CRISIS Y DESARROLLO AGRARIO EN TORNO A LOS VIÑEDOS
La pregunta clave es en qué momento las viñas empezaron a dominar el paisaje. Pues los primeros conflictos vendrían en primer lugar con los pastores y los dueños de ganados sanclementinos. Los testimonios nos hablan de mesegueros, a cargo del cuidado de las mieses, y viñaderos, guardando las viñas con unas sólidas ordenanzas desde tiempo antiquísimo. Sin embargo, sin dudar de la pronta plantación de viñas, no nos imaginamos unos campos provencianos dominados por los viñedos en el siglo XV.
Lo que nos parece evidente es que El Provencio llegó antes que San a Clemente al negocio de las viñas. O al menos supo transformar el término en litigio, en majuelos propios que fueron señas de identidad de la villa. Si pensamos en la zona donde el arroyo baja de Majara Hollín para unirse al río Rus, en torno a lo que entonces eran los molinos de Juan Fernández y casa de Sancho López, vemos descrito este lugar a comienzos del quinientos con el nombre de los Cerrillos, tierras de salegas y de pastores. Cuarenta años después es un terreno de viñedos continuo. Para la época de las Relaciones Topográficas, en 1578, la mayoría de la granxería es de vinos, apenas si se coge pan en las tierras de labranza y los ganados apenas si aprovechan los pastos locales y se van a buscar yerbas a los Extremos. La tierra de arenales ha sido ocupada por los arenales y ha expulsado a los ganados.
Cuando los criados de Hernando Colón visitan hacia 1516 o 1517 la zona para elaborar la Cosmografía, nos describen un paisaje de transición, El Provencio nos aparece como un pueblo en llano de doscientos cincuenta vecinos, donde destaca la fortaleza de don Alonso de Calatayud. Al norte del pueblo y al este se extienden las viñas, pero no llegan más allá de la media legua. El resto del término es una sucesión de tierras de pan llevar alternadas con atochares, pero donde dominan las tierras llecas sobre las cultivadas
e fasta las Pedroñeras ay dos leguas llanas de atochares e tierra de pan e fasta socuéllamos ay tres leguas de tierra llana e de atochares e de rromerales e fasta mynaya ay cuatro leguas llanas de tierra doblada e de atochares en salyendo del Provencio pasa a Záncara por vado corre a mano derecha
Al tomar el camino de La Alberca la visión del paisaje era la primera legua de tierra doblada, de atochares y de labranza y la lengua posterior de monte de encinas; al sur, camino de Villarrobledo el terreno era de tierras llanas y de atochares. Es decir, el paisaje que rodeaba a El Provencio era de viñedos en torno a la población, mientras que las tierras de labranza se centraban en el camino de Las Pedroñeras y alrededor de Majara Hollín hacia La Alberca. También era posible encontrar estas tierras de labranza en el camino de Villarrobledo a Las Mesas.
Parece como si las tierras dobladas, los encinares y los atochares se comieran a las viñas de El Provencio. Por contra San Clemente se nos presenta como población de mil vecinos, con grandes pagos de viñas. Aunque la realidad detallada es otra, al norte, este y sur de San Clemente se extiende un paisaje de tierras de labranza, pero que tiene que convivir con las tierras incultas de chaparrales, atochares, cerros y las llamadas tierras dobladas. La sensación de dominio del paisaje por el viñedo venía de la concentración de esas viñas en espacios alrededor de las villas.
