Los que os hicisteis en su día con el libro titulado Folclore infantil de Las Pedroñeras pudisteis asomaros a ese pequeño apartado dentro del más amplio JUEGOS dedicado a los de cartas. Uno de ellos es este curioso que en mi casa practicábamos con asiduidad con la compañía de mi padre, que era quien actuaba normalmente de maestro de ceremonias. Se trata de ese juego al que nosotros al menos le llamábamos relincho y mando. No sé si en vuestra casa también se jugaba a este juego de cartas. Os lo explico para ver si os refresco la memoria y podéis añadir algo más sobre él: alguna variante por ejemplo.
Mirad. Se repartían no todas, sino determinadas cartas de la baraja española: la sota de oros (denominada en este juego La Caridá), el caballo de oros (al que se le daba el nombre de El Relincho), los cuatro ases y luego las figuras (sotas, caballos, reyes) necesarias para que cada participante pueda recibir dos cartas.
Todos tienen que recordar las cartas que se han incluido en el juego. Quien en el reparto (hecho con cartas dadas boca abajo) recibía el caballo de oros hablaba en voz alta siguiendo una fórmula que decía así:
Relincho y mando
y quiero mandar,
el que tenga [el oro, por ejemplo]
que venga p’acá.
Quien tenía tal carta tenía que agachar (sobre la mesa) para recibir los golpes de los demás al ritmo de una curiosa tonada que decía de este modo (¿no recordáis su melodía?):
Cuatro cuartos me
costó
la cinta de mi pelo,
y aunque me diera un
dolor
la cinta no la vendo.
Cinta de mi corazón,
que la tengo en el
alma,
que me la trajo mi
amor
cuando estuvo en
Granada.
Zapato blanco,
media de seda;
mi amante es artillero
de
la reserva.
Esta canción volvería a cantarse acompañada por los golpes que impone el ritmo de su melodía hasta que quien tenía la sota de oros decía ¡Caridá! al mismo tiempo que dejaba ver la carta que le daba derecho a detener el castigo.
De esta peculiar cancioncilla solo he encontrado una variante que se recitaba en la actual Castilla y León. Es esta que os dejo aquí copiada:
Cuatro cuartos me costó
la cinta para el pelo;
aunque me den un doblón
ni la cambio ni la vendo,
que me la dio mi amor
camino de San Pedro,
cintilla del corazón
que en el alma la tengo.
Esta canción volvería a cantarse acompañada por los golpes que impone el ritmo de su melodía hasta que quien tenía la sota de oros decía ¡Caridá! al mismo tiempo que dejaba ver la carta que le daba derecho a detener el castigo.
De esta peculiar cancioncilla solo he encontrado una variante que se recitaba en la actual Castilla y León. Es esta que os dejo aquí copiada:
Cuatro cuartos me costó
la cinta para el pelo;
aunque me den un doblón
ni la cambio ni la vendo,
que me la dio mi amor
camino de San Pedro,
cintilla del corazón
que en el alma la tengo.
Ángel Carrasco Sotos
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