Miguel Ángel Vellisco Bueno
VIAJE HISTÓRICO, GEOGRÁFICO, CIENTÍFICO, RECREATIVO Y PINTORESCO...POR UNA SOCIEDAD DE LITERATOS, 1872.
Los
protagonistas de La vuelta a España, son cuatro jóvenes amigos: Santiago Azahara,
hijo de un rico propietario de Aragón; Pablo Sacanell, catalán; Sebastián
Castro, hijo de un agricultor de Jerez; y Pedro Pavía, Gallego. Reunidos en un
café de Madrid preparan y emprenden un
viaje, con el fin de conocer España. Por
él camino en la provincia de Cuenca, se une a ellos el Sr. D. Cleto, que les
sirve de guía; en su viaje llegan hasta Belmonte:
Belmonte:
“He aquí una población que vive de recuerdos,
que más pertenece al pasado que al presente.
Así exclamó
D. Cleto al dar vista á la población de Belmonte.
Pues parece grande y con condiciones de vida propia.
Tiénelas efectivamente, pero la riqueza no está bien repartida,
hay pobreza y después el clima es muy duro también, y como consecuencia, lógica menos á propósito para
permitir ciertas faenas agrícolas.
Enemigos grandes son todos esos que Vs. enumera.
¿Y la instrucción como está?
Más descuidada que en otros
puntos donde hemos estado.
Otro mal de gran consideración.
Así es que la estadística criminal es mayor en este partido. Hay
mas indolencia, menos trabajo, y como consecuencia inmediatamente mas afición á
la taberna y al juego, de donde se
originan disputas que á veces producen malos resultados.
Es verdad.
Belmonte es Partido Judicial de entrada, Administración de Rentas
subalterna y de Correos, y esta pequeña parte oficial, por decirlo así, contribuye á prestarle alguna
animación.
¿Pues tan corto es su
vecindario, que no basta el mismo á animarlo?
Cuenta unas dos mil seiscientas almas.
¡Caramba! pues es bastante.
Pues a pasar de eso, hay mucho retraimiento, y Vds. notaran la diferencia.
Parece por su posición, por su aspecto mismo, que Belmonte participa
de la asistencia del pasado, que tiene
todavía los hábitos de otros tiempos.
Y tal vez de todos sus vicios
-añadió D. Cleto-.
Consecuencia lógica también de esa situación no hay adelanto sin
inconvenientes; si la existencia moderna
no tuviese más que ventajas, sería la vida de hoy un paraíso y los
ángeles; mas como así no puede ser, natural es que con la dulce gustemos
también algo de lo amargo
Tiene V. Razón Azahara, no crean Vds. Que yo trate de defender
sistemáticamente el pasado como muchas
personas que solo encuentran bueno aquello, y digno de vituperio lo presente.
Seria simplemente absurdo.
Como que he leído mucho, amigos míos, y tanto he visto, juzgo
desapasionadamente los tiempos que no he alcanzado y los en que vivo. Vicios
había en aquellos hijos de la falta de instrucción, vicios hay en estos á pesar
de estar mas adelantados.
Lo cual es de deplorar tanto en
uno como en otro tiempo.
Hablando de este modo fueron acercándose á la villa en la que penetraron por fin.
Belmonte, situada en el declive de dos
colinas que forman una especie de valle, esta combatida por todos vientos, posee un cielo
despejado y goza
de un clima saludable.
Unas quinientas casas aproximadamente constituyen la población, sin que tenga nada notable.
Más espaciosas unas, y reducidas otras, según las fortunas de sus
propietarios, ni las primeras admiran por sus condiciones arquitectónicas, ni
las otras inspiran repugnancia y aseo por su miseria.
Adviértase en estas la pobreza, el abandono, la indolencia de sus
habitantes; pero esto no es tanto como en los pueblos del interior
pertenecientes al mismo partido y que se hallan en terrenos mas quebrados.
Las calles son por lo regular desiguales y mal empedradas.
Dos plazas rodeadas de
soportales, tituladas Mayor y del Pilar, forman otros tantos centros de
población, teniendo además la villa varias plazuelas de menor importancia. En
la primera de aquellas está la casa de Ayuntamiento, edificio que nada tiene de
particular.
