por Vicente Sotos Parra
Como dirían los viejos, nuestro paisano Felipón no quería ser un esclavo, zarandeado de un lado a otro. Nuestros ancestros vivían rodeados de amenazas, que muchas veces requerían una respuesta inmediata: luchar o huir.
Que algo te haga sentir bien no quiere decir que sea bueno para ti. O que algo te dé miedo no quiere decir que debas huir de ello. Recuerda que el mundo es inmune a tus emociones, y así lo ha demostrado en casi todos los capítulos ya publicados.
No le aterrorizó el rechazo de sus paisanos, ajeno a lo que pensasen o dijesen de él, independientemente del resultado. Es por esto por lo que su impacto no le hacían que llegase a cambiar su forma de ver la vida, buscando solo su propio aplauso, que era lo único que estaba realmente bajo su control, queriendo siempre ser ecuánime, dejando a los necios e incompetentes a un lado.
La malicia, la maldad, la ira, no las quería de compañeras de viaje, no crecían dentro de él. Ya lo decía Marco Aurelio: “La mejor venganza es no ser como los que te atacan”. Jamás sintió vergüenza de su estatus social, siendo consciente de donde venía y su estatus socioeconómico, sintiendo la vergüenza cuando no obraba según los principios éticos de su razones, sin remordimientos de no haber hecho y dicho lo que pensaba.
Aquel año la feria, como siempre, se montó. En la noche de la pólvora el pueblo acudió a la plaza del Generalísimo, el lugar entero. Los puestos se repartían en la plaza y en la calle Mayor. Justo en la pared del ayuntamiento se montaba la tómbola de Chupatintas Chupa Tegui Mari Mandanga de Barcelona. El tío no paraba de regalar cosas de aquellos tiempos: muñecas, balones de plástico, pastillas de turrón y el regalo que más llamaba la atención a los chiquetes, que era el teciclo y los balones. Y el caballo de cartón en el que a las cuatro veces que se usaba uno de sus apoyos solía doblarse, por lo que quedaba inutilizado.
Nuestro paisano Felipón tenía desde los cuatro años la colección completa de caballos de cartón. Su peso y corpulencia el caballo no lo aguantaba los días que duraba las fiestas. Aquel año cumplía los diez años, pero por su físico parecía tener los dieciocho. Los feriantes acudían casi una semana antes a los pueblos para montar sus paradas, por lo que el martes de aquel año Chupatintas ya estaba en el pueblo.
Siendo este hombre uno más en el pueblo, se lo solía ver en el bar siempre con un botellín en la mano y era el primero en levantar la lona y de los últimos en bajarla. Su voz se podía o ir en toda la plaza sin que en aquel entonces existiesen artilugios que la llegaran a tan amplio radio de escucha.
Estando el día anterior del inicio de las fiestas sentado en el bar se le acercó nuestro paisano Felipón y le dijo:
-Hermano, yo me llamo Felipón y soy el que el año pasado se le rompió el caballo, y tengo cinco rotos en mi casa de la misma pata.
Entonces, le contestó muy serio el hermano Chupatintas:
-Este año te he traído algo que no se te romperá la pata… ¡un teciclo, hemoson!
Este buen hombre cumplió su promesa, y en uno de los boletos que compró su madre esa misma tarde le toco el teciclo.
Al día siguiente fue la “Gran carrera de cintas en bicicleta”.
Acudieron al concurso los mozos del pueblo, con sus B.H y ORBEAS, y con una horca de lanza para conseguir clavar con uno de sus dientes las anillas.
Se pasaba tres veces por las anillas y el que más anillas llevase en los dientes de la horca se proclamaba ganador de la prueba.
Felipón quiso participar en el concurso siendo el hazmerreír de casi todos al verlo llegar con su teciclo al hombro. Su altura ya se destacaba por encima del resto de concursantes, así como sus largos brazos que añadidos a su gran voluntad hizo que pasase las dos rondas, y en la última ronda solo quedaron tres concursantes para la final, saliendo él en tercer lugar.
Cuando salió del punto de partida, sus dos contrincantes alcanzaron en dos de los dientes de la horca anillas, por lo que él tenía que conseguir tres. En esto estaban cuando, al inicio del recorrido, una de las ruedas del teciclo se rompió y a continuación la otra rueda trasera. Aquello era todo un espectáculo viendo a la criatura con las dos ruedas traseras rotas, con las rodillas sobrepasándole los hombros, en una mano la horca y la otra en el manillar intentando llevarse las anillas… y lo consiguió llevándose tres anillas.
-¡Se programó campeón!
Al regresar a su casa dejó, junto a los cinco caballos cojos, al teciclo sin ruedas.
Por la tarde acudió a ver al hermano Chupatintas y le dio las gracias diciéndole:
-¡Ahora tengo cinco caballos cojos, y un teciclo sin ruedas! ¡Y usted, hermano, tiene un amigo en el lugar de Las Pedroñeras!
Las cosas son buenas si las tienes tú,
no si ellas te tienen a ti.
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