Cuenta Victoria, hija de Segundo “Villanueva”, cómo se curaba su padre, las manos agrietadas, por las noches:
"Se le ponían las manos llenas de grietas, ¡madre mía!”. ¿Y esas grietas sabes con qué se las curaba? Con sebo negro de untar los ejes de los carros. Con ese sebo se las curaba. Yo le decía:
—Padre, vaya manos más negras…—. Y él respondía:
—Ea, hija mía, con esto me se curan”.
Lo que hacía Segundo era la misma tarea del resto de compañeros picapedreros. Cuando alquitranaron las carreteras blancas (así se conocían las carreteras comarcales con el firme de piedra), algunos de este oficio, al sustituir la piedra por el alquitrán y más tarde por el asfalto, pasaron a formar parte del personal de mantenimiento del Ayuntamiento de Pedroñeras.
El acarreo de piedra con la cabria
Por aquel tiempo, todavía el transporte de la piedra para los cimientos de las obras se hacía con grandes carros llamados cabrias. Además de los cimientos de piedra y los machones de los porches, también en las paredes principales hechas con tapias, mediante tapiales, a base de tierra humedecida y trabajada adecuadamente, se intercalaban pequeños pilares de piedra y yeso que servía de muro de contención de la tierra reforzando su estabilidad y perdurabilidad. También se utilizaba piedra para enlosar patios, cuadras y gorrineras entre otros usos. Los encargados de sacar la piedra de las canteras y traerla al pueblo eran los “Mollejas”. La transportaban en una cabria, un carro más alto y robusto que el resto, cuya base estaba formada por palos de mediano grosor, montados en paralelo a los ejes y sujetos en su base por cadenas de hierro, que, una vez en las obras, se abrían dejando caer toda la piedra, pudiendo salir las caballerías sin necesidad de desuncirlas. Normalmente iban tirados por un par de mulas y un borrico en reata, que en las cuestas arriba tensaban sus músculos inclinando sus cuerpos, azuzados por el guía, conductor o carrero; y en las pendientes o cuestas abajo, gracias a la galga y a sus cuerpos, dejándolos caer hacia atrás lograban frenar la cargas que arrastraban y llegar a su destino.
Pero además de sacar la piedra con barras de hierro, punteros, almainas y mazas de las diversas canteras y traerla como hemos contado, con el gran esfuerzo que requería de los hombres que se dedicaban a esta tarea, también era necesaria la piedra más pequeña para estos usos. Victoria Pérez, hija de Segundo “Villanueva”, también me contó su experiencia:
"Eso sí lo sé bien, porque yo tenía 12 años, y mi padre me mandó con el hermano "Molleja". Íbamos chiquillas a recoger piedra y la llevábamos en una espuertecilla, hasta al carro. En la vereda, por allí, por la carretera de La Alberca. El día que recuerdo mejor venía conmigo una hija del hermano "Moro". No me acuerdo cómo se llamaba. A veces, al ver la piedras tan gordas, no podía con ellas y me ponía a coger piedras pequeñas y hacía casitas y el hermano decía:
—¡Venga, venga! llevar piedras al carro que así no lo llenamos en to´l día—. Y yo tenía na más que ganas de jugar.
Aquel carro llevaba una mula. Al llegar a la obra, o a la casa que se lo hubieran encargado, volaban el carro y caía la piedra al suelo haciendo mucho ruido.
Pero recuerdo en especial aquel día que hubo una tormenta. ¡Cayó una nube..! Que para protegernos nos metimos debajo del carro hasta que dejó de llover. ¡Ya ha dejado de llover! ¡Madre mía la que cayó!
Llegamos al pueblo y Molleja vivía a este lao del coso y nosotros vivíamos al otro lao. La venía lo había inundado todo y la leña estaba toda empapada y no pudieron encender la lumbre. Y llegamos todas las chiquillas, allí chorreando agua. Y los padres de las que estábamos allí, no podían pasar a por nosotras, porque no podían cruzar con el agua que había, y luego a la noche, cuando ya bajó el agua, el hermano "Moro" vino a por su chica, y entonces, mi padre se vino con el hombre, con el borrico, a por mí también y luego al volver ya no cabíamos todos en el borrico; entonces el hermano nos subió a las dos chiquillas y él y mi padre llevaban al borrico del ramal con el agua llegándole más arriba de la rodilla.”
Como hemos visto, la tradición de trabajar la piedra en Las Pedroñeras viene desde su origen desde que hay noticias y registros de su fundación allá por el siglo XIII. De hecho, hay muchas referencias al hecho de que su nombre se debe a “estar fundado sobre piedra”. De hecho, tanto la iglesia y la torre como la casa del curato y las principales casas señoriales que se citan en diversos libros y documentos de nuestro pueblo están basadas fundamentalmente en la piedra, sin duda extraída de las diversas canteras citadas en el volumen I, páginas 412 y 413 de El mapa de Las Pedroñeras, de Ángel Carrasco Sotos, obra imprescindible para conocer a fondo nuestro pueblo.
Las canteras citadas en esas páginas, con descripción de su estado de conservación y su localización son: La cantera de Josa, Cantera del Cerro Perdigón, El barrero (en este caso es cantera para extraer el barro y greda para hacer las tejas). Aparte de las canteras citadas, mucha de la piedra para obras se traía de la zona de la Vereda.
Para terminar con este repaso a los trabajos en piedra en Las Pedroñeras, tengo que citar a EUROCONSPE y DA CAPO, empresas actualmente en activo, dedicadas a trabajar la piedra y el mármol en todas sus vertientes, tanto para el recubrimiento de fachadas, solados, alicatados o pilares decorativos, o incluso decoración de interiores, fuentes o reproducciones de esculturas clásicas.
Agradecimientos:
Este trabajo ha contando con los recuerdos de Victoria Pérez, Florencio Castillo, Juan Ramón Escudero, Emilio Castillo y Benjamín Ramírez, a quienes agradecemos sinceramente su colaboración.
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