Parroquia antigua de la villa era San Bartolomé, pero en 1459 el
poderoso marqués de Villena, á cuyo señorío pertenecía aquella, erigióla en
colegiala por
ser ya el lugar insigne y populoso a la sazón.
Magnificas son las obras hechas en aquel templo por el opulento
magnate, obras que fueron encomendadas la los arquitectos vizcaínos Maquina y
Bonifacio Martín.
Adviértese desde luego que la obra debió prolongarse por mucho tiempo,
pues en su arquitectura se ven las huellas de dos épocas.
El ábside muestra todavía sus agudas ojivas y contrafuertes tan
característicos. Mientras que en las dos portadas se ve desde luego la
decadencia del arte gótico.
Sobre la principal está la estatua del titular, y tanto en la severidad que resplandece en ella,
cuanto por la claraboya en forma de estrella recortada, que se abre en el muro,
parecen ser de más antigüedad.
Lisa y cuadrada la torre, a excepción de unos pequeños Agimeces cuadrados, nada mas hay que la
revista de ese carácter monumental que se busca en determinadas construcciones.
Tres espaciosa naves constituyen el interior, las cuales están sostenidas por gruesos
pilares bocelados ceñidos á trechos por robustas anillas.
La Capilla Mayor ostenta su gallardía y gentileza dominándola de las
naves y atrayendo con justo motivo la
atención del viajero observador.
Altas y esbeltas ventanas primorosamente cubiertas de calados
arabescos dan paso a la luz; Las estatuas de D. Pedro Téllez Girón y D. Juan Fernández Pacheco,
padre y abuelo del Marqués que costeó
aquellas obras, juntamente con sus esposas, enciérranse en nichos de
bellísimo gusto gótico esmaltados de follaje.
La perfección con que están trabajando y el buen gusto que campea
en ellas, demuestra bien claro que son hechas en el siglo XV.
En la nave central que es algo más
elevada que las laterales, hallase
situado el coro cuya sillería de nogal es la primitiva que hubo en la catedral de Cuenca, contemplándose su trabajo al trasladarla al lugar en que se halla.
Primorosas entalladuras representando pasajes del Antiguo y Nuevo
Testamento, llaman la atención, deleitándose la vista con aquellas escenas
algo toscas es verdad, pero
representadas con encantadora sencillez.
Háyanse rodeadas las naves de multitud de capillas de fundaciones particulares cerradas con
verjas de hierro, construidas en su mayoría en al época del renacimiento de las
artes, campeando en ellas el buen gusto y la delicadeza del trabajo.
Entre estas, la que se haya la pila bautismal merece detener el paso
la mirada del artista y del literato.
En ella existen dos preciosos retablos, el uno gótico y el otro de la
época del renacimiento, ambos en toda la pureza de sus respectivas épocas y con
pinturas en completa armonía de ellos.
La pila bautismal también es digna de observación, leyéndose al rededor
de ella con carácter góticos: Aqua
lavit nos et redem...quoe in sanguine suo aqua benedicta sit.
Sobre el
sepulcro del canónigo D. Francisca
Dávila, autor de varias obras ascéticas
y teológicas, hay un bellísimo dístico latino que dice así:
Hic infans fuerat
vitali fonte renatus Hic situs, hic
surget quo redivivus ovet.
También
en la capilla de San Pedro y San Pablo, fundación de los Hinestrosa, vénse
dentro de nichos de muy delicado trabajo, ataúdes negros de madera con escudos
pintados en ellos.
El
pontífice Pío II erigió en Colegiata esta iglesia, según Bula de Diciembre de
1459, y por otra de Alejandro VI se concedió el patronato de ella a D. Diego
López Pacheco (Iv Señor de Belmonte y II Marqués de Villena).
Compónese
el Cabildo de un Prior, el Tesorero, tres Canónigos, un Racionero, un Medio
Racionero, y para el coro un Sochantre, Organista Pertiguero, cuatro acólitos
Salmistas, Sacristán, Campanero y Monaguillos.
