por Fabián Castillo Molina
La prensa y los medios han dicho: “Se trata de un caso increíble de lentitud, apatía, negligencia y mala praxis de los operadores jurídicos que han intervenido”, indica el letrado García Sierra. “Es incomprensible que este hombre haya pasado tanto tiempo en prisión por delitos que jamás cometió”.
B: —Esta semana el caso del holandés Romano van der Dussen, que ha
salido libre después de cumplir 12 años de cárcel y que
ha sido exculpado gracias a las pruebas de ADN, es algo que pienso nos debe
hacer reflexionar sobre el mal funcionamiento de la justicia.
C. —A mí este caso me ha recordado la dedicatoria de un libro que leímos hace unos años y que. Decía “A todos los inocentes declarados culpables”. Nos hizo pensar en los casos de
personas condenadas a cumplir una condena por algún delito que no habían cometido.
Debe de ser algo de lo más duro.
A: —A mí tamién me ha llamao la atención el caso, cuando lo vi en la tele hablando al
hombre, que es joven, para haberse tirao ya 12 años en chirona. Me impresionó lo que dijo de la muerte de su madre sin poder despedise de
ella.
D: —Yo, como madre que soy, no quiero ni pensar en lo que pasaría la pobre. Se murió pensando que
su hijo era culpable. Ella han dicho que tenía un trauma desde muy joven, porque había sido víctima de una violación, y el ver a su hijo condenado por un delito igual,
veinte años después y en otro país, eso no se lo perdonó. Este
asunto de las violaciones y la violencia contra la mujer si que tiene miga y
que no atinan a atajarlo.
B: —Pero ¿os imagináis a una persona acusada y condenada por algo que no
ha hecho, y que, además, cuando tres
años después se sabe que es inocente, no le permiten salir
libre y continúa presa 9 años más? Y todo
por razones de burocracia y negligencia. ¡Qué injusticias españolas y británicas!
A: —Es el recolmo, yo no
entiendo cómo la justicia puede funcionar
tan malismamente tantas veces y
eso no lo solucionan. ¿Es tan difícil?
D: —Ahora, por mucho que reclame esa persona al Estado daños y perjuicios, ¿cómo supera lo de saber que su
madre se fue al otro mundo pensando que él era uno de esos indeseables, malditos a los que ella siempre odió?
A: —Vosotros, que habréis leído el Quijote, y hablando de las cosas de la capital
y del pueblo, este marrón de la
justicia o mal funcionamiento de ella, me recordó el capítulo de Sancho haciendo de juez. Ya sabís cómo era Sancho, más de pueblo
que los anapoles…
B: —¡Venga, A, por favor!, por lo menos di amapolas. Y ¿cuándo has leído tú el Quijote?
A: —Mira, B, tú deja a la gente hablar a su aire como los demás te dejamos hablar a ti. Ya tenemos edá para saber lo que decimos. El Quijote lo leí estando en la mili que tenía tiempo y
luego lo he releído mucho, es mi libro de cabecera
porque veo muchos aciertos y buen humor en él, además trae muchismas
palabras que se dicen igualico que se hablan en
Pedroñeras.
B: —Bueno pues
cuenta el caso, porque es que yo no sé qué tiene que ver aquí Sancho. No recuerdo a lo que te
refieres.
C: —Sí, cuéntalo, cuéntalo.
A:—Vale. lo voy a contar lo más aproximao
posible y con el mayor respeto a las mujeres. No se interprete mal. Lo que
quiero es que se vea lo rápido que a
veces pueden aclarase las cosas y de manera justa. Fijaros con el
tino que actúa Sancho siendo él tan manchego, tan de su pueblo.
D: —Yo puedo aseguraros las veces que me da la vara con detalles del
Quijote sin que en principio parezca que vienen muy a cuento, pero luego reconozgo
que ya lo creo que aciertan.
A: Su señor Don
Quijote, como Sancho le dice siempre a su caballero, lo hace gobernador de la ínsula de Barataria que le tiene tanto tiempo prometía y para probar su juicio y razón los mandamases del lugar lo ponen a prueba
por unos días y uno de los casos que le
presentan, es el de una mujer que viene a quejase de un hombre que se ha
aprovechao de ella por la fuerza. Si es que me gustó tanto y lo he releído tantas
veces que casi lo tengo en la memoria
palabra por palabra.
B: —¿No será para tanto no? Sé que tienes memoria pero…
A: —Acababan de terminar con un asunto de dinero entre dos hombres y entró en el juzgao una mujer cogía a un hombre con pinta de ganadero rico y ella dando
voces decía:
“—¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo! Señor
gobernador de mi ánima: este mal hombre me ha
cogido en la mitad dese campo, y se ha aprovechado de mi cuerpo como si fuera
trapo mal lavado, y, ¡desdichada
de mí!, me ha llevado lo que yo tenía guardado más de veinte y tres años ha,
defendiéndolo de moros y cristianos, de
naturales y extranjeros, y yo, siempre, dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego, o
como la lana entre las zarzas, para que este buen hombre llegase ahora con sus
manos limpias a manosearme.
