Texto de presentación del libro Jardín de curiosidades sobre el ajo | Las Pedroñeras

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jueves, 22 de marzo de 2012

Texto de presentación del libro Jardín de curiosidades sobre el ajo



TEXTO LEÍDO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO JARDÍN DE CURIOSIDADES SOBRE EL AJO 
(día 26 de julio de 2006)

Les voy a leer un texto que he intentado que no fuese muy extenso para no aprovecharme de la bondad y paciencia de los que hoy me escuchan. 

Esta es la historia de un libro cuyo autor, que es quien lee estas letras, nunca tuvo la intención de que lo fuese. Al menos esto fue así en un principio, pues el contenido que lo conforma tan sólo se debió a anotaciones que uno iba tomando de aquí y de allá, más por una afición diletante y curiosa de recopilar todo lo que sobre el ajo iba leyendo en los libros que pasaban por sus manos, que por encaminar tal tarea al noble trabajo que es siempre la elaboración de un libro. Sólo cuando aquellas notas alcanzaron un número cuantioso -y esto puedo asegurar que ocurrió muchos años después de apuntarse la primera-, el autor pensó en la posibilidad de que todo ese material, tan diverso por otro lado, pudiese convivir en el interior de una sola edición. 


Pesaba también el hecho de que en un pueblo que estaba considerado la capital mundial del ajo no hubiese ninguna obra dedicada exclusivamente al producto que le había otorgado esa fama mundial, hoy extendida a toda la comarca. De este modo la publicación cobraba un sentido: por un lado vendría a llenar ese vacío editorial y, por otro, serviría como homenaje merecido al ajo, a nuestro ajo morado de Las Pedroñeras. Si además con el libro se hacía promoción o publicidad del nombre y bondades de estos ajos, creo que se mataban muchos pájaros de un tiro. 

Tampoco se le escapaba a uno que los libros no suelen hacer promoción de casi nada porque pocos los leen a no ser que se tenga un alto interés por lo que en ellos se expone. Pero sí se hojean al menos, y suelen pararse los ojos en las ilustraciones, y las ilustraciones llevan muchas veces a la letra impresa que las acompañan. Por eso el libro debía ser resultón, atractivo e ilustrado. Y éste lo es. 

Una cosa tenía también clara: que la cubierta tuviera un fondo verde como verdes son las hojas de nuestros ajos, y las letras del título moradas como los son sus dientes, al menos de la variedad autóctona de estas latitudes manchegas. Una hermosa lámina que yo convertí en naipe de baraja (que animo a continuar) terminó por completar el conjunto de esa cubierta del libro. 

El título de Jardín de curiosidades sobre el ajo responde al espíritu o aire de miscelánea que el libro tiene, pues al menos a algunos os sonará una de las obras de esta naturaleza más famosas de nuestra Edad de Oro, de Antonio de Torquemada, titulada Jardín de flores curiosas. De ese título tan hermoso procede, adaptado, el de esta publicación. Uno tuvo la tentación de llamarlo Jardín de ajos, pues no pienso que el ajo desmerezca esta ilusión de ser planta de jardín, que acompañase a dalias, magnolios, crestas, clavellinas o petunias. No en vano, Alonso de Herrera en su obra clásica dedicada a la agricultura, y basándose en las enseñanzas del médico árabe Abencenif, aconsejaba sembrar ajos entre los rosales, lo que garantizaba rosas olorosas durante siete meses al año. 

El material acumulado en estos últimos 20 años permitía la elaboración de distintas secciones, entre las cuales la dedicada al refranero del ajo era quizá la más destacada, pues es sobre la que tuve un interés especial desde el principio. De este modo, consultando distintas obras paremiológicas y acudiendo a distintas fuentes literarias de nuestra literatura clásica pude recoger el hermoso (y oloroso) ramillete de estos refranes ajunos que sobrepasa el número de 250. Los clasifiqué por temas, los expliqué, cité la fuente de donde procedían, fui haciendo las aclaraciones oportunas y, por último, allegando las concomitancias con las que cada refrán tenía hermandad. “Muchos ajos en un mortero, mal los maja el majadero” que es como decir “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Ese es el primer refrán; y el último: “Cosecha de ajos y melones, cosecha de ilusiones”. Y es con esta ilusión con el que quise terminar la larga ristra. Cuando se lean se verá que existen refranes y frases con el ajo para casi todo, aunque la mayoría de ellos hablen de sus bondades o deméritos, así como de las fechas de siembra y recogida. 

Junto a los adagios también hay adivinanzas: “Una cosa como un puño y tiene pelos en el culo” oí en la zona de Iniesta cuando mi profesión de enseñante me llevó a esa zona de la Manchuela. La solución era, para sorpresa de muchos, el ajo. En Pedroñeras, oí otro más atrevido: “Aunque me ves con calzones, tengo una vara de pita y un celemín de c...”, en fin, la solución volvía a ser el ajo. 

También decidí incluir algunos chistes con el ajo como protagonista, ¿o es que no sabéis que en Lepe (¿o era en Tomelloso?) ponen ajos en las carretera porque dicen que son buenos para la circulación? Bueno, bien conocéis que sólo el que ha comido ajos puede darnos unas palabras de aliento. 

