por Vicente Sotos Parra
La verdad es que yo pienso, como algunos de vosotros, qué habría pasado si Felipón hubiese llegado a la universidad sin importar la rama a la que se hubiese dedicado, pues seguro estoy que tendría una plaza o calle con su nombre para que se perpetuase su memoria a las generaciones posteriores.
Pero esto no sucedió. Ya sabemos cómo es el paisanaje español, muy acostumbrado en su historia al reconocimiento una vez bajo tierra, y no antes de que esto pase. El ver el reconocimiento de sus paisanos en vida.
Recuerdo un año en la Semana Santa, y a pesar de no ser católico de misa diaria, quiso participar en la ayuda del anda. Todo esto sin abrir la boca, su madre le compró una pelliza de la Mota del Cuervo, que por lo menos tenía diez metros de tela de aquella de cinco centímetros de grosor con cuello de piel de conejo que sobresalía por las solapas y parecía un marqués de alta alcurnia, y de rancio abolengo. A esto le añadimos unos pantalones de pana negra recién planchaos, camisa de tergal de un blanco impoluto, los zapatos que el hermano Demetrio el Trueno se los hizo a medida, pues del cincuenta y cinco no tenía horma y tuvo que hacérselos a su medida de color negro. Yo no sé lo que le costó la broma. ¡Antes he dicho un marqués y puede que me quede corto!
Su pelo liso llegándole a la altura de los hombros con brillantina de sobra para que le se reflejara la luna en su cabeza que pareciera de día.
Nada que ver con el gañán rústico del que aparentaba el resto del año. Todo esto luego supimos que fue idea de la madre, que hizo en su día la promesa de que su hijo pasearía al santo por todo el lugar. Y a fe que lo consiguió, dando muestras de que sus promesas se hacían realidad, y a la vez darle en los bajos una patada a los que la tacharon de fácil convencer en el asunto “ese”.
Ocurrió que todos los presentes querían llevar al santo, pero en la parte delantera de la lanza ya que de esta forma era más visible su participación en el evento, liándose una pequeña trifulca entre los que querían llevar en su hombro al santo. Dio una palmada con las dos manos y dejando a todos pasmados. "¡Yo solo me sobro para llevar al santo en la parte de atrás!"
Los presentes se frotaron las manos pues se cumplía su deseo de estar durante toda la procesión en la parte de delante del anda.
Cogiendo dos zancos que se encontraban junto a la pared, los cruzó sobre las lanzas y sujetándolos con dos correas, se inclinó y puniendo estos sobre sus hombros, levantó el anda diciendo: "¡Cuando queráis, salimos!"
Mira tú por dónde que el que más fue ensalzado, alabado, y casi subido a los altares fue Felipón, ganándose así las simpatías de todos sus paisanos de una forma a la que nunca estuvo en su afán de ser protagonista.
Esto ocurrió el Jueves Santo y al día siguiente era la comidilla de todo el pueblo. Siendo todos considerados de aprovechaos, falsos, feligreses, y faltos de solidaridad,
En Viernes Santo, los chamuscados por lo del Jueves deciden poner a Filipón en la parte de delante para de esta forma contrarrestar el bochorno del día anterior, pero tampoco el pueblo lo entendía así, pues pensaban que estaban lavándose las manos como Pilatos. Lo intentaron, pero no lo consiguieron y se quedó el siguiente chascarrillo.
Si dejas que Felipón se cargue,
la parte de atrás, como la de delante,
el paso luce por ser llevado por
Felipón, el Grande.
Una prueba más del personaje, y de su filosofía de vida, pues sin proponérselo salía ensalzado, de la misma forma que se ganaba la antipatía de los envidiosos.
Educa a los niños y no será
necesario castigar a los hombres.
(Pitágoras)
Continuará...
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