Desde el cerro de la Virgen, al fondo, puede divisarse la cueva
por Rafael A. Iniesta
Sábado de 1992, uno de tantos que salíamos a tomar café con los amigos. Terminas el café, la copa y te subes en el coche con rumbo a ningún sitio. Sabemos que hasta las 10 de la noche que saldremos de fiesta no hay nada que hacer, pues habrá que inventar algo hasta esa hora.
El caso es que sin darnos cuenta y sin motivo ni plan alguno nos presentamos en
LA VIRGEN DE LA CUESTA.
Desde el interior de la cueva hacia el exterior
Se hace muy raro ver el cerro “pelao”, sin gente, sin coches, es la primera vez que nos encontramos allí sin ser romería , la ermita está cerrada como es lógico, pero si se puede tocar la campana, ja ja ja. En fin, pasamos un rato por el cerro y empezamos a baja dirección a la cueva, yo había ido ya varias veces, pero mis compañeros de aventura no.
El interior
Todo aquello estaba desértico, y como no llevábamos preparación para entrar en la cueva, nos quedamos con las ganas, pero sí que en la entrada, donde todavía llegaba la luz exterior, pudimos arrancar algunas piedras de esas tan bonitas que allí hay, cosa que yo sabía que a mi madre le haría mucha ilusión, y así fue: durante años las ha cuidado como “oro en paño”, como si estuviesen benditas como la Virgen misma. Aunque nadie me quitó la regañina que me echó por irme allí, “que me podría haber pasado algo”, como siempre nos decían nuestros padres .
©Rafael A. Iniesta
[NOTA: La cueva de la Virgen de la Cuesta fue una de las muchas explotaciones romanas de lapis specularis (yeso cristalizado o espejuelo), que en Hispania tenía una calidad especial, más aún el conquense. La abundancia de este mineral posibilitó la fundación y crecimiento de Segóbriga. El espejuelo se usó sobre todo en arquitectura, pues al ser traslúcido permitía la entrada de luz y calor, de modo que se usaron para cubrir vanos en las paredes y cúpulas, a modo de ventanales. Para saber mucho más, aquí].
No hay comentarios:
Publicar un comentario