Este es el tercer artículo que publicamos por aquí del pedroñero Luis Pérez González. En entregas anteriores, por si estáis interesados, os dejamos los titulados "La agricultura y su industrialización científica" (leedlo AQUÍ) y "Deserción ante la agricultura" (por AQUÍ). Este que publicamos hoy se vio publicado en el número 258 de Ceres (Madrid, 1 de diciembre de 1957). Se titula "Paréntesis" y es especialmente entrañable. Lo transcribo completo para que lo degustéis con mayor placer.
El artículo:
Paréntesis
Por LUIS PÉREZ GONZÁLEZ
Cuando escribo estas líneas ya quedan finalizados las faenas de la recolección. Como si hubiéramos permanecido bajo los efectos de un espejismo, hoy contemplamos la eras completamente desiertas de todo vestigio que pudiera dar señal de su pasada ostentación.
Allí donde solo hace unos días admirábamos una extensa ciudad de mies y grano, con sus revueltas calles de doradas edificaciones, sus largas y alineadas colinas de producto en bruto y sus montañas de paja en sus más diversas figuras geométricas, hoy nuestros ojos no ven otra cosa que la arcillosa y macilenta faz de lo que fue asiento de aquella gran ciudad y escenario de afanes y rebullir laborioso.
Todo terminó. Y es este paréntesis, que para la vida del campo constituye el mes de septiembre, el respiro del agro al agobio del trabajo y un alivio a sus desvelos. Es, en fin, el resumen de todo un año de lucha por la existencia sintetizado en el placer de contemplar pedazos de aquella desaparecida ciudad convertidos en precioso tesoro, cual metamorfosis prodigiosa.
Septiembre lo es todo para el hombre de la tierra. Es para su persona regazo materno, capaz de sentir sus penas y alegrías. Dándole cuanto tiene. Es para él la dulce y amorosa esposa que la acompaña en su vida de asueto y alegría de fiesta.
Porque en el orden del tiempo es la tregua, entre faena y faena, como remanso entre vertientes impetuosas, es septiembre el mes de las fiestas. Asueto y jolgorio y alegría bullanguera en el sencillo y noble sentir de la vida del campo.
Así es su vida: austera y laboriosa. No menos dura y cruel por su sencillez y laboriosidad, pero también dulce y apacible en el seno de este paréntesis de tregua rural.
ÁCS
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