Este año, la encargada de leer el pregón de las fiestas de Pedroñeras 2013 era nuestra amiga Teresa Roldán, así que allí estuvimos los amigos escuchándola desde primera línea de fuego. Por supuesto nos encantó (como no podía ser de otra manera). Es una pena que estos textos tan elaborados se queden cada año sin publicar. Más de una vez he pensado que se deberían recopilar e intentar hacer una publicación conjunta para mayor gloria de los pregoneros, de Las Pedroñeras, sus fiestas y el ajo de esta tierra. Supongo que algunos sería casi imposible recuperarlos. Pero este de "la Roldana" (como la llamamos nosotros amigablemente) desde luego no se quedará en su mera oralidad, porque nuestra amiga nos lo ha enviado y lo publicamos en este blog por entero para que también llegue a los que no pudieron asistir este año al acto de presentación de nuestras fiestas y para que permanezca aquí archivado para siempre. Enhorabuena, Tere, y gracias.
PREGÓN DE LAS FIESTAS DE LAS PEDROÑERAS
Alcalde, concejales y resto de autoridades, vecinos y
vecinas, amigos todos, buenas noches. Enhorabuena a la reina y damas de honor
de este año, que nos van a representar a todas y cada una de las mujeres de la
localidad, durante 365 días. La reina es hermana de reinas, con lo que ya viene
con los deberes aprendidos, y junto a su corte no nos defraudará y dejará el
pabellón bien alto. No tengo ninguna duda.
En primer lugar quiero dar las gracias al alcalde de mi pueblo
y al resto de la Corporación Municipal por haber pensado en mí para que este
año pregone las fiestas de Las Pedroñeras, en un acto que es la antesala y el
pistoletazo de salida de unos días festivos, de descanso, de reuniones y
encuentros familiares; en definitiva, unos días de alegría, de parón laboral,
que nos deben servir para tomar fuerzas y afrontar con ánimo los meses
venideros.
Les contaré, como curiosidad, que el mismo día que me
llamaba el alcalde, José Manuel Tortosa, para proponerme si aceptaba ser la
pregonera de las fiestas, la alcaldesa de Albacete, Carmen Bayod, proponía a mi
marido ser el pregonero taurino de la Feria de Albacete. Una casualidad,
¿verdad?, o el destino que así lo tenía escrito.
Como pedroñera que soy y como periodista de profesión es
para mí un gran honor estar esta noche aquí con todos ustedes, en este
escenario entrañable del parque, que tantos y tantos recuerdos me trae. No es
mi intención aburrirles con un discurso de palabros que a nadie conmueva, ni
hacer una lección magistral de las bondades y propiedades curativas del ajo
morado de Las Pedroñeras, que son muchas, por cierto, y que también comentaré.
Mi pretensión es más humilde que todo eso, yo quiero retroceder al pasado para
que muchos de los aquí presentes rejuvenezcan por unos minutos con los
recuerdos de las fiestas de mi niñez y mi adolescencia, pero también quiero
hacer un alegato de defensa de las fiestas del presente y lanzar, si me lo
permiten, una propuesta de las que me gustarían fueran las fiestas del futuro.
Pensarán que, por el hecho de ser periodista y llevar ya
tantos años trabajando en este apasionante mundo de contar noticias, nada menos
que 22 años, resulta fácil subirse aquí esta noche y dejar que las palabras
fluyan. Pues no, es una tremenda responsabilidad, porque el que más y el que
menos me conoce, identifica a mi familia o ha oído hablar de mí y consciente o
inconscientemente esta noche juzgará cada una de las palabras que de mi boca
salgan.
Es un riesgo que uno corre, y en este caso yo lo asumo con
valentía, aunque en estos momentos tengo que confesarles me tiemblan las
piernas, porque les aseguro que a pesar de haber presentado tantos y tan
variados actos, es algo inevitable, al menos durante los primeros momentos, en
que parece que de pronto te ha entrado una parális en la pierna e incluso la
voz tienen vida propia.
