Sentimiento de culpa
Clarisa se fue con lo puesto una mañana de domingo. Siempre tenían las mayores trifulcas los fines de semana, cuando pasaban más tiempo juntos. El resto del tiempo, no hablaban apenas y esa situación parecía que solo le doliera a ella. Cogió el coche y apretó el acelerador con toda su rabia. No sabía donde ir, ni pensó siquiera en buscar a alguien para desahogar su pena. Nunca reconocería el fracaso, si es que pudiera llamarse así a más de veinticinco años de matrimonio y no cansancio.
Enfiló la carretera del norte. Levantó algo el pie del acelerador, puso la radio en una emisora preseleccionada de música clásica y procuró dejar de llorar en pro de su seguridad, aunque tampoco es que le importara en esos momentos tanto su vida. La música la fue apaciguando y enseguida, a los pocos kilómetros, como siempre, la asaltaron los sentimientos de culpabilidad. En la breve escapada anterior, que duró apenas media mañana, se prometió, que no dejaría a la culpa entrar más en sus riñas de pareja. Todas terminaban igual: reconociendo que las formas la perdían, pero que en fondo tenía la razón.
Si todo estaba bien, si todo funcionaba normal ¿Porqué sentía este vacío existencial que aparcaba una y otra vez pensando que ella era la mala? Siempre ella era la mala. No necesitaba verdugo que la fustigara. Con ella misma se bastaba y se sobraba. Se repetía que por alguna razón, sería distinto esta vez.
No supo muy bien cómo, pero llevaba pensando, sufriendo y conduciendo tres horas largas. Salió de la carretera en la primera zona de servicio y bajó del coche sin saber siquiera donde se encontraba. Entró al bar impersonal de carretera y pidió un café solo. Los disgustos le robaban el hambre y las ganas de todo. Se llevó la taza y la prensa que por gentileza del establecimiento, se encontraba a disposición de los clientes en la barra.
Al ojearlo, se dio cuenta por las páginas centrales, que había cambiado de ciudad y de provincia, no una sino dos veces, en la escapada. Se sintió bien y solo por un momento, disfrutó pensando que esta vez sí se preocuparían en casa por la tardanza.
©Teresa Pacheco Iniesta
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