A mi amigo Carlos Martínez Rubio el alcalde le dio a elegir su calle en el pueblo, y ahora en vida, que es cuando se deberían poner las calles a las personas que las merecen para que ese dulce que a nadie le amarga, como me recuerda el mismo Carlos, se saboree al menos un poco en vida, aunque sea un ratejo largo. Y él no quiso otra que esa escondida ("senda por donde han ido..."), esa escondida callejuela sin vecinos, esa cuestecilla que desemboca en la calle de su tío. Un antojo, un caprichejo si queréis, pero quien conozca la historia sabrá que más que antojo es un anhelo, y a mí me parece muy bien para una persona entrañable como Carlos, que seguirá siendo polvo enamorado por muchos siglos. Porque, amigos, Carlos pasó su niñez y su juventud en el pueblo donde nació, en Pedroñeras, y en la esquina de esa travesía con la Montejano vivía su amor, y ese amor verdadero un día se consagró en unión, perdurable unión hasta que vino un día una señora de negro a trastocarlo y enlutarlo todo. Allí, día tras día, Carlos hablaba con su Beatriz, en la acera o a través de la ventana, y Carlos solo quiso para él esa calle, la que tantos recuerdos le traía, no una principal ni más larga, solo esa llena de ecos de aquel amor siempre tan cercano. Así que la voluntad de un pueblo, que tanto debe a Carlos durante su cargo como gerente del hospital conquense, así como esa mano que va disponiendo todo desde arriba, sintió que le debía ese rincón entrañable, el breve tramo donde ocurrió el milagro del amor entre él y su Beatriz, a la que reza, a la que idolatra, como ese tal Calixto creyendo en Melibea, la única deidad a la que adorar.
Más aún, esa pequeña calle era afluente de la de su tío, el aviador laureado Félix Martínez Ramírez, con lo que ahora andarán (volarán mejor dicho) paredaños, el uno junto al otro en un eterno vuelo, tío y sobrino, tío al que veneró el sobrino y del que aún guarda recuerdos entrañables de su niñez.
El día 4 del presente se aprobaba por unanimidad el pleno consistorial lo que por justicia (por derecho iba a decir) quizá no tendría ni que votarse. Ese día 4, además, coincidió con el aniversario de la muerte de su Beatriz, de su Beatrice para un Dante poeta como en el fondo lo es Carlos, quien hace poco nos regaló un libro propio entrañable, lleno de pasión y de idolatría pagana, a los amigos.
¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos,
y a los bravos y dañosos,
un león!
Esos versos que Jorge Manrique dedicase a su padre en sus conocidas Coplas, creo que le cuadran perfectamente a este esforzado caballero, un alma pura, del que tan fácil fue hacerse amigo. Habrá quien verá escondido en el nombre de esta calle un motivo político, pensando en ese pasado divisionario del ahora apolítico Carlos; apolítico de derechas, pensarán algunos, y quizá sea así, pero si uno lo visita alguna vez, le abrirá las puertas de su casa, cortés, sin preguntarle si es de un partido o de otro, si cree en Dios o no cree, si es rico o es pobre... porque eso, incluso el pensarlo, sería sencillamente obsceno en una persona de bien. Si es de Pedroñeras, ya puede uno encontrarse en su propio hogar. Franqueará la puerta de su piso conquense en Princesa Zaida, y de frente se dará de bruces con un pequeño cuadro, una viñeta enmarcada del gran Mingote. En ella un niño está sentado en las rodillas de su anciano abuelo. El niño le pregunta al viejo: "¿Qué es preferible, abuelo, ser de derechas o de izquierdas?" A lo que el sabio, pero no senil, abuelo le responde: "Antes que nada, no ser gilipollas, luego ya..." Eso lo ha aprendido este también sabio anciano, pero no senil ni decrépito, Carlos: que importan las personas mucho más que las ideas, que importan la razón, el entendimiento, la decencia o la honradez mucho más que el fanatismo. Y en dar lecciones en este sentido, Carlos es un prohombre en el que anidó la virtud y esa magia especial para hacer amigos, que es lo mismo que para ser querido.
Yo me alegré mucho desde que conocí la noticia, pues mi relación con él, con Carlos Martínez Rubio, va aumentando en años a medida que él se va acercando a la centena y nos va haciendo viejos a todos. ¡Quién llegara a esa edad con la clarividencia y la locuacidad con que te acogen siempre sus palabras, con esa felicidad siempre dando vida a su cuerpo enteco y vivaracho, irradiando afecto, calor, vida!
Carlos con su esposa Beatriz.
Enhorabuena, Carlos, amigo Carlos, por esa calle sin vecinos que espíen vuestros secretos, por esa placa tan hermosa y digna que luce en esa esquina para ti siempre tan cercana, tan presente, aunque vivieses ya lejos de ella. Creo que alguien por allí arriba, cuando la han colocado, ha sonreído o ha llorado, y de seguro que ha derramado un montón de besos que te han visitado el cuerpo para sembrarte el alma, para regártela, para hacer brotar más bondad y más amor aunque eso sea en ti casi imposible.
Muy buen artículo y merecido homenaje. Gracias por compartirlo. Felicidades para Carlos. Ahora le falta ver publicado ese libro, "Rusticidaes
ResponderEliminarmanchegas" por el que también él está poniendo de su parte todo lo que puede.
Pues sí que sería una buena culminación de este merecido homenaje. Gracias, Fabián.
EliminarMuchas gracias por este artículo sobre mi abuelo. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarGracias, Ignacio.
EliminarMUY BUENO ANGEL AMIGO ERES EL MEJOR
ResponderEliminarPues gracias, aunque no sé quién eres.
EliminarME HA ENCANTADO SU ARTICULO. CARLOS, MI "SUPERABUELO", ESTA FELIZ.
ResponderEliminarGRACIAS.
CHRISTIAN.
De eso se trataba, Christian. Un saludo y gracias (y no me llames de usted, por favor).
EliminarEnhorabuena por el artículo Ángel. Conciso y a la vez muy completo y preciso, y lo que es mejor, redactado con cariño.Sin duda un merecido homenaje a Carlos.
ResponderEliminarGracias, Ofelia, por tus palabras.
EliminarGran artículo y merecido homenaje a todo un caballero, a un hombre de bien. Carlos tiene alma de poeta y mirada limpia. Su sensibilidad y su gusto por el detalle, por el trabajo bien hecho, por la honradez, es algo que me ha marcado desde que le conozco. ¡Qué necesaria es esa "elegancia vital" en nuestra época! Carlos: Beatriz, tu ángel en el cielo, sonríe orgullosa, no lo dudes...
ResponderEliminar