Cuando comenzaba a elaborar este pregón, me venía a la
cabeza la primera imagen que me recuerda que estoy en mi pueblo, en el lugar,
como se dice aquí. Esa visión de la torre de la Iglesia, y las palabras de mi
madre a mis hijos diciendo que como la torre de mi pueblo no hay ninguna, es la
más bonita del mundo. También los comentarios de mi marido a mis hijos, sobre
todo, cuando eran más pequeños: “Bueno, ya estamos en las pedorreras”, y mis
hijos contestándole: “Que no papá, que se llama Pedroñeras”.
Con la broma, mi marido casi acierta en llamar a mi pueblo
con su nombre originario, aunque eso es todavía hoy un misterio. Unos hablan de
que procede del término árabe pedrusqueras, que significa fundado sobre piedras,
mientras que otros, como mi amigo Ángel Carrasco tienen varias teorías al
respecto, y a su juicio el término podría hacer referencia a pedregal o
peñascal y ser un híbrido del latín y el celta.
Y es que, aunque lleve 22 años en Albacete y toda una vida
de estudios alejada de mi pueblo, siempre lo llevo en mi corazón y presumo de
él allá por donde voy, y de sus ajos, los mejores del mundo, a pesar de que
alguna amiga mía para chincharme me diga que los de Balazote son mejores y que
ese pueblo de la provincia de Albacete tiene más producción de ajos que Las
Pedroñeras, pero yo siempre insisto que como los de aquí ningunos. Por no
hablar de que en este municipio está el mejor restaurante de Castilla-La
Mancha, Las Rejas, con el mejor cocinero al frente, mi primo Manolo de la Osa.
Es cierto, no me puedo quejar, porque tengo un pueblo del que puedo y quiero
presumir allá por donde voy.
Y eso hago cada vez que puedo. Sin ir más lejos hace unos
días en una rueda de prensa con el consejero de Educación, Marcial Marín, y con
el presidente de Globalcaja, Higinio Olivares, éste último me comentó que no
sabía que yo era de Las Pedroñeras, ya que acababa de estar aquí con
representantes de la entidad financiera que preside visitando la Feria
Internacional del Ajo, y me dijo: “Vaya Feria del Ajo que tenéis montada”. Yo,
a pesar de que no he tenido la oportunidad de verla en los últimos años por
cuestiones de trabajo, le respondía:”Por supuesto, la mejor del mundo, ¿es que
lo dudabas?”. Yo le dejé claro que tenemos la mejor Feria, las mejores fiestas,
los mejores ajos y, por supuesto, las mujeres más guapas de Castilla-La Mancha,
de las que hoy tenemos una buena representación en este escenario.
Y es que si uno no hace patria, quién lo va a hacer. Yo hoy
lo hago como pregonera y hace 21 años lo hice, también en este mismo escenario,
como presentadora de las fiestas, con mi amigo Pedro. Qué importantes nos
sentíamos entonces, que éramos unos pipiolos con 23 años recién cumplidos, aquí
subidos en este escenario. Todavía recuerdo los ensayos en la fábrica de mi
padre, Luis Roldán, allí subidos en la bancada donde se hacían los peldaños de
las escaleras, con las pequeñas discusiones sobre lo que debíamos decir y lo
que suprimíamos.
Otro recuerdo de las fiestas, de mi niñez, que todavía no se
me ha borrado de la memoria, y que muchos recordarán, es de un año cuando mis
amigas Lucía, Chari y yo tocamos el acordeón en el patio de las escuelas nuevas
del colegio Adolfo Martínez Chicano, como parte de una actuación de artistas
locales que había organizado la Corporación Municipal. Imagínense ustedes todo
lleno de gente, sobre todo, familiares y amigos de los artistas de la noche, y,
de pronto, se oye en la entrada de la verbena que había una vaquilla suelta,
que previamente unos jóvenes juerguistas con algunas copas de más parece ser
que habían emborrachado. La que se armó, porque a la vaquilla no la vimos, pero
hubo hasta heridos, sin ir más lejos mi abuela Teresa con varias costillas rotas,
o Charo, la madre de mi tía Marisa, a la que una silla atravesó una pierna.
