El académico Juan Gil, acaba de publicar 300 historias de palabras, una obra a mi entender de esas hechas ex profeso para las fechas navideñas que se avecinan. Se trata de palabras que "encierran una curiosa historia que narra su viaje en el tiempo y en el espacio"; así es como se nos intenta vender este libro dirigido por el susodicho académico, que simplemente pone el nombre, y cuya redacción y documentación la ha llevada a cabo Fernando de la Orden. En fin, no se menciona injustamente, y al parecer, la fuente oficial de la mayoría de estos textos, que no es otra que el titánico diccionario etimológico (en varios tomos) de Joan Corominas, completado por J. A. Pascual.
Algo curioso, pero prescindible, ideal en todo caso para los que se conforman con estas bagatelas editoriales con que pasar el rato de una jubilación, por ejemplo.
En fin, a nuestro interés, una de las palabras que recoge este libro es chándal. Y nos interesa porque su etimología, su origen, es el francés marchand d'ail, es decir, ese nombre con que se les llamaba a los verduleros, y literalmente, "vendedor de ajos".
Chandail fue el nombre con el que pasó a llamarse el jersey que usaban a finales del siglo XIX en París los vendedores de ajos y verduras en general. En nuestro diccionario de la RAE la palabra chándal se recoge desde 1983, cuando su uso se hizo general en nuestra lengua para denominar a la prenda deportiva que todos conocemos. Pero su origen ya sabéis dónde estaba, en aquellos vendedores de ajos gabachos.
Vendedores de ajos en Les Halles.
Según Alfred López, en su libro Vuelve el listo que todo lo sabe el término apareció sobre 1893, y se refiere a él como cierto jersey de canalé que usaban los vendedores de hortalizas de Les Halles (París) para protegerse del frío. Para ser escuchados por el público, alzaban la voz elidiendo la primera sílaba y así acortar la expresión, y en vez de anunciarse como marchand d'ail ('vendedor de ajos') decían simplemente chand d'ail, de donde procede ese chándal actual. La prenda se popularizó posteriormente en el ámbito deportivo, al comprobarse que era ideal para realizar determinados ejercicios. Una prenda estéticamente horrible a mi modo de ver, la antielegancia por definición.
¿Veis?
En fin, cuando os pongáis el chándal, recordad que esa palabra tiene mucha relación con los ajos, así que en el pueblo de los ajos, el nuestro, no os dé reparo el ponéroslo aunque no parezcáis precisamente un dandy como tampoco un placero vendedor de ajos.
ÁCS
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