por Tomás Aguado Millán
Queda poco para que llegue la fiesta, la
caminata, el reencuentro, la emoción, la fe, el fervor, las caras en las que se
mezclan el cansancio por la caminata y la alegría por conseguir el objetivo de
llegar, tras 35 kilómetros, a la ermita de la Virgen de la Cuesta. Mientras, los
anfitriones alconcheleros esperan con la misma alegría la llegada de sus
huéspedes que año tras año, desde hace cientos, llegan a sus tierras.
Y siguiendo con nuestro periplo (ver tramo 1 y tramo 2), este llega a su tercera entrega para adentrarnos en la amplia vega del Záncara en la llamada Dehesa de Alcahozo donde el ser humano ha conseguido desde sus orígenes más ancestrales colmar todas sus necesidades agrícolas y ganaderas. Lástima que muchos de estos restos sean expoliados por detectoristas sin escrúpulos que con cada objeto que arrancan de la tierra nos roban a todos un cachito de nuestra historia.
TRAMO
3. De la Encomienda al Castillo de Haro
Tras coger, por tanto, de nuevo el
camino y salir del paraje de La Angostura, entramos en la fértil Dehesa de
Alcahozo en la que se cultiva principalmente cereal, ajo y más adelante vid,
además de ser indicada para la cría de ganado. Dicha dehesa tiene una anchura
de aproximadamente un kilómetro dividido por el río Záncara y encuadrada por
los cerros de la sierra de Haro al oeste y otros cerros y colinas al este.
Ambos lados de la dehesa están ocupados por monte bajo y de encinas y pinos,
siendo guarida de múltiples especies faunísticas y son aprovechadas
cinegéticamente. Pertenece gran parte de ella al término municipal de
Villaescusa de Haro.
Dentro de la dehesa y tras dejar a un
lado los restos del molino hidráulico de la Angostura se contempla en la orilla
opuesta una gran edificación que corresponde a la Casa de la Encomienda de
Alcahozo o de Mendizábal. El sobrenombre se refiere a que la finca fue
adquirida por José María Álvarez de Mendizábal, ministro de agricultura en la
república y natural de Las Pedroñeras, poseedor en su tiempo también de la
finca de La Veguilla y del entorno del Robledillo.
La construcción principal se trata de
una casa de tres alturas y planta cuadrada. Tiene quince ventanas por lado,
cinco por piso, excepto en la parte baja del lado sur donde se abre la puerta
principal. Está construida en sillarejo reforzado por sillares más trabajados
en las esquinas. El tejado no existe al haberse desmontado a través de un
proyecto inconcluso que pretendía restaurarlo pero que desafortunadamente no se
llevó a cabo. Tiene a su vez varios adosados construidos principalmente en
tapial revocado de cal y mampostería en el que destaca una en el lado suroeste
de dos alturas en estado de semirruina. También hay otras construcciones
cercanas que fueron utilizadas para guardar el ganado así como una era.
Continuando el camino hacia el norte se
ve, también al otro lado del río, la otra Encomienda denominada de Chicuelo II,
un torero que fue propietario de la finca durante el siglo XX. Además de tener
construcciones contemporáneas, conserva partes originales construidas en
tapial. Estas construcciones no están en
el camino propiamente dicho, pero merece la pena desviarse.
Ambas Encomiendas tienen su origen en
las órdenes militares, en este caso fue la orden de Santiago quien tiene esta
propiedad y aparecen en distintos documentos de amojonamiento desde el siglo
XVI. La antigüedad de la explotación de toda la vega del río se demuestra a través
de estas construcciones y otras de las que quedan restos, además de múltiples
yacimientos arqueológicos que, desde el paleolítico, pasando por morras de la
edad de bronce, villas romanas, etc, están presente a lo largo de todo el río y
dejan muestras de la explotación humana del territorio desde épocas
prehistóricas. Más cercanos en el tiempo, pero denotando la misma importancia en
la síntesis del hombre con el entorno son los distintos restos de otros molinos, caleras, colmenares, casas de
labor, pozos, etc. que encontramos dispersos e incluso escondidos por las
cercanías del camino.
