por Fabián Castillo Molina
Las
escenas presenciadas esta semana por millones de espectadores en horarios de
comida y cena no pueden dejar indiferente a nadie con un mínimo de humanidad.
Cientos, miles de personas con lo puesto, huyen de la guerra y la destrucción.
Niños, mujeres, hombres, jóvenes y
ancianos, de toda clase y condición, ateniéndose al derecho de asilo, creyendo
ir hacia un lugar seguro, cruzan un río gélido con penalidades sin cuento, a
pie, con niños en brazos y después, en la frontera, les dan con las alambradas
en las narices; haciéndoles volver a desandar lo andado, hacia no se sabe
dónde. ¿Qué pasa con los dirigentes de los países ricos de la Unión Europea y
con sus votantes?
¿Qué
ocurre también cuando un grupo numeroso de jóvenes de uno de esos países ricos (Holanda) se trasladan a España con
todas las de la ley, con la excusa de seguir a su equipo de fútbol y mientras
llega la hora del encuentro deportivo se divierten bebiendo, y no agua,
humillando a la gente más pobre, a las mujeres mendigantes en la Plaza Mayor de
Madrid, tirándoles monedas y riéndose miserablemente de ellas sin el menor
pudor ni asomo de humanidad? ¿Dónde está la abundante policía que tiene la
misión de velar por la ley, el orden y la justicia? ¿Dónde la sensibilidad y el
valor de los otros ociosos que ven lo que no les gusta un pelo, pero callan?
Estos
acontecimientos, entre otros muchos, se han mezclado con las palabras y
expresiones propias de Pedroñeras, escogidas esta semana para recordar el habla
de nuestro pueblo y les han hecho tomar un tinte quizás melodramático.
Expresiones y ejemplos tomados durante la lectura de la letra M del diccionario
de Ángel Carrasco Sotos en ciernes…,
bueno, ya maduro y próximo a entrar en fase de impresión. Algunas de
estas palabras y expresiones son: “Mugrerío”,
“¡verás tú mayo!”, “¡Mia si te murieras!”, o “¡vaya mieja
mieja!” entre otras. Esas palabras o ejemplos los he entrecomillado para
respetar la procedencia. El trabajo es un experimento que necesita del lector para completar la
historia. Cada una y cada uno sacará sus propias conclusiones.
Palabras de humor y drama
Decía el padre: “¡Mia tú…, si es que nunc’ha trabajáu en su vida!,” ¿cómo quieres que ahora
trabaje? Si era ponese a comer y al momento un estendijal… y al terminar un “migueríooo..”
Luego no digamos cómo
era en el vestir. Podía presentase un domingo de visita de tal manera que hasta la madre le espetaba: “¡Te
paique’l mugrerío
que me lleva en la chaqueta!”, está eso
embrolláu. Luego iba a hacer cualquier coseja, a na que tuviá que amagas´un
poco,
aunque fua pa coger
dos
tomates ´(y mira que le estaban güenos);
pos no has
dicho na. Venía
ahí medio arriñonao.
Él
decía que “maullau" del to.
Yo no
me explico qué le podía pasar a este hijo ya con aquellos años.
Luego tenía una lechecejaaa…,
por menos de na le decía al que tuviera a lao “¡Si ves que t’arreo así un’a mano güelta!”, pero sin venir a
cuento.
Es verdad que el pobre había sufrido mucho con los dichos y el trato que le daba su padre. De
cuando en cuando le soltaba en público: ¿No le dará vergüenza,
tos trabajando y él ahí manicruzao?
Y
él, a veces respondía: ¡Pero si´esque
tengo
las gobanillas abiertas del to de
tanto esgorollar ajooosss…, muecagüen tooo…!, que no hace usté na
más que metese siempre conmigo, que un día
me vi a ir ande no lleguen las cartas pa no golver más.
A lo que el padre sin dudar contestaba: ¿Ah sí?, “Modo mentira me paec’eso” que
tantas veces has
dicho pero luego na. “¡Mia
si
te murieras!” Qué descanso ibas a dejar.
Otras veces por cualquier cosa, le salía
con la amenaza “¡verás
tú mayo!”,
y el muchacho sin saber a qué venía aquello se quejaba: ¿Pero
qué hecho yo ahora pa decime eso a mí, Señor
mío?
Cuando se ponía
la cosa así ya era una pena. Daba lástima
y vergüenza estar presente. Alguna vez que se levantaba con
mejor humor le decía algo al padre de buenas. Entonces el hombre le salía
por los cerros de Úbeda y claro, la criatura respondía
humillado: ¡Miaqu’así nunca
venile na bien!
Otros días, el padre lo veía
salir enhebrao bien temprano, sin decir ni buenos días
ni hola y le decía: “¿qué marcha
me llevas?” y él ni le contestaba. Luego, a lo mejor venía
de los melones con la bicicleta y
traía en las agüeras los dos más
grandes que había visto, a ver si congraciaba algo y aunque
estuvieran ya maduros, para comer…, el comentario
favorito del padre: “¡vaya mieja
mieja!” él
lo tomaba por lo peor y lo doblaba. ¿Qué le quedaba?, pues lo de siempre: ¡Miaqu’así nunca
, nunca, nunca venile na bien, Señor
mío de mi vida!
Algún día a él le daba por ir a buscar al padre a casa de su
abuelo y preguntaba “¿Ha venío
mi padre?”, y se encontraba con la respuesta “Ahora
mismico s’acaba d’ir
d’aquí.” Era
una pena y una tristeza permanente, parecía
que nada le salía bien. Daba lugar a pensar cual era el origen de
comportamientos así y qué remedio podía
tener aquello.
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