por José Vicente Navarro Rubio
De esos hoteles con encanto
que hay en Castilla la Mancha
uno quiere recordar la gran tranquilidad
que en ellos se puede disfrutar
y al mismo tiempo gozar
de esa cocina de corte medieval
que en esa zona se respeta
desde los tiempos en que Don Quijote solía yantar
en posadas y fondas
que todavía hoy se pueden encontrar
con solo salirse de la carretera
y viajar
por pueblos perdidos en la España rural
de un mundo desdibujado
desde que nadie sabe respetar
las mínimas normas de convivencia
y esa educación particular
que solo se puede aprender allí donde hay paz.
Recuerdo Alarcón, ¡vaya lugar!
con su parador-castillo y restaurantes
que a la vista están
de todos aquellos que lleguen hasta el lugar
sin prisa alguna y con ganas de pasar
un fin de semana sensacional
y cómo no Segóbriga
con su parque monumental
y restos arqueológicos
de esos que nos vienen a mostrar
la grandeza de la Roma Imperial
y de allí
en volandas y sin parar a Uclés,
patria de quien en ella quiera morar,
y para más decir
y alguna boca callar
mesón de pobres y ricos
y de algún cardenal
que hasta su monasterio se llega para orar.
Belmonte me viene a recordar
la grandeza de un lugar
y ese don especial
que tienen las tierras manchegas para mostrar
lo bueno y lo malo de un lugar
antes de marchar para Almagro
con el fin de visitar
su corral de las comedias
y en su plaza magistral
beber un buen coñac Peinado
y regresar
corriendo o como se quiera, sin tardar,
hasta San Clemente
que por allí suele estar
marcando con su plaza y palacetes.
de caballeros sin testar,
que es plaza fuerte
y de ella salir tras parar y descansar
hacia una carretera que te llevará
hasta Las Pedroñeras
si es que en esto de degustar
tienes olfato especial
pues en ella se encuentra el Restaurante Las Rejas
y para más hablar
ahora le toca a la Cuenca monumental
con sus callejas que suben
y vienen a bajar
por el mismo lugar
y sus casas colgadas
que en botellas de resolí se vienen a encontrar
después de beber agua
y pasar por un puente que lleva
a un más allá de esa bella ciudad.
Me quedo de esas tierras
con su sintonía singular
y si usted amigo a amiga
quiere salir de casa
no lo dude y marche sin pensar
cuándo regresará
pues Castilla la Mancha se abre
como una flor en un ojal
y si en ella vives
o vienes a veranear
es difícil que te marches
pues todo en ella viene a ser paz y tranquilidad.
©José Vicente Navarro Rubio
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