Corrían el mes de marzo de 2013. Dimos una vuelta por el campo y nos lo encontramos especialmente hermoso. El cielo con nubes amenazantes resaltan siempre el paisaje; el sol, en cambio, suele quemarlo y llenarlo de brillos que empobrecen las fotografías. Este día, el revelado nos regaló una serie de fotos muy terrosas, pero con unos colores apagados que me encantan. La que veis ahí arriba está tirada por el camino que uno coge desde la carretera de La Alberca para dirigirse a la Casa los Frailes. Es la que veis al fondo, tras las encinas, mostrando la silueta de lo que fue.
Digo esto porque, pese a su vida centenaria (de varios siglos hablo), la casa hoy está en total ruina. Mucho se habla de ella en el último libro sobre el Lugar que salió al mercado, acompañada de mapas antiguos que la ubican como casa de postas, una especie de posada en mitad del campo, útil para el correo y el descanso de las caballerías. El camino serpentea como un río de arena candente marcando su dibujo sobre el alfombrado de un verde precioso, agotado y pardo. Las carrascas montan guardia permanente flanqueando nuestra marcha. El tiempo borrascoso también invade nuestro ánimo con leves notas de melancolía. Uno se siente a gusto inundado por tanta calma, por tanta belleza en cuyo paraíso uno levantaría su residencia. Cayeron algunas gotas al final y unas migas recién hechas nos esperaban al regreso.
ÁCS
Hermoso ambiente nos pintas, para volver a repetirlo o vivirlo por primera vez, en ese lugar que tanta vida tuvo en su momento.
ResponderEliminarPues sí, es hermoso y tristón, pero también la tristeza tiene su punto de belleza. Gracias, Fabián.
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