 1808 de E.Rodriguez Sólís  1887.
-Centro Superior de Estudios de la Defensa (CESEDEN).
-Museo iconográfico Histórico del centenario de la Constitución de 1812 y Guerra de la Independencia de la Nación Española, 1912
-Gaceta del gobierno de Mexico
-Archivo de la Iglesia de Camuñas.
-Archivo de la la Colegiata de Belmonte.


©Miguel Ángel Vellisco Bueno

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