Pero lo que es la inocencia de unas niñas, que en medio de ese follón yo le pregunté a mi amiga Chari que por qué
intentaba la gente subirse al escenario y su respuesta fue: “Para que van a
subirse tonta, para coger los caramelos que nos ha tirado mi madre por lo bien
que hemos hecho la actuación”. Todavía me río al recordarlo, no tanto cuando vi
las consecuencias posteriores del suceso y a mi abuela que no cesaba de decir:
“Ay señor, qué tentación, si me hubiera quedado en la casa. Pero es que me
hacía mucha ilusión ver tocar el acordeón a mi nieta”.
Y es que los abuelos hacen lo que sea por sus nietos, más
incluso que por sus hijos. Un año para que mis padres pudieran salir una noche
con mi tíos y pegarse unos bailes en la verbena, mi abuela Teresa decidió
quedarse con todos los nietos en su casa de la Plaza. Pensó en venirse a mi
casa, pero como entonces no vivía ningún vecino y estaba más apartada del
resto, e incluso no había apenas iluminación, optó por que nos trasladáramos
mis hermanos y yo a la suya. Menos mal, porque esa noche entraron a robar. Lo
que son las cosas del destino, esa tarde cuando me estaba arreglando para
quedar con mis amigas y darme una vuelta por el ferial, le pregunté a mi madre
si podía ponerme la medalla de la comunión y mi madre, con buen criterio, me
dijo: “No hija mía porque luego te subes al vaivén y la pierdes”.
Efectivamente, la perdí, pero no fue en el vaivén, sino entre las piezas que se
llevaron los ladrones. Algunas quizás no tenían mucho valor económico, pero sí
sentimental, como esa medalla de la comunión.
Hablando del vaivén ¿os acordáis de él, del vaivén de las
fiestas, o de los guapos chicos, hijos de los propietarios que todos los años
venían para deleite de las adolescentes y jovencitas? Quizás hoy una barquita
como esa no llama la atención, con lo acostumbrados que estamos a subir, o a
que lo hagan nuestros hijos, a esa atracciones de vértigo que hay en los
parques temáticos como Port Aventura, la Warner o Disneyland París, o tampoco
hay que irse tan lejos, en ferias como la de Albacete. Pero entonces era lo
mejor que teníamos, donde día tras día depositábamos nuestros ahorros, y nos
llevábamos más de un susto, sobre todo, cuando no tenías en cuenta la ropa que
te habías puesto, y de pronto te encontrabas con una falda de vuelo y sin los
brazos de un pulpo para sujetarte al asiento de la atracción y evitar que la
falda volara e hicieras estriptis sin quererlo.
También estaban los coches de choque, que a mí, que no me
gusta mucho el riesgo, no me llamaban mucho la atención, o quizás le cogí miedo
tras el incidente que sufrió en los mismos mi hermano Luis, al que un tío mío subió siendo bien pequeño con él y vino
con el brazo roto.
Eso sí, el primer día de las fiestas era de obligado
cumplimiento pasarse por los puestos de los turroneros para comprar almendras,
peladillas y garrapiñas, que yo llevaba a mi abuela a la que le encantaban.
Entonces sólo las comías en las fiestas de Las Pedroñeras y en las de otros
pueblos vecinos, sin embargo, ahora pasa como con las atracciones, que durante
todo el año tenemos turrones y garrapiñadas y quizás ya no nos llaman tanto la
atención.
Por no hablar de las competiciones de natación que todos los
años se organizaban una mañana de las fiestas en la piscina municipal, una
tradición que hoy todavía perdura. Mis hermanos y yo participamos en más de una
ocasión, sobre todo, mi hermano Juan, que durante varios años quedó en primera
posición en la categoría en la que participaba. Era un máquina, todos los años
engordando el medallero y con la foto con el alcalde de turno.