En
su primitiva creación era mayor el número de Dignidades y Canónigos, pero quedó
posteriormente reducido a los que indicamos.
Creación
también del mismo Marqués, según su disposición testamentaria, fue un convento
de Franciscanos, en el cual había cátedras de Filosofía,
Teología y Moral, aumentándose posteriormente con dos de monjas y uno de
Jesuitas.
Del
mismo modo que el orgulloso magnate había aspirado á dotar á su villa natal de
un templo, tanto desde el punto de vista artístico cuanto por su dignidad, quiso también
fortalecer aquella población y edificar un alcázar que participara tanto de
fortaleza como de opulenta mansión feudal.
Para
eso entró en tratos con la villa haciendo que ella costease dos partes de la
muralla y la tercera con el castillo correría de su cuenta.
Conservase
todavía la muralla que apoyando, en el
castillo y partiendo de él desciende rodeando la población y cobijándola en su seno.
Robusto
el muro, fuertes los cubos que á trechos
resaltan de los lienzos, abiertos estos por los sitios donde existen las puertas,
sostienense todavía desafiando al tiempo y mostrando á la generación presente
las defensa- de las plazas en las
edades antiguas.
El castillo
de Belmonte ni tan bravío, ni tan altanero como otros que hemos visitado, mas
bien revela cierto buen gusto, cierta poesía, que no la aspereza ruda de la
morada de las gentes de guerra.
Su belicoso
objetivo está suavizado, por decirlo así, por la parte artística, de modo que
le curioso se deleita contemplando aquellos robustos torreones con modillones y
arquitos esculpidos y los restos de aquellas almenas que asemejan á un festón
con primorosas puntas caladas.
Hasta seis
llegan las colosales torres que constituyen los extremos de su hexágona planta.
De los
lienzos que las unen, tres son rectos y tres forman una especie de ángulo
dibujando una estrella.
Todavía
puede contemplarse los restos de sus almenas alrededor de la barbacana,
festonando los torreones exteriores y sobre la puerta de entrada.
Accesible
por todos los lados la eminencia sobre que está edificado el castillo, no
participa del carácter agreste de otros que sobre enriscados cerros no tienen
acceso más que por un punto determinado.
Tres
puertas facilitan la entrada á su
recinto, de la cuales hay dos tapiadas, quedando útil únicamente la que mira
hacia la parte de la villa.
Por una de
ellas dícese que salió una noche la hija del rey D. Enrique IV, llamada La
Beltraneja, juguete algún tiempo de las ambiciones de los Pachecos, pero no
podemos atinar en que se apoya esta
opinión, pues históricamente solo conocemos que estuviera en Buitrago, Madrid,
Escalona y Trujillo.
Al nivel de
los Adarves hallábanse las escaleras, de las que todavía subsisten
algunas, pudiendo jugar por la forma de
las Aspilleras, las que estaban destinadas par las Ballestas ó Arcabuces.
El viajero
puede todavía admirar la parte verdaderamente fortaleza mucho mejor
que lo que constituye la morada señorial.
Dos
torreones, de los que uno estaba destinado para prisión, flaquean la segunda
portada. Compónenla un arco rebajado dentro de otro tricurvo, á cuyos lados hay
dos genios con la leyenda: Una sin
par.
Esta puerta
facilita la entrada á un patio obstruido por los escombros, quedando todavía en
pié dos alas del pórtico de achatados arcos con algunos follajes, los cuales se
apoyan en los mismos pilares.
El pozo se
halla entre dos gruesas columnas perfectamente labradas, conservándose restos
de su gótico brocal.
Tristeza y
dolor causa contemplar las habitaciones bajas destruidas ó trocadas en
establos, pudiéndose apenas comprender lo que serían por los pequeños trozos de
pintura de sus techos y por las mutiladas labores de sus ventanas.
Airosa
galería debía levantarse sobre el pórtico, más hoy yace arruinada. Aquellas
cámaras donde tantas intrigas se tramaron, donde tan ambiciosos planes se
concibieron, están destruidas por completo, apenas si queda una chimenea, obra
de gran trabajo y de tamaño colosal
ornada arabescos.
