Es de admirar cómo va cambiando el olor y el color de nuestros campos a medida que esta estación florida de la primavera avanza en su camino hacia el verano, ya inminente. El amarillo intenso de las aleagas, el rojo sangrante de las amapolas, el verdor de las viñas y ajos... Los colores distintos se van imponiendo según ese ciclo eterno año tras año, alfombrando el campo de un irisado paisaje. Ahora disfrutamos de ese morado peculiar de las cardonchas o tobas. Hermosísimo, sensual, emotivo. Preciosos están los rodales en los que su flor se pavonea con estas lluvias de intensidad variada que han venido acompañando a los días y a los quehaceres arracimados del agro en este tiempo de faenar incansable. ¿Cómo no habrá pasado a la poesía este flor maravillosa?
Os dejo con unas fotografías de andariego, que mejor sería decir de andariega pues las ha realizado mi mujer, que es la que lleva siempre el móvil en ristre.
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