Y qué me dicen de las verbenas. Había años que el cartel de
la semana de las fiestas era buenísimo; por aquí han pasado artistas consagrados
y otros que iniciaban su carrera musical, pero que luego han sido muy
populares. Yo junto con mis amigas y amigos me sacaba el abono porque la verdad
es que compensaba bastante. Claro que a cambio de un par de conciertos para los
jóvenes de algún grupo de moda, tenías que aguantar algún que otro humorista o
a un cantautor o noches en que sólo había orquestas, algunas muy buenas y de la
tierra como, Los Príncipes Azules. ¿Qué tiempos, verdad, y parece que fue ayer?
Se imaginan volver a vivir fiestas como las de entonces, ¿pero por qué no? Todo
es cuestión de proponérselo, ¿verdad alcalde y concejales?
Es verdad que ahora tenemos un hándicap importante y es que
los ayuntamientos no tienen presupuesto ni para pipas, cuanto ni más para
pedirles que traigan en concierto a Miguel Bosé, por ejemplo. Pero se me ocurre
que hay otras alternativas y otra manera de hacer tan atractivas nuestras
fiestas como para que a nadie se le pase por la cabeza sustituir estos días por
unas vacaciones en Benidorm.
Claro que la solución tampoco pasa, a mi juicio, por cambiar
cada año de fecha las
Fiestas, como ocurrió hace unos años, que con el fin de
intentar evitar la ‘espantá’ de muchos pedroñeros se adelantaron unos días a
finales de agosto, para así contar con un mayor aforo y participación en los
actos programados, pues en esos días a los vecinos de aquí se suman muchos
foráneos que, si bien residen fuera como yo, aprovechan el mes de agosto para
pasar unos días en su pueblo y ver a sus familiares y amigos. Lo cierto es que
el cambio no surtió el efecto deseado y además ponía en entredicho el porqué de
la celebración de estas fiestas, porque que yo sepa son fiestas patronales y se
hacen en honor a los dos patronos de la localidad: Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Santísimo Cristo de la
Humildad. Aunque muchos dirán que dichas fiestas hace muchos años se hacían por
separado a cada santo. Así el primer fin de semana de septiembre se celebraba
las fiestas en honor a Jesús Nazareno, aunque se conocían como las fiestas de
Jesús y Jesusillo, mientras que el día 14 de septiembre llegaban las del Cristo
de la Humildad, denominadas del Cristo y el Cristillo. Vamos que según nuestros
mayores no terminabas de quitarte el traje y las mejores galas reservadas para
estos días cuando tenías que volver a ponértelos otra vez.
Indagando en los archivos de las Cofradías de los santos
patronos encontraba que ambas festividades se fusionaron más tarde a finales de
los años 60 pasando a celebrarse del 31 de agosto hasta el 7 de septiembre, y
respetando que dentro de esa semana de fiestas siempre el día 1 es fiesta
local.
Hablando de las fiestas del presente, les diré que una de
las nuevas tradiciones que, con sólo diez años de implantación ha calado de
lleno en la población, y que se hace precisamente en honor a los santos
patronos el día 1 de septiembre, es la ofrenda a los santos, en la que año tras
año participa cada vez más gente, ataviada con todo tipo de trajes manchegos.
Unos van con los típicos de la localidad, como el que llevan las reinas y damas
o el grupo de folklore de Coros y Danzas de la tierra “Raíces Manchegas”, y
otros, como es mi caso, aunque más bien el de mi hija, aprovechamos el traje de
manchega o serrana típico de la provincia de Albacete, para llevarle una
ofrenda a Jesús y al Cristo y pedirle a cambio que nos guíe por el buen camino
y nos ayude en el día a día.
