por Fabián Castillo Molina
Aquel grupo de amigos habían hablado días atrás de ir a echar un boleo a la vereda como otros años. Quedaron para el sábado y cumplieron con su palabra. a media mañana estaban dispuestos a medirse las fuerzas y demostrar a los demás de lo que eran capaces. No contaban hasta el mismo instante de iniciar la partida, ni estaba previsto por ninguno, que esa competición fuera filmada por un aficionado a la cámara. Lo que no podía esperar ninguno de los participantes ni remotamente, era, que dicha competición pudiera ser vista 24 años después por todo el que quisiera, a través de los teléfonos móviles o internet, porque no existía por entonces ninguno de estos medios.
Los dos grupos que se formaron querían ser los ganadores, como en toda competición, cada uno aportaría lo mejor de sí mismo. El cámara no competía con nadie, ni nadie le había encargado aquel trabajo. La mañana era nublada y el aire puro de la vereda alimentaba los pulmones. Se estaba bien allí. Mientras los filmaba sentía que algo hermoso estaba ocurriendo y él estaba dejando constancia de ello. Lástima no tener más experiencia y mejores medios. En cualquier caso, algunos instantes memorables quedaron fijados para muchos años. El impulso y la fuerza de los brazos, manos y piernas de los deportistas quedó patente.
Su equilibrio. La decisión de poner toda la carne en el asador quedó patente.
Para que los jóvenes de ahora que no practiquen el boleo lo tengan en cuenta, ahí quedan las imágenes y especialmente como homenaje a todos los que participaron. Se omiten los nombres en esta edición, sobre todo para ofrecer la oportunidad a los espectadores de identificar a cada uno de los deportistas."
Boleadores en la Vereda from Fabian Castillo Molina on Vimeo.
El boleo, un deporte popular de Las Pedroñeras en los años 90
El llamado boleo tiene su verbo, bolear. En nuestro pueblo hubo un tiempo en el que había mucha afición por la práctica de este deporte popular. Reunía a un grupo de amigos que en muchos casos iniciaban la competición por un camino apenas salían del casco urbano, en horas o días de poco tránsito. Se trataba de compartir un rato, quizás una o dos horas, intentando demostrar el estado físico y la potencia y pericia que tenía cada uno para tirar las bolas. Nada que ver con el güá, el billar, o la petanca, salvo el uso de unas bolas, en cada caso de su tamaño y material.
El boleo era cosa de hombres. Cada uno empujaba la bola con su mayor potencia y equilibrio. Procuraba tirar para que no se saliera del camino y llegara lo más lejos posible, aunque a veces pegaba en una piedra, o en terreno blando y todo el esfuerzo se perdía. Hacían un recorrido silencioso, y solamente en el instante del lanzamiento y en momentos muy puntuales se les oía alguna exclamación o comentario. Recorrían un camino respirando aire puro, viendo el paisaje de toda su vida de manera tan natural y tan tranquila que daba gusto contemplar el grupo.
En estar breve muestra captada casi por casualidad en abril del 90, podemos ver algunos detalles y peculiaridades de este deporte pedroñero.
©Fabián Castillo Molina
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