Decíamos ayer que el cuento publicado en 1882 por Pedro Escamilla titulado "Los ajos de Pedroñeras. Historia que parece cuento" tenía sus antecedentes en un relato recogido en Las mil y una noches (s. IX), y que, a la vez, había sido popularizado en diversas versiones recogidas en compendios cuentísticos de nuestros dorados siglos. Si pretender ser exhaustivo en ningún caso y traer por aquí todas las versiones publicadas -más que nada porque no las conozco-, sí me gustaría dejar una muestra de cómo tal cuento se divulgó en variantes durante está luminosa época, sobre lo que nos pone en la pista José Fradejas en su Más de mil y un cuentos. He aquí, por tanto, una pareja de versiones del relato. Desde luego, aconsejo leer primero el cuento sobre nuestros ajos (pulsad en las palabras remarcadas en azul de arriba) más que nada para que no pierda su gracia, y luego hincarle el diente a esta entrada. No dejan de ser curiosas las distintas versiones que probablemente servirían a Escamilla de referencia. Empiezo.
En el Libro de chistes, de Luis de Pinedo, de mediados del siglo XVI, se recoge así:
"Ítem de otra que soñó que hallaba un tesoro en Sevilla a la Puerta de la Aceite. Fue y cavó, y visto por su vecino le dijo: "No busques, que yo he soñado en Mérida, en una huerta, en la pared, hallaba una cabra de piedra y debajo de ella un tesoro". Oído esto, el que primero cavaba fue a su huerta y halló el tesoro de bajo la cabra".
La siguiente versión, aunque anterior a la de Pinedo, es esta publicada por Lope García de Salazar en su libro de finales del siglo XV Istoria de las Bienandanças e fortunas.
"Pico de Casio, que moraba cabe la Peña e Castillo, que era un buen hombre, ganador que falló mucho oro e plata so la tierra, en un sepulcro, por grande ventura en esta manera:
Que al tiempo que España fue conquistada de los moros fuyeron los cristianos a las montañas, vino un obispo de Granada a tierra de Santander, que trajo mucho oro e plata, e soterrrolo allí, acerca donde agora es Santander, que entonces no era poblada, e porque morió sin confesión quedose allí como perdido porque no lo sabía ninguno sino un esclavo que gelo ayudó meter allí. E cuando [el obispo] morió fuese [el esclavo] a Castilla, e hobo fijos de uno en otro, en los cuales quedó la memoria de aquel algo soterrado.
Aquel Pico de Casio soñó en que a la puerta de Triana, de Sevilla, fallaba mucho algo que se fue para allá. E llegando a Sevilla, e parándose a la puerta de Triana de Sevilla, púsose sentado, e cansado del trabajo del camino, e ya enojado vino un esclavo moro que iba a labrar, e díjole que de dónde era, e díjole que de Santander, e díjole:
-Cristiano, si me quisieres sacar de cativo, porque me vaya a Granada, yo te mostraré cómo falles oro e plata cuanto quieras.
E hobieron su convención, e juró de sacar e aderezar si lo fallase; e gelo dijo, sepultado entre dos piedras.
E con ello casó dos fijas, la una con este de Escalante, e la otra con el de Caballos, por donde fueron ricos. E fue a Sevilla, e quitó el moro, e enviolo mucho guarnido a su casa".
Fradejas cita otras referencias en donde podemos encontrar versiones de nuestro cuento, y comprobar cómo evoluciona a lo largo del tiempo y la geografía española (op. cit. p. 112). A este estudio remito. Lo particular del asunto es que don José Fradejas desconoce la de los ajos pedroñeros, y no es raro, al haber sido publicado tan solo en un periódico de época.
En fin, cosas curiosas de las que quería hablaros.
©Ángel Carrasco Sotos
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