por Pedro Sotos Gabaldón
Después de una guerra civil, que nunca debiera haber existido, llegaron los años cuarenta; años llamados del hambre. Estos años fueron terribles para muchas familias, con la escasez de alimentos, enfermedades... a los que la gente no podía hacer frente por falta de recursos. Había familias que no tenían nada que echarse a la boca y tenían que recurrir a familiares, amigos, vecinos... que estaban en mejores condiciones. Había otras familias que tenían que mendigar y buscarse la vida para poder llenar el estómago.
Me acuerdo de un chaval, que era el reflejo de tantas otras familias en similar estado. Era muy espabilado. El hambre agudiza el ingenio. Sus padres no podían sacar la casa adelante, y él hacía lo que podía para poder llevar algo a casa.
Se echaba al monte y sustraía patatas, uvas, melones, incluso bellotas; lo que daba la estación del año. Los dueños le denunciaban a la guardia civil y la guardia civil actuaba. El castigo que sufría era para dar escarmiento, decían, pero era una humillación.
La guardia civil (cuyo cuartelillo, estaba enfrente de la casa del cura por entonces) lo sacaban con una cruz en la cabeza (hecha con la máquina de pelar) para que la gente lo viera. Este chico tenía un mote muy peculiar que me lo guardo.
Como ya he puntualizado, era el reflejo de muchas familias, que no podían costearse las muchas enfermedades que sufrían. No podían pagarse los medicamentos, que eran muy costosos.
La seguridad social no cubría las operaciones ni nada por el estilo. Y si no tenían algo de valor que vender, como una tierra o viña, el miembro de la familia se moría.
Los médicos, con muy baja preparación y sin medios, poco o nada podían hacer. Aunque algunos, ni siquiera