En la actualidad esta vega sigue dando
sus frutos, y uno de los ejemplos más interesantes por su implantación a nivel
mundial es la finca Entresendas o Inanna en el paraje los Castejones ya en el
término municipal de Carrascosa de Haro. En esta finca se cultiva vid
principalmente, ajo, cereal y huerta y se crían ovejas negras puras manchegas
para la elaboración de queso. Todo ello empleando el sistema biodinámico de
cultivo sin utilizar pesticidas, herbicidas o cualquier otro elemento químico y
siguiendo el ciclo natural de la tierra con respecto a la luna y los planetas.
Dentro de esta corriente, de origen
alemán, se edificó una bodega de planta dodecagonal coronada por una veleta
con forma de Demeter o Ceres. A su vez
dispone de doce ventanas en la parte superior decoradas con vidrieras que hacen
referencia a cada una de las constelaciones zodiacales y en su interior
descansan las barricas y tinajas donde se elabora vino. Cabe destacar que en la
misma finca hay un yacimiento arqueológico correspondiente a una villa romana
en la que también se elaboraba vino.
A continuación siguiendo el camino
dirección norte cruzamos por última vez el río Záncara en el molino El Blanco.
Está ubicado en el cruce de la carretera vecinal CUV-8345 con el camino de la
Virgen de La Cuesta y la Cañada Real de los Chorros. Se trata por tanto de un
punto clave en la antigua distribución viaria de la zona. Este molino, como la
mayoría conservados, o no, en esta zona, estarían en funcionamiento
probablemente desde al menos el s. XVI puesto que en la Relaciones de Felipe II
se mencionan muchos de los molinos del río Záncara y en este caso en
particular, también en el Libro de la
Caza de D. Juan Manuel del siglo XIV junto con el Molino el Saz que está
unos metros aguas arriba. Es probable que muchos de estos ingenios tengan un
origen anterior, tanto de época musulmana como incluso romana.
El uso de los molinos hidráulicos
harineros fue de capital importancia durante muchos siglos debido a la
necesidad básica del grano y la harina en la dieta de los habitantes de la
zona. De todos los molinos construidos en torno al río Záncara el mejor
conservado y el único que aún puede ser usado es este molino del Blanco debido
a la restauración llevada a cabo por un campo de trabajo en el año 2001, lo que
posibilitó el mantenimiento de la maquinaria y el uso turístico del recinto. Una
gran iniciativa que ojalá y hubiera sido imitada.
Continúa el camino siguiendo el río
Záncara aunque esta vez lo dejaremos a nuestra izquierda, para llegar al
mencionado molino del Saz y continuar dirección N hasta llegar a la carretera
N-420 donde vemos al fondo el majestuoso Castillo de Haro. Antes de llegar a la
carretera hay varios lugares interesantes que estuvieron habitados algunos
hasta pocos siglos, como es Bolonia, nombrado en diversos mapas hasta
aproximadamente el s. XVIII. Nada más
cruzar la carretera nacional, llegamos al molino semirruinoso del Cucharano, Escuchagranos o Escucharranos justo debajo del castillo de Haro. Una suave pendiente nos lleva
al entorno del castillo y el lugar donde se ubicaría el pueblo de Haro.
Primer tramo:
Continuará...
ENLACES CON TODOS LOS TRAMOS (pincha en ellos para verlos):
Segundo tramo:
Tercer tramo:
Cuarto tramo:
El molino escuchagranos, o escucharao como lo llamaba mi padre, pertenecia a mi abuelo Ladislao
ResponderEliminarMi madre era natural de Las Pedroñeras y mi padre nacio en el molino hidraulico Escuchagranos ubicado en el rio Zancara
ResponderEliminarYo tengo anotado en el libro "Mapa de Las Pedroñeras" que un tal Catapún, procedente de El Hito, se casó con Claudia Mota. Trabajaban en ese molino.
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