—Aún eso está por averiguar: si tiene limpias o
no las manos este galán—dijo Sancho.
Y
volviéndose al hombre le dijo qué decía y respondía a la querella de aquella mujer. El cual, todo
turbado, respondió:
—Señores, yo soy un pobre ganadero de ganado de cerda, y
esta mañana salía desde el lugar de vender, con perdón sea dicho, cuatro puercos, que me llevaron de alcabalas y socaliñas poco menos de lo que ellos valían; volvíame a mi
aldea, topé en el camino con esta buena dueña, y el diablo que todo lo añasca y todo lo cuece, hizo que yogásemos juntos; paguéle lo
suficiente, y ella mal contenta, asió de mí, y no me ha dejado hasta
traerme a este puesto. Dice que la forcé, y miente, para el juramento que hago y pienso hacer, y esta es toda
la verdad, sin faltar meaja.
Entonces,
el gobernador le preguntó si traía algún dinero en plata; él dijo que hasta veinte ducados tenía en el seno, en una bolsa de cuero. Mandó que la sacase y se la entregase, así como estaba,
a la querellante; él lo hizo temblando; tomóla la mujer, y haciendo mil zalemas a todos y
rogando a Dios por la vida y salud del señor gobernador, que así miraba por las huérfanas menesterosas y doncellas; y con esto se salió del juzgado, llevando la bolsa asida con entrambas manos; aunque
primero miró si era de plata la moneda que llevaba dentro.
Apenas
salió, cuando Sancho dijo al ganadero,
que ya se le saltaban las lágrimas, y
los ojos y el corazón se iban tras su bolsa:
—Buen hombre,
id tras aquella mujer, y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella.
Y
no lo dijo a tonto ni a sordo; porque luego partió como un rayo
y fue a lo que se le mandaba. Todos los presentes estaban suspensos, esperando
el fin de aquel pleito, y de allí a poco volvieron el hombre y la
mujer más asidos y aferrados que la vez
primera, ella la saya levantada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre
pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, la cual daba voces diciendo:
—¡Justicia de Dios y del mundo! Mire vuestra merced, señor gobernador, la poca vergüenza y el poco temor deste desalmado, que en mitad
del poblado y en mitad de la calle, me ha querido quitar la bolsa que vuesa
merced mandó darme.
—Y, ¿háosla
quitado? —preguntó el gobernador.
—¿Cómo quitar? —respondió la mujer—. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado
y asqueroso! ¡Tenazas y martilloss, mazos y
escoplos no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aun garras de leones: antes el ánima de mitad en mitad de las carnes!
—Ella tiene
razón —dijo el hombre—, y yo me
doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las mías no son bastantes para quitársela, y déjola.
Entonces
el gobernador dijo a la mujer:
—Mostrad,
honrada y valiente, esa bolsa.
Ella
se la dio luego, y el gobernador se la volvió al hombre, y
dijo a la esforzada y no forzada:
—Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa la mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro
cuerpo, las fuerzas de Hércules no os
hicieran fuerza. Andad con Dios, y mucho de enhoramala, y no paréis en toda la ínsula ni en seis leguas a la redonda, so pena de doscientos azotes. ¡Andad luego, digo, churrilera, desvergonzada y
embaidora!
Espantóse la mujer y fue cabizbaja y mal contenta, y el
gobernador dijo al hombre:
—Buen hombre,
andad con Dios a vuestro lugar con vuestro dinero, y de aquí adelante, si no le queréis perder,
procurad que no os venga en voluntad de yogar con nadie.
El
hombre le dio las gracias lo peor que supo, y fuese, y los circunstantes
quedaron admirados de nuevo de los juicios y sentencias de su nuevo gobernador.
Todo lo cual, notado de su coronista, fue luego escrito al duque, que con gran
deseo lo estaba esperando.”
Y
esa es la historia que tantas veces he
leído y repasado y que demuestra lo
rápido que a veces puede hacerse
justicia sin grandes medios ni atalajes.
B: —¡Vaya historia que tenías guardada! La verdad, tengo que decirte que algo recordaba de ella,
pero ni remotamente pensaba que podía ser tan
redonda ni divertida.
C: — Y a mí, como mujer, tengo que decir que veo un punto en contra
nuestra, porque en definitiva la mujer ahí es la
mala, ahora que a pesar de todo, en su
contexto y para demostrar lo que pretendías, sin duda es un buen ejemplo.
A: —Hombre, yo creo que hay que tener en cuenta, que la protagonista y la
musa de Don Quijote siempre es su
Dulcinea del Toboso, y es una mujer.
D: —Ya os dije yo que este hombre es muy del Quijote y Sancho, eso son
sus glorias, el fútbol no le tira mucho ni la partida, pero leer lee, y
mientras lee está en silencio y no molesta a nadie.
Continuará o no continuará...
Libros de Fabián Castillo Molina:
Al pueblo (poesía) y La Culpa (novela)
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