Igual que esta tradición empieza a arraigar deben pensar que
otras también lo pueden hacer. Es cierto que debemos intentar preservar las que
nos quedan del pasado y que hacen grandes nuestras fiestas, pero tampoco, y eso
va por los que nos gobiernan, debemos cerrarnos al futuro, y a lo que puede
hacer que se viva de forma más intensa las fiestas. Me estoy refiriendo con
ello a que, si bien tenemos que intentar por todos los medios que no
desaparezca por ejemplo el Grupo de Coros y Danzas “Raíces Manchegas”, que con
casi 25 años de andadura y miles de kilómetros a sus espaldas de viajes para
difundir el folklore popular de Las Pedroñeras y darlo a conocer en toda la región,
el país incluso el extranjero, ahora me dicen que este año se ha quedado sin
bailarines. Y yo me pregunto que con tantos y tantas chicos y chicas que hay en
la localidad: ¿Es eso posible? Me dio tanta rabia oír eso de boca de una de las
personas que constituyen el alma Mater de ese grupo, mi amiga Santos, que estoy
intentando animar a mi hija, a la que le encanta la danza a que se apunte e
intente aprovechar los días que venimos al pueblo, y sobre todo en verano, para
aprender folklore manchego.
Se me ocurren varias alternativas para intentar remediar el
problema y evitar que la sangre llegue al río. Por ejemplo, que el Ayuntamiento
les conceda una pequeña subvención y eso anime al grupo a buscar otras
soluciones, que una empresa o comercio de la localidad haga un sobreesfuerzo y
patrocine el grupo, y la más fácil y viable, que este grupo intente captar a
nuevos bailarines desde pequeños en la escuela, donde se podría ofertar como
actividad extraescolar gratuita, porque eso sí, el grupo nunca ha cobrado ni un
duro ni por formar a sus componentes ni por las actuaciones locales que ha
realizado. Maduren la idea entre unos y otros y ya me contarán, pero, por
favor, no echen por tierra el trabajo y la ilusión de más de veinte años.
Además de lo que ocurre en este caso, intentar preservar lo
que ya tenemos y gusta a la gente, como el folklore, tenemos que consolidar
otros aspectos importantes que acaban de nacer y que están haciendo revivir
nuestras fiestas, las peñas y las actividades que éstas organizan. Sí, porque
son las peñas, una iniciativa surgida de los propios vecinos, las que se ocupan
de llenar de actividad el programa ferial de la semana festiva. Cada una
organiza una actividad por las mañanas en el parque, y, claro está, por poco
que sea el trabajo de organización, las peñas quieren público, y que la gentes
del lugar de todas las edades, participen en
lo que organizan, así como que sea cada vez mayor el número de vecinos que se
sume a esta iniciativa, porque los datos que yo manejo no invitan al optimismo.
Hace unos años cuando surgieron llegó a haber 14 peñas y ahora, fruto de la
fusión de algunas de ellas o de la desaparición de otras, quedan una decena.
Les diré que el invento de las peñas es muy bueno, porque la
experiencia que yo tengo del pueblo de mi consorte y de otros de la comunidad
autónoma donde viven amigos míos es que allí donde existen hacen renacer las
fiestas, fomentan la participación, atraen a los vecinos que un día marcharon
fuera por motivos de trabajo y además ahorran costes. Sí, sí, como lo oyen, uno
pone dinero para comprarse la camiseta de la peña, que es la indumentaria que
caracteriza tu pertenencia al grupo, y para organizar los ranchos, como aquí
nos gusta denominar a las comilonas que esos días se celebran, con lo cual si
lo piensas bien la cosa te sale barata, porque te evitas ponerte un modelito
todos los días, de mañana, tarde y noche, y al cocinar para tantos, el ahorro
es mayor. Pero, sobre todo, te diviertes con los chascarrillos de unos y otros.
Es una manera divertida
y barata de vivir las fiestas sin necesidad de grandes presupuestos,
aunque eso no implica que el Consistorio y, en su caso el equipo de gobierno de
turno, se rasque los bolsillos y conceda una pequeña ayuda a cada peña. Éste es
un ejemplo de que los vecinos tienen y deben tener voz y voto en la
organización de sus fiestas, porque así no tendremos que mirar al pasado a los
tiempos de bonanza para las arcas municipales, sino que con poco presupuesto,
acorde a los tiempos que corren, se pueden hacer grandes cosas para que la
gente de aquí se divierta y no ponga como escusa que aquí no hay fiesta y se
marche a las playas del Levante.