Sin embargo, no era un paisaje legado por la tradición lo que veían los provencianos o los sanclementinos. El paisaje que ellos veían es un paisaje nuevo, diferente del que habían visto sus padres una generación antes. Las viñas habían empezado a inundarlo todo. En torno a media legua que rodeaba la villa de El Provencio y en el camino que de esta villa iba a San Clemente. El viñedo estaba en progresión. La imagen hacia 1540 del camino de El Provencio a San Clemente es de hileras de vides sin continuidad, Veinticinco años antes el paisaje mostraba un espacio sin cultivar y en disputa un espacio de media legua entre ambas villas
e fasta el Provencio (por el camino que viene de San Clemente) ay dos leguas muy llanas e de viñas la primera legua e la legua postrera
Será esa media legua el motivo de conflicto entre ambas villas. El Provencio ganará la partida a San Clemente a mediados de siglo, pero a comienzos de la centuria las viñas de El Provencio estaban, en algunos casos, en manos de vecinos de San Clemente, y en otros en la de provencianos que aceptaban de muy mala gana el rediezmo que les exigía don Alonso de Calatayud. Las viñas de unos y otros eran lindantes, Antón García tenía en suelo provenciano parte de sus majuelos, al lado de los majuelos del provenciano Juan Castillo o en el enclave de las Peñuelas.
Nada anunciaba en el siglo XV esta implosión de los viñedos. En las escrituras conservadas en el arca del archivo municipal, las ventas de tierras de los años 1421 o 1422 son tierras de pan llevar. Alguna viña, pero destinada al consumo familiar, su extensión no suele pasar de una aranzada. En general, es un paisaje minifundista de hazas de cereal, que difícilmente llegan a los diez almudes. Los propietarios más afortunados tenían haciendas medias, pero esparcidas por todo el término; fundamentalmente, salpicando los caminos que salían de El Provencio hacia Las Pedroñeras y Santiago y, en menor medida, hacia Villarrobledo o Minaya. Las tierras a la izquierda del camino de El Provencio a San Clemente hasta Majara Hollín están dominadas, es un decir, pues son más las tierras incultas, por hazas de cereal y solo en el sitio de los Nadaderos aparecen majuelos familiares. Si la tierra de pan llevar apenas si llega a diez maravedíes el almud, media aranzada de majuelo (unas doscientas cepas) alcanzan la cifra de quinientos maravedíes.
La apuesta durante todo el siglo XV es por las tierras de pan llevar. En la segunda mitad del siglo, su precio se ha triplicado, pero también el de las vides: tres cuartos de viña alcanzan el precio de los setecientos maravedíes. Los aumentos de precios quizás nos indiquen una mayor competencia por la posesión de la tierra. No obstante, son otros los cambios que nos interesan: la concentración de la tierra, en haciendas medias, se hace presente; los institutos religiosos, como el vicario de la villa, reciben considerables tierras en donación de un vecino de Vara de Rey, que es como decir de San Clemente. Recalcamos esto, pues los indicios de presencia de vecinos sanclementinos como propietarios de tierras en El Provencio es innegable, como lo es la desconfianza del concejo de esta villa, que les obliga a obtener una licencia de posesión para adquirir la propiedad.
Aunque lo que más nos interesa es la irrupción de los viñedos desde comienzos del quinientos. Símbolo de los nuevos tiempos es que la ermita de Santa Catalina cede un majuelo de su propiedad a cambio de una renta de 105 maravedíes anuales. Es una explotación ya de tamaño considerable: cuatro aranzadas con capacidad para más de 1500 vides. Por esa misma fecha, el sanclementino Antón García basa su hacienda y su riqueza en los viñedos, algunos de ellos en términos provencianos, como se ha dicho. Es ya una hacienda mayor de hasta quince aranzadas, unas seis mil vides. En estas dos primeras décadas de comienzos de siglo, las plantaciones de cepas se generalizaron. Las ventas que nos han quedado escrituradas lo demuestran, aunque el precio de las vides, de tres a tres maravedíes y medio, tal vez nos indiquen ventas llevadas de la necesidad. Valga como ejemplo la venta de un vecino de La Solana llamado Fernando Olivares (¿de los Olivares de San Clemente?) que cede más de 3000 vides en 1507. Este año es un año de agudización de la crisis, que necesariamente determina el precio. Un año después las viñas de Antón García son valoradas en un precio tres o cuatro veces superior a la venta de 1507.
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