por Fabián Castillo Molina
El libro más reciente publicado por Ángel
Carrasco Sotos, Basura Espacial. Microrrelatos Vesiculares (2014; 135 páginas), nos pone en las manos más de 100 microrrelatos escritos en otros tantos momentos de ánimo e inspiración, y dice él en una
nota final “fruto de mis insustanciales y anodinas obsesiones unos, desagüe de mis sueños otros, zampoña de mis
fracasos unos cuantos, un simple ejercicio de escritura los más”. Será
así si él lo dice.
Pero si atendemos a lo expuesto en la introducción de la obra, a las advertencias de estos más de cien ejercicios de
escritura y experimentos con el lenguaje y la imaginación, veremos que deja claro en lo que consiste este tipo de
literatura, hermana ¿menor? del relato breve, el cuento, la
poesía… En fin, vemos que se trata de una forma de narración concentrada, una manera más de
intentar comunicar algo importante o no, pero de manera esencial, buscando el núcleo, la condensación, y conseguirlo con el menor número de palabras posible. Difícil tarea
pero emocionante y digna de admiración cuando se consigue.
En este breve libro, cómodo de leer, podemos encontrar dentro de ese amplio número historias, al menos diez como mínimo, a los que (puesto en esa tesitura) yo pondría también otro diez como nota, por considerar que
ha logrado lo que perseguía, contar una historia completa con mucho
contenido con un mínimo de palabras, con un final abierto y por tanto invitando al
lector a seguir la historia o desarrollarla según su
capacidad creativa. Así ocurre, a mi parecer, en los casos de “Simón y tu”, y en otros que
al finalizar su lectura hice la anotación “me lo quedo”, tal era el grado de satisfacción encontrada y el deseo de volver a leerlo y recomendarlo. Algo
parecido ocurre con “Mosca de amor” y con “Espectáculo” , del que al finalizar anoté “Este micro muy corto me gusta especialmente y sobre todo el final”.
Otros dos que me sorprendieron especialmente fueron “Unicornios”, y “Gotas”. Finalmente, para completar los
diez citados anoto “Incomunicación”, “Ellos” y “Vuelo”. Pero al repasar de nuevo los comentarios y anotaciones a pie de
lectura no me resisto a callar otros doce más que me
parece imprescindible resaltar: “Motonimia”, “Asesinatos perfectos”, “La nieve aquella” “Mis padres”, “Best Seller”, “Vida”, “Cigarro del otro lado”, “Virgen y Pudor”, “Narciso”, “Existencia”, “Despedida”, “Hormigas”. Todo ello sin menoscabo de los otros 78 que no cito, entre los que seguro que cada lector
encontrará los que para él son mejores que los enumerados en este
comentario de lector aficionado, que no de crítico literario.
Naturalmente, como
es lógico, en cien historias breves hay para todos los gustos y cada
uno encontrará
diez, veinte o cincuenta que le encanten o muchas más, pero en cualquier caso y de lo que no me cabe ninguna duda es de que un trabajo así
debe conocerse y especialmente, sobre todo, aquellos
que de vez en cuando se plantean la
posibilidad de hacer sus prácticas de escritura e imaginación y quieren verlas trasladadas al papel o a la pantalla.
Os animo a disfrutar de este nuevo libro que
puede leerse en distintos momentos sin romper ni cortar la trama, en una
espera, en un viaje, en momentos en los que nos gustaría estar en silencio sin que nadie nos interrumpa y cuando no se escucha
ni un rumor de la dichosa televisión.
Roma, 26 de octubre
de 2014
©Fabián Castillo Molina
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