El suelo
está embaldosado de pequeños azulejos blancos y oscuros, rica la artesonada
cúpula, encanta por lo primoroso de su trabajo aun cuando están deteriorados
sus colores y dorados, pero sobre todo lo que llama poderosamente la atención
son las dos ventanas que se abren en la estancia y cuyos tesoros apenas
pueden percibirse por la parte exterior.
Su ancho
alféizar y sus costados están cubiertos por una enramada espesa de
pámpanos y cardos, formando algunos
nichos en la parte inferior, asomando entre el confuso follaje, delicados
caprichos e fieras, aves, frailes y cazadores.
Toda su
belleza, toda su originalidad queda concentrada en el interior, pues por la
parte de afuera solo se percibe la reja de hierro que cubre el cuadro de las
artísticas ventanas.
Tras el
monumental castillo de Belmonte donde los escombros están hacinados, donde los
pocos techos que quedan amenazan con desplomarse y donde las aguas penetrando a
través de las grietas que por doquier se abren, van lentamente destruyendo una
obra tan digna de ser admirada.
Háyanse
establecidas las cárceles del partido en el antiguo colegio de padres Jesuitas,
cuyo edificio data del siglo XVII, y fue construido á expensas de D.
Francisca Ponce de León. En él se
enseñaba Gramática, Retórica y primeras letras.
La iglesia
bastante notable á la verdad, ha podido conservarse mejor que el resto del
edificio, merced al cuidado con que á ella ha atendido el cabildo, del cual es
anejo.
Varias ermitas existen, siendo la más importante le
dé Nuestra Señora de Gracia, á la cual se le celebra una gran fiesta el día 8
de Septiembre.
En la
extensa plaza del pilar hay dos fuentes que sirven para el consumo del
vecindario.
Las
sobrantes de estas, se recogen en un depósito que existe en las afueras de la
población, y que sirve de lavadero y para riego de varias huertas.
El terreno
en general le constituye una especie de arcilla roja veteada en algunos puntos
de manchas ferrugosas producidas tal vez por la disolución del peróxido de
Manganeso.
La
producción es regular en cereales, y escasa en caldos, sosteniendo algunos
miles de cabezas de ganado lanar, y el indispensable para las faenas agrícolas.
Agrícola es
la principal industria de los habitantes, existiendo, aun cuando en número
reducido los Cardadores, Tejedores y algunos otros oficios mecánicos.
El comercio
se reduce á la exportación de los cereales sobrantes para distintos puntos, y á
la importación de los caldos necesarios, Legumbres, Jabón y ropas.
En la villa
hay algunas tiendas tanto de comestibles como de tejidos, que sirven par
atender á las exigencias del vecindario.
En los días
30 y 31 de Septiembre celébranse una feria en la cual hay bastante
concurrencia; De igual, manera hay también mercado todos los lunes, el cual es
de muy escasa importancia.
La fiesta de
Nuestra Señora de Gracia, de que ya nos hemos ocupado, atrae gran número de
gentes de las inmediaciones, celebrándose con músicas, fuegos artificiales y
corridas de novillos.
La riqueza
del país ha pasado por distintos periodos, siendo también distintos los
elementos que han constituido en diversas épocas.
La cría de
gusanos de seda fue en un tiempo de gran importancia en el país, par lo cual
cultivabanse las moreras en grande escala, y se fomentaban mucho los cultivos
de higueras. Posteriormente descuidose aquel ramo, haciéndose grandes
plantaciones de viñedo que no dejaron de producir utilidades, pero esto decayó
también sustituyéndolo el cultivo de
cereales que es el que existe.
Este
fomentaría mucho más y se obtendrían más beneficiosos resultados, si las vías
de comunicación no se hallaran tan descuidadas y fueran más fáciles y cómodas;
pero en el estado en que se encuentran, difícil es que presten el servicio
tan necesario para aquel desarrollo.