En otro apartado agrupé todo lo referente al tratamiento que había tenido este bulbo en la historia de la literatura, la medicina, la agricultura, etcétera, desde los antiguos hasta nuestros días. Creo que, dada la cantidad de información y citas que en él aparecen, ha de leerse el apartado con paciencia y desde luego no tratando de memorizar cada cosa que se lee. Aquí uno podrá ver la importancia que tuvo el ajo en la cultura egipcia (¡seis ajos se encontraron en la tumba de Tutankhamon!), en la hebrea, en la griega y romana, entre los budistas, árabes, y en fin en todas las épocas y regiones. Todos los médicos de Oriente a Occidente, desde Hipócrates a nuestros días, pasando por los galenos de nuestros Siglos de Oro han mencionado el ajo por su poder curativo. De modo que es curioso comprobar que muchas de las investigaciones y resultados de la ciencia en este campo ya estaban documentadas desde un antaño de siglos, así que la actual ciencia tan sólo refrenda lo expuesto desde antiguo. 

En estos textos que se han agrupado por épocas, uno leerá sobre las bondades del ajo como sudorífico, laxante, fortalecedor o afrodisíaco, recomendándose para las anginas, contra los piojos, la lepra, la expulsión de la tenia, para las manchas de la piel, las verrugas, trastornos respiratorios y digestivos, contra lombrices, como diurético, provocador de la menstruación, contra la sarna o la rabia, y un largo y curioso etcétera que el lector podrá consultar en el libro y que traer aquí sería aburrido e inoportuno. Fue además el ajo tríaca de los labradores desde tiempos inmemoriales, sirviendo como contraveneno de mordeduras de víboras y bichos ponzoñosos. 

También se apuntan deméritos como el hecho de que engendren ventosidades, debiliten la vista y, sobre todo, provoque ese aliento infesto con el que se han cebado los escritores de todas las épocas y que puede evitarse hoy en día con un simple chicle o caramelo con clorofila, siendo que el perejil, los guisantes o las judías también atenúan estos efectos indeseables. 

Este apartado, por otro lado, acoge un amplio anecdotario: Los ajos los ingería Nerón cuando tenía que cantar; el emperador Vespasiano prefería el olor a ajos en sus cortesanos antes que el de afeminados perfumes; y Casanova, el histórico gran ligón, no evitaba comerlos antes de efectuar sus conquistas. Los atletas de la Antigüedad griega y romana los ingirieron como fortalecedor pues favorecían la resistencia y habilidad. No sé si saben que el ajo formó parte de la pócima, que se hizo famosa en el siglo XVIII, conocida como “El Vinagre de los Cuatro Ladrones”, la cual era ingerida por unos rateros garduñas que, aprovechando la peste de Marsella de 1721, entraban en las casas vacías de los atacados para robar en ellas, protegidos por ese vinagre que contenía ajo macerado. En fin, hay otras muchas anécdotas y curiosidades en este apartado como a lo largo de todo el libro. 

No podía dejar de citar el resultado de ciertas consultas que me llevaron a deducir que los ajos en Pedroñeras comienzan a ser abundantes desde principios del siglo XIX, sin que esto quiera decir que no se siembren desde antes de estas fechas en menor proporción. 

La dedicación exclusiva al ajo de la comarca de Las Pedroñeras se hace extensible a los apartados en que se habla pormenorizadamente de las tareas tradicionales y actuales sobre el cultivo y transformación del producto, así como al dedicado al vocabulario dialectal en torno al ajo en este pueblo. Si se han perdido muchas de aquellas viejas labores, como lo era la de cavar los ajos o la de seleccionar la simiente en horcas, también lo van haciendo progresivamente otras palabras y expresiones que siempre convivieron con los ajos, como esgorollar, bolillero, tercerilla, carellana, tomiza y otras muchas ordenadas alfabéticamente y que el lector puede consultar (e imagino que ampliar). 

El libro termina con apartados como el dedicado a la gastronomía del ajo, unos anexos documentales, artículos de interés sobre el ajo en los que leeremos cómo el primer Popeye comía ajos y no espinacas, y, por último un álbum de fotos históricas sobre el cultivo, producción y manipulación del ajo, desde los años 60 a nuestros días, la mayor parte de ellas del tesoro que guarda Damián Carrión. 

En el libro también se recogen poemas de sabor local que se refieren a las virtudes del ajo de esta tierra, como ese “Elogio al ajo de Pedroñeras” que en 1963 escribió José Manuel González, y que descubrí un día con emoción en un libro de Juliana Izquierdo, nuestra olvidada poetisa. También remito a esos eslóganes tan llenos de gracia que escribiera el, en 1972, practicante de nuestro pueblo, Manuel González Buendía. Y espero que no se pierdan todo ese elenco fotográfico e ilustraciones que adornan el texto de este libro, del que espero únicamente que les guste y que amenice los momentos de lectura que a él le dediquen. 

Quiero terminar dando las gracias a todos los que ha colaborado en la elaboración de este libro con sus aportaciones desinteresadas, y a la Asociación para el Desarrollo Integral El Záncara y a cada uno de sus miembros, que en todo momento respaldaron el proyecto que un día les presenté, y que no era otro que el de la edición de este librillo que se hizo con tanto amor.

Gracias y espero que el libro les deje un buen sabor de boca.

[El texto fue publicado posteriormente en Pedroñeras, 30 Días, número 66, septiembre de 2007]

©Ángel Carrasco Sotos.

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