No sé por qué razón siempre me gustó, ya desde mi época de estudiante por Madrid, recoger cosas sobre nuestro pueblo. Me recuerdo en la fabulosa biblioteca de la Universidad de Comillas fotocopiando entradas sobre Pedroñeras en los variados diccionarios geográficos que albergaba. Y fotocopiando también cosas sobre el ajo. El ajo y Pedroñeras eran temática que, por afición, me tenían entretenido aparte de mis estudios allá por los Madriles en aquella época de juventud algo grisácea y nebulosa. No recuerdo esa misma afición en mis amigos, ni tan siquiera un determinado interés, no al menos hasta el punto de desear dedicarle una charla, menos aún un estudio o una somera investigación. Se ve que yo era el friki, el rarito, aunque uno tendía a pensar, sin fundamento, que lo extraño era que el pueblo de uno, su historia, su folclore, su habla... no fuera materia "de interés general" para un paisano. Raro que uno sigue siendo.
Los primeros apuntes sobre lo que luego fue libro, el del ajo, nacieron entonces, en aquella época lejana que en el recuerdo sigue deambulando a tientas, como un anciano entre la bruma. Fue de hecho un libro que nació sin querer. Fui anotando refranes, curiosidades, su historia, subrayaba párrafos en los que aparecía mencionado en las novelas que iba leyendo o en cualquier papelote impreso que caía en mis manos, y como consecuencias de ello empecé a investigar sobre el origen de su cultivo en Pedroñeras y a preguntar sobre las faenas tradicionales, hasta que, al fin, tenía tanto material que pensé que podría interesar a alguien una vez clasificado.
De modo que tras haber sido estructurado, ilustrado y prologado, y corregido una y otra vez, lo llevé afeitado y alifado a ADI El Záncara y les gustó el proyecto y la idea de publicarlo. Ya tenía portada, esa imagen convertida en un naipe; ese as de ajos sería la que presidiría el libro. Todas las horas empleadas en su confección cobraban forma: Jardín de curiosidades sobre el ajo. Un título general al que se le añadía lo de "El refranero del ajo" (pues ese apartado ocupaba, si no el grueso, sí una buena parte del trab-ajo) y lo de "El ajo en la comarca de Las Pedroñeras" (que de alguna manera amparaba o justificaba su publicación por la mancomunidad del Záncara).
En fin, el libro salió, se presentó en el auditorio, yo me quedé con una parte proporcional y se distribuyó entre los pueblos que formaban parte de la asociación. Todavía conservo algunos ejemplares, que suelo regalar, ya lo sabéis. Recuerdo que le envié un ejemplar a un compañero de clase que hoy trabaja en el CSIC y me dijo laudatoriamente que si ese libro se ponía en un palé repleto en Fnac o la Casa del Libro se lo llevarían como churros. No fue el caso, claro. Tampoco se pretendía tamaño despropósito. Uno peca de ínfulas más bien limitadas.
Sirva este pequeña y rápida introducción para otros artículos en los que iré dando cuenta de esos refranes que en un número superior a 250 andan recogidos en el librito. Supongo que habrá a quien le interese. Lo mismo también me equivoco esta vez.
ÁCS
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