Este año la cuadrilla estaba mu mermá, pero ello no impidió que los que quedamos nos acercásemos al pinar acostumbrado a pasar el día y a hacer, por ende, una caldereta, rancho habitual entre nosotros por estas fechas y muy recurrido en San Isidro para comer a mediodía. El día no fue malo: calorcito agradable y algo de viento fastidioso que uno evita encarando la furgoneta convenientemente y poniéndose al abrigo para charlar, picotear y beborrear. Tras la comida hubo siestecilla entre los del grupo, cosa que uno aprovechó para dar una vuelta por el pinar y por el campo y tirar unas foticas a los paisajes y plantas que salían al paso. Pero no estamos aquí para hablar más que de la caldereta, y contaros los pasos, sencillos, que hay que seguir para que salga estupenda, como fue el caso.
Ocurre con la caldereta que a) siempre sale mejor que la del año pasado (esto es fijo), y b) cada uno tiene su particular forma (con ligeras variaciones), que es la mejor. En esto hay poco que discutir: unos prefieren echarle esto o lo otro, añadirle un chorreón de no sé qué o aliñarla con determinada hierbecilla, que le da, al parecer el gusto definitivo y personal a cada caldereta. También hay quien la hace echando en crudo todos los ingredientes a la vez, o quien prefiere no echarle vino porque esto "encalla" la carne, la pone más dura. En fin, ya os digo que cada maestrillo tiene su librillo, de modo que yo os diré los pasos que seguimos nosotros con la que hicimos en San Isidro y que estaba rica rica.
Receta de la caldereta pedroñera (pasos a seguir)
1) Se coloca la perola con el aceite sobre el fuego.
2) Una vez el aceite humea, se vierte en él la carne (carne de cordero troceada), a lo que se le añaden unos dientes de ajo (coloraos, no jodáis). Como estábamos cinco, con dos kiletes tuvimos suficiente. Además ya antes, y mientras se estaba haciendo, no parábamos de picotear: que si una berenjena, que si un mejillón, etc., todo ello regado con cerveza, para que vaya entrando mejor.
3) Una vez dorada la carne, se vierten sobre ella otros ingredientes esenciales, como lo son en este caso el pimiento y la cebolla, todo troceado. Así, se va haciendo más o menos lentamente, sin que falte la leña bajo la perola, pero sin excesos, poco a poco.
4) Pasado un rato, se vierte el vino. Hay quien prefiere echarle cerveza en su defecto (o además), y hay quien prefiere no añadirle ninguno de estos alcohólicos líquidos. Nosotros le echamos un litro (más o menos) de vino blanco del Lugar.
5) Y seguidamente el tomate, en mayor o menor cantidad, según el gusto. Lo ideal, tomate natural troceado y pelado. Hay quien, para restar acidez al tomate, también le añade unos trozos de zanahoria. En fin, al gusto. Sobre el tomate se añadirán un par de hojas de laurel y unos granos de pimienta; que no se os olvide.
6) Y no ha pasado mucho tiempo, cuando le echamos agua, generosamente, para que luego todo se vaya cociendo a fuego lento. También, no ha de olvidársenos, la sal, en la precisa medida. Esto es obvio. Como lo teníamos al lado, también le añadimos un poco de tomillo.
Dejad que el agua se vaya consumiendo. Mirad cómo va tomando ya su colorcillo y su apetitoso aspecto.
7) Tenemos nosotros la costumbre de añadirle casi al final unos champiñones enteros, que luego son bien recibidos cuando vamos pinchando. Pasado un rato, ya es solo probarla, por si hay que añadirle algo de sal y tal, y una vez consumido el caldo, apartarla, preparar las navajillas y a arreale con gana.
Las risillas solo denotan que hay hambre y que la caldereta tiene una pinta estupenda. Uno prevé que poco va a quedar en la perola. En todo el proceso hemos tardado algo más de una hora y ya son más de las tres, así que, ¡hala, al tajo!
Veis, lo que yo os decía; ya se ve el culo. Por cierto, a mí me gusta comerla con pan sobao. Un cantero es lo cabal para ir dejando las tajás con el caldillo encima de la molla e ir rebanando con la navaja corteza y miga. Y de cuando en cuando una mojá en el caldo. También regarlo con un buen tinto de la tierra, que es el acompañante ideal, por su gusto y porque las risitas y los chistecillos los hace florecer como cosa natural.
Luego a eso de las ocho y media le pegamos de nuevo a la lumbre y asamos una chuletejas en las parrillas, pero esto ya no tiene misterio, aunque hay que decir que estuvieron también gloria bendita. Después de estar toda la tarde a base de gintonics y comiendo pipas y otros frutos secos, aún le queda a uno un hueco para unas chullas. Un poco más tarde recogimos y nos golvimos pa'l Lugar, cansados, sí, también retostados por el sol y con la cabeza algo cargada, pero es lo que hay, y el año que viene volveremos para repetir el ritual. No es un día en que uno adelgace, precisamente, pero tiempo habrá durante el resto de la semana para rebajar lo que uno ha cogido así, como sin querer ni darse cuenta, en San Isidro.
Cielo de San Isidro a eso de las nueve y pico desde la casilla el Sastre.
ÁCS
Solo con verla la saboreo.
ResponderEliminarDios mío bendito...y San Isidro en su pasión....
Vaya manjar para engreídos valencianos que solo ven su ombligo.... Señores, esto es Cuenca y su provincia... Quien reniege de ella, no merece muchas cosas de las que goza....Bendito sea el señó!!
Pues q todo lo q as relatado es la realidad en san Isidro lo que pasa q con forme van pasado los años ya esos largos días de mayo ya se hacen muy pesados ya hacen muy pesados yasolo se va un rato y como muchu se va un ratillo pero todo el día ya se va haciendo pesados
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