Y por fin, tras tomar de nuevo el camino después de ver la la casa el Sol y haber dejado atrás las visitas de la cantera de Josa, las casillas de Cubero y el Garrotero y el pozo de la Marañosa, nos dirigimos hasta un nuevo objetivo (EL OBJETIVO del viaje, digamos) que era, en principio, ver los chozos de los Muertos y de Vargas y visitar, de paso, la cueva del Bandido. Localizamos todo en un plis y comprobamos su estado.
Dejamos atrás la casa el Sol, con su ganado en el corral (ahí estaban las ovejas y da gusto verlas; quiero decir, que existan aún ganados que uno pueda ver en el campo: esa estampa arcaica), y seguimos adelante hasta llegar al chozo de los Muertos. Está el chozo como lo conocíamos, más que nada porque, cuando esto ocurrió hace cosa de diez años, estaba hundido, el chozo y el corral, y así sigue, que no lo ha visto esto uno de otra manera. De su situación exacta me informó en su día Valeriano López, que andaba yo algo confundido, según recuerdo. Eso sí, uno lo puede visitar porque ahí permanece y puede imaginar uno cómo sería todo antes de la catástrofe (todavía queda una paredilla en pie). Desde ese chozo se atisba el otro, el de Vargas y desde la lejanía ya se comprueba que está también en un estado de salud fenomenal. Tomamos el camino de nuevo para dirigirnos hasta él, que va esta senda que llevamos casi derechica.
Nos acercamos hasta él, aparcamos (que había sitio), bajamos del coche y lo vemos esplendoroso, tal como lo recordábamos. Solo falta una cosa, el dintel de madera, y lo primero que pensamos es que hay que ser desgraciao, traspellao, cafre, robaperas y mala persona para arrancar ese dintel y llevárselo. El chozo -hay que decirlo- fue en su día restaurado e incluso hace unos años se enlució por dentro. Está estupendo y esperemos que así perdure. No queremos irnos de allí sin traernos su imagen en la tarjeta de la cámara y le hacemos unas fotos al "hermano". Verlo hace poco marcado con su nombre en un mapa militar de 1852 fue para mí motivo de contentamiento y una verdadera sorpresa.
Por último, no perdemos la oportunidad de llegarnos hasta la cueva del Bandido o sima de la casa el Sol. En fin, como cueva de la Tinaja la he escuchado también. Como muchas otras cosas de nuestro campo, pocos eran lo que la conocían antes de que uno hablase de ella. ¡Qué gustazo fue el de recoger toda la toponimia de nuestro término, dejar testimonio de ello y divulgarlo para el conocimiento general de los mortales pedroñeros! ¡Lástima que algunos hijos de su madre aprovecharan para robar cosas! ¡Qué bien viviríamos todos sin estos uñas y ladres que se ve que no faltan en ninguna parte! ¡Ni siquiera en el Lugar y alrededores! Los hay analfabetos, catetos y palurdos, que hay que serlo también para perpetrar estas burradas propias de un necio contra nuestro patrimonio.
Pasamos junto al a fuente del Lobo, y, en fin, que encontramos sin mucho andar la mencionada cueva, decidimos no bajar (que no está uno delgaete precisamente y lo mismo si entra luego no puede salir ¡y a ver qué hacemos ahora!). Pero sí le tiramos las fotos oportunas y nos volvemos al lugar no sin antes no subir al cerro de la Ruina (pasando antes junto a la fuente la Greda y el haza la Cadena) por rematar este viajecillo que nos tuvo entretenidos la mañana del sábado 25 de marzo de este 2023 a mí y a mi hijo Ángel, mientras escuchábamos los disparos de los cazadores rompiendo el silencio de nuestros pedroñeros campos.
[Por cierto, si quieres saber la historia del la cueva del Bandido y verla por dentro en vídeo, solo tienes que pinchar AQUÍ].
No hay comentarios:
Publicar un comentario