por Fabián Castillo Molina
La semana pasada, por un
lado hicimos una prueba para comprobar si el registro de la voz y la forma de
expresión de quien habla es suficiente para que otras personas le recuerden una vez que han pasado varios años, o el olvido lo invade todo en poco
tiempo cuando el ciudadano es humilde, sencillo.
Por otra parte, pudimos escuchar también algunas expresiones que mostraban los miedos de los niños y niñas no tan chicos. Por ejemplo Rufino decía que un “sacasebos” venía en un caballo y… luego el “sacasebos" resultó ser un abogado y administrador de las fincas que pisaban. Esta secuencia que contaba nuestro protagonista transcurría en tierras de El Colmenar, próximo a Rada de Haro, más conocida como “La Errá” hace ahora cien años aproximadamente. El miedo que se inculcaba a los pequeños por estas tierras hasta los años sesenta del siglo pasado seguían siendo los mismos desde al menos principios de siglo. Decían los mayores “Que viene el bu”, “que vienen los gitanos”, el “sacasebos", el “sacamantecas” o “cuando venga tu padre te vas a enterar”. También había mucho miedo a la oscuridad. Cien años después ¿a qué temen las criaturas de las mismas edades? ¿Y los adultos? ¿Sigue valiendo el dicho “El miedo guarda la viña”? ¿Para qué sirve el miedo? ¿Por qué el poder y los estados meten tanto miedo a la gente y por qué ellos temen tanto decir la verdad?
La lista de preguntas acerca del miedo o de los miedos es casi interminable, pero dejémosla ahí por ahora y, si alguien quiere dejar alguna respuesta, que la deje.
Hoy añadimos unos
cortes de aquella conversación mantenida en 1981, con Rufino Lopezosa Muñoz y
su hermana Alejandra que intervenía con gusto de vez en cuando. Además de los
miedos, aquí escucharemos hablar también de la relación de Rufino con
Mendizabal y todavía quedarán varias historias más que contar para otra entrega
o dos.
Ya hace años que dejaron este mundo, primero Rufino y
después Alejandra, pero sus voces están ahí en su presente y se mantienen sin
envejecer, como si acabáramos de grabar la conversación. Tanto uno como la otra
eran personas vitales, alegres, luchadoras, buena gente; conscientes de sus años y de que ya llevaban
un buen trecho del camino recorrido, pero que les gustaba que su palabra y sus
vivencias quedaran retratadas de aquella forma para que luego, cuando ya no
estuvieran todavía fuera posible seguir escuchándolos.
AUDIO
AUDIO
©Fabián Castillo Molina
No hay comentarios:
Publicar un comentario