Por aquí debe ir el futuro de nuestras fiestas, amigos, con
actividades que fomenten la participación de las gentes del lugar, con
espectáculos para todos los públicos, como los que se siguen haciendo por las
tardes en el parque para los mayores, con actuaciones de folklore, o de revista de variedades; o las
corridas de toros, aunque tengamos que conformarnos con tener una plaza
portátil. Eso sí, con el compromiso de que cuando haya dinero y, estudiando si
hay o no afición taurina, se podría plantear la posibilidad de construir una,
modesta, sin grandes pretensiones, pero que serviría para la organización de
otros eventos. Aficionados yo sé que hay unos cuantos en este pueblo, porque
aunque yo no sea muy taurina, me consta que van a Albacete a las corridas de
toros. Y además, yo todavía tengo fresco en mi memoria el recuerdo de los años
en que se hacían encierros por las calles. Yo tenía nueve o 10 años, no más, y
los veía desde casa de mi amiga Luci o subidas a una remolque, que era la
manera en que se atajaban las calles para evitar que los novillos o vacas
salieran del perímetro delimitado para correr el encierro. En una ocasión, uno
de los toros rompió el escaparate de la tienda de la plaza de mi tio. No sé los
años que duraron estos encierros ni por qué se suprimieron, pero tenían mucha
participación, como la tienen en todos los pueblos de la provincia de Albacete,
donde viven con pasión y con riesgo esta tradición, que atrae a mucha gente. Yo
dejo caer la idea, quizás alguien la vea atractiva y la recoja. El tiempo lo
dirá.
Pero para poder participar en las actividades de la mañana
uno debe haber descansado, y, para la gente joven, esa es una asignatura
pendiente durante las fiestas, porque ellos viven más intensamente la noche.
Ahora se divierten en el polígono con la música de los ‘diyei’ y los también
jóvenes, pero menos, de cuarenta años en adelante, optan por la verbena en las
escuelas. ¿Y qué pasa con los conciertos nocturnos? Lo decía antes, presupuesto
municipal para estos menesteres poco o nada. Pero es que acaso muchos de los
grandes artistas que vinieron hace años durante las fiestas lo hacían pagados
por el Ayuntamiento. Algunos años sí, pero en general, iban a taquilla, porque
así es el grupo en cuestión el que corre con las ganancias o las pérdidas en
función del éxito de público de la actuación. A eso es a lo se debe tender
también ahora y aquí el concejal y los
técnicos de Cultura y Festejos tienen mucho que decir y hacer al respecto en un
futuro, para intentar al menos contar con una actuación. Pero además de un
concierto con un grupo conocido se podría organizar otro, como ya se hizo algún año, con grupos de rock de
la localidad, que los hay y buenos.
Y volviendo al presente, para los que no hayan visto el
programa de las fiestas, les informo que otra parte importante de este acto lo
constituye el momento de la entrega del Ajo de Plata, el más alto galardón y
reconocimiento que otorga el Ayuntamiento de la localidad a las personas o
instituciones que han promocionado el ajo morado de Las Pedroñeras. Galardón
con el que ya cuentan entre otros el Príncipe de Asturias, Don Felipe de
Borbón, que lo recibió en 1998 durante su visita a la localidad, la periodista
Paloma Gómez Borrero, los expresidentes de Castilla-La Mancha, José Bono y José
María Barreda, o pedroñeros ilustres como el cocinero y primo Manolo de la Osa,
el empresario del sector del ajo Adolfo Mesas, el gerente de la Cooperativa San
Isidro El Santo, José García, o Pura y Palmira, en representación de la mujer
trabajadora de Las Pedroñeras, que lo recibieron en la edición pasada. Pues
bien, este año esta alta distinción ha recaído en una institución, curiosamente
en un medio de comunicación, Radio Televisión Castilla-La Mancha. Y se
preguntarán: ¿Y por qué al ente público regional? Muy sencillo, es una manera
de que el pueblo agradezca a este medio el buen tratamiento informativo que
hizo de la última edición de la Feria Internacional del Ajo, que tuvo lugar a
finales del mes pasado, así como otros muchos minutos televisivos dedicados a
mostrar el cultivo de los ajos, cómo se recolecta o se prepara para su venta y
exportación. Enhorabuena en este caso a la persona que lo va a recibir en
nombre de Televisión Castilla-La Mancha, su director, Nacho Villa.
