Habituales a la par que perseguidas eran las llamadas cencerradas en nuestro pueblo. Llamaban con este nombre de cencerrá a la "serenata nocturna, con ruidos, música y canciones, que se daba a los viudos que se casaban por segunda vez la noche de bodas, para no dejarles dormir" (diccionario pedroñero). La mayoría de estas canciones, siempre en plan de chufla, tenían un llamativo aire obsceno, muchas veces enmascarado por letras de doble sentido, letras que sugieren más que dicen, siendo que en esas connotaciones lascivas que a nadie escapaban (más aún en el contexto en que se ejecutaban) estaba contenida la gracia infinita de estas tonadas.
Una de estas cancioncillas decía así:
Con una viuda me caso,
todos dicen que voy bien:
por un camino triado
nadie se puede perder.
La letra, claro está, se pone como en boca del desposado, del que se acaba de casar con una viuda. Todos le dicen que marcha por buen camino, por un camino triado o trillado, esto es, por el que ha habido una gran flujo de transeúntes y vehículos. Nadie desconoce qué oscuro camino es ese, ni cuáles son las ruedas que han triado tal senda, esas que le han marcado la dirección y se la han limpiado de obstáculos. ¡Qué ventaja esa de no tener que preocuparse por el miedo a perderse y desviarse por pobrecicos caminejos aledaños! ¡Y qué guasa la que se gastaba el pueblo con estas cosas que tienen que ver con lo sexual!
No es tema este, el que se trata en esta pequeña cancioncilla, desde luego, que haya quedado fuera de la poesía popular más clásica. Os pondré un par de ejemplos de semejante laya. Cambia el tono, que en el cantar pedroñero parece irónicamente alegre.
Pedro de Orellana, en el siglo XVI recogía del pueblo esta que os copio:
Por el valle donde ha de arar
el desposado,
por la calle donde ha de arar,
otro había arado.
No creo que necesite explicación. ¡Qué grata sorpresa encontrarse con la tierra ya arada en la noche de bodas cuando uno ha sido casto durante el noviazgo, sacrificándose, en espera de este gran momento, casi sagrado, donde nos espera el regalo de la pureza en la noche nupcial! ¡Ay de ese barbecho ya con una primera reja pasada! ¡Ay de la cara que uno se le tiene que quedar!
Aunque no es el caso concreto del que se casa con viuda, que, más aún si tiene hijos, camina a sabiendas de lo que va a encontrarse, o no encontrarse, claro.
De ese mismo siglo XVI, en el Cancionero de Sebastián de Horozco, podemos leer esta otra:
Y también tendréis quitado
el trabajo de romper,
pues que ya está barbechado,
y aun me dicen que sembrado:
no falta sino coger.
¡Madre mía! ¡Ya sembrado y todo! ¡Qué chollo! Ya todo preparado únicamente para recoger el fruto de esa siembra.
Por último, apunto un refrán que leí en el Vocabulario de refranes de Gonzalo de Correas, de principios del siglo XVII. Más que refrán es una frase hecha, un comparativo que se ve que se usaba por aquella dorada época: Como quien casa con viuda, que el mismo recopilador explica como aplicado a "lo que está fácil y el camino andado". Lo entendemos perfectamente, don Gonzalo.
ÁCS
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