Detenidamente
D. Cleto demostrando a sus compañeros tanto las bellezas arquitectónicas de los
monumentos de Belmonte, cuanto las condiciones de su suelo y demás
particularidades y generosidades de que nos hemos ocupado.
Había ya
terminado la visita, nada les restaba que hacer en la villa y se disponían para
abandonarla al día siguiente. Cuando dijo Castro:
Pero hasta ahora conocemos todo
lo que acredita la grandeza de esta población, mas
desconocernos su historia.
Es muy
cierto, aun cuando poco puedo decirles sobre el particular, —repuso D. Cleto.
Imposible
parece que con este alcázar, con esa fortísima muralla y en una época en que
tan á la orden del día estaban las rebeldías y los desafueros, nada ocurriese
aquí que notable sea.
Pues así es
la verdad. Aldea de Alarcón de los tiempos de la grandeza y poderío de aquella villa.
¡Caramba!
¡Pues bien ha adelantado! ¿Quién la hizo villa?
El rey D.
Pedro I.
Yo estaría
crecida su población ó algún servicio prestaría á aquel Monarca, para que tal
hiciera.
Es posible,
pero nada puedo asegurarles. Su verdadero engrandecimiento data de la
época en que pasó á ser señorío de la poderosa casa de los Pacheco.
Esto es cuanto, puedo decirles respecto a la pasada
historia de esta villa. Presumiblemente es que tomase parte activa en las
rebeldías de aquellos magnates su señora y que
sufriera las consecuencias de ellas, pero ningún hecho verdaderamente de
importancia puede aplicarse a esta villa. En nuestros días, como otras muchas
en España y especialmente de esta provincia, tocola sufrir bastante con motivo
de la guerra civil.
¿Y no ha
tenido algún hijo qué se haya distinguido
en las ciencias, en las letras ó en las armas?—peguntó Azahra,
Según la
opinión del erudito D. Nicolás Antonio, el poeta lírico Fr. Luis de León, era
de esta villa.
¡hombre!
pues yo creía que era de mi país—repuso el Andaluz,—no porque yo sea muy fuerte en eso de conocimientos históricos,
pero lo he oído tanto á compañeros míos, que se me quedó impreso ese
nombre como nacida la persona que le llevaba en mi tierra.
Si, señor;
se ha creído que era de Granada.
Eso
fácilmente podía comprobarse —añadió Asara.
Ya lo creo, con revisar los libros bautismales pronto se saldrá de
dudas—dijo Sacanell.
Ahí está el caso,
he procurado hacerlo así, pero me he
encontrado con que no existen aquellos.
Suponiéndose que todos los anteriores á la
primera mitad del siglo XVI, fueron trasladadas al archivo de
Simancas.
¿Pues en qué
época nació Fr. Luis de León?
En 1527.
Lástima es
que no baya podido deducirse la cuestión.
¿Y no hay
otra persona notable?
Se dice que
D. Miguel Lucas de lranzo, y el célebre teólogo Jesuita Fr. Gabriel Vázquez
¿Y fuera de
esos, nadie mas se ha distinguido?
Ninguno, que
yo sepa al menos.
Perfectamente
D. Cleto, ya nos ha hecho V. conocer
otra villa donde poder estudiar, y antecedentes y noticias de que carecíamos y
que ni remotamente podíamos sospechar adquirir.
Entonces
como iban Vds. a componerse durante su viaje. ¿Cómo sabrían lo que habrían de
visitar y lo que visitaban?
Preguntando.
Sí. Y
encontrando muchas veces guías, verdaderos papagayos que les relatarían una relación estudiada y repetida muchas
veces, sin que pudieran adelantar más.
Deplorable
es que no exista un libro de viajes, verdadero y seguro guía para los que como
nosotros se lancen á esta clase d e expediciones.
Son tan
pocos en nuestro país los amantes de esa clase de obras, que un libro así, tal
vez obtuviera por único destino pudrirse en los estantes de las librerías.
¡Quién sabe¡
Y así hablando y lamentándose de semejante falta, permanecieron los
cinco compañeros durante un buen espacio, recogiéndose poco después y preparándose par partir al inmediato día”.
Miguel Ángel Vellisco Bueno
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