Pero como dice el dicho: “Y qué boda sin la tía Juana”, y,
extrapolándola, yo digo qué pregón de las fiestas de Las Pedroñeras que se
precie sin hablar del ajo morado, nuestro buque insignia, la seña de identidad
de ésta, la capital del Ajo. Porque los de Madrid presumen de ser de la
capital, pero los de Las Pedroñeras no somos menos, porque somos también de la
capital, pero no de España, sino del Ajo. Y ahora estamos más de moda que
nunca. Porque ya no sólo tenemos Ajo Morado, Ajo Blanco o Ajo Temprano, por no
hablar del Ajo de Plata, sino que también tenemos Ajo Negro.
Yo hasta hace unas semanas no tenía ni idea de su
existencia, había oído hablar de él, pero como de pasada. ¡Cuál fue mi sorpresa
cuando descubro que ya se vende desde el año pasado en la tienda de la
carretera o que mis amigos Los Portugueses lo han empezado a comercializar en
las grandes cadenas de supermercados, como Alcampo, y que además el año pasado en el mes de
octubre, en la Feria de Sial, que se celebra en París y es una de las más
importantes del sector agroalimentario, el ajo negro fue elegido como Producto
Innovador. Incluso me dicen que ahora la cooperativa de ajos El Santo también
va a contar en breve con su propia marca de ajo negro.
¿Lo han probado? Yo sí, y la verdad es que, con un ligero
sabor a regaliz y como si te estuvieras comiendo una golosina, uno termina
comiéndose un ajo, porque ése es precisamente el sabor final que te queda, pero
claro con la diferencia de que si piensas salir a ligar no corres el peligro de
quedarte compuesta y sin novio porque el ajo negro es un ajo morado que no deja
mal aliento y que previamente ha sido sometido a un proceso de maduración similar
a si lo metiéramos en una sauna, es decir a alta temperatura y humedad.
La primera pregunta que yo le hice conocido el proceso
a mi amigo Roberto fue: ¿Pero, entonces,
el ajo pierde las propiedades que tiene? Él me lo aclaró diciéndome que no, todo
lo contrario, porque algunas las potencia hasta seis veces. Tan cierto como lo
oyen. Tras su explicación indagué por Internet y efectivamente así es. El ajo
negro tiene su origen en Japón, fue un investigador japonés el que lo descubrió
y experimentó hasta lograr lo que es hoy en día.
Eso sí, su base para que mantenga intacta todas las
propiedades debe ser ajo morado no vale otra variedad y si es ajo con la
Indicación Geográfica Protegida como el que se produce aquí en la Cooperativa
que, por segundo año consecutivo, acaba de ganar el Premio Gran Selección de
Castilla-La Mancha, mucho mejor. Por cierto, enhorabuena.
Claro que, teniendo ajos, ¿para qué nos hacen falta algunos
medicamentos?, porque si de alguna planta se han hecho estudios científicos
hasta hartar, ésa es el ajo, porque sus propiedades medicinales ayudan entre
otras cosas a combatir las infecciones respiratorias como la gripe y el resfriado;
además es uno de los mejores
antioxidantes que nos brinda la naturaleza, y a todo ello se suma
que un elevado consumo de ajo está relacionado con una menor incidencia de
cánceres.
Precisamente
hace unos días salía en la prensa una nueva investigación que determina que el
consumo de al menos dos dientes de ajo a la semana puede reducir el riesgo de
sufrir cáncer de pulmón hasta en un 30%, incluso en personas fumadoras. De
haber sabido esto antes en mi familia y haberlo puesto en práctica, quizás uno
que yo sé, mi padre, no hubiera
fallecido de este dañino tumor.
Porque hasta
ahora, a través de ensayos in vitro y en ensayos desarrollados con animales, ya
se conocían las propiedades anticancerígenas del ajo, pero éste es el primer
estudio epidemiológico en seres humanos que se ha hecho para verificar esta
aseveración. Pero no lo han hecho como en el caso de
la investigación del ajo negro los japoneses, sino nuestros principales rivales
como son los chinos, en concreto, expertos del Centro Provincial de Jiangsu
para el Control y Prevención de Enfermedades.
Por ello,
estaría bien que ahora los japoneses, que tanto rivalizan con los chinos,
hicieran otro estudio epidemiológico para ver si el ajo negro dispara las
propiedades que en el caso del cáncer de pulmón tiene el ajo crudo. ¿Por qué
no, podríamos estar hablando de un hito
en la historia de la medicina natural y preventiva? Para mí, como periodista,
conocer el remedio para el cáncer, y sobre todo el de pulmón, sería una de las
mejores noticias que podría dar y si eso fuera fruto del consumo del producto
estrella de mi tierra, ya sería miel sobre hojuelas.
Por no hablar
de la utilización que del ajo morado se hace en la alta cocina. Algunos
cocineros, como Manolo de la Osa, lo emplean en más de un centenar de platos,
ya sean fríos o calientes, dulces o salados, como el helado de ajo. Y ahora,
como otros grandes cocineros españoles hace sus pinitos con el ajo negro.
En fin, y voy
acabando, ha sido y siempre quedará en
mi retina como tal un gran honor ser la pregonera de las fiestas, y si me
permiten la modestia, ser la embajadora de Las Pedroñeras, al menos por una
noche, porque como dice mi madre: ¡Quien no quiere a su pueblo, no quiere a
nadie! Eso es lo que tienen que hacer ustedes querer a este pueblo, a su
gentes, confiar en sus posibilidades, que son muchas, en sus negocios, pero no sólo
en los que se dedican al ajo, sino en otras muchas empresas que cada día se
levantan para hacer grande este pueblo, luchando contra las adversidades de la
crisis que sufrimos, y llevando lejos de estas fronteras con orgullo el nombre
de Las Pedroñeras, la de mis hermanos es una de esas empresas. Yo creo que ha
quedado claro que quiero a mi pueblo y a sus gentes y lo seguiré haciendo
siempre, allá donde esté. Eso inculco día a día a mis hijos, Álvaro y María,
que quieran a sus pueblos, Las Pedroñeras, el de su madre, y Alcadozo, el de su
padre, que echen raíces en ellos a través de las amistades, porque eso hará que
no olviden sus orígenes, y que sigan apoyándome, al igual que mi marido y mi
madre, y siendo mi alegría todos los días. Yo lo
aprendí de mi padre, que siendo de Villarrobledo, amaba por encima de todo a
este pueblo, a Las Pedroñeras, y que esta noche sin duda es el pedroñero más
orgulloso del cielo.
Si tuviera que
pedir un deseo pediría que esta noche no se acabara nunca, que entre ustedes
estuvieran mi padre y mi abuela Teresa, que éste haya sido un pregón divertido,
y que así mi objetivo se haya visto cumplido.
Por eso les
pido una cosa: a los de aquí, que no se marchen fuera durante las fiestas,
quédense y disfruten de estos días; a los de fuera, que hagan una escapada y
pidan unos días de permiso laboral para reunirse con los suyos y hacer cada año
entre todos más grandes nuestras fiestas. Y sobre todo, esta noche mi deseo, de
todo corazón, para todos ustedes es que pasen unas felices fiestas 2013. Buenas
noches y hasta siempre.
©Teresa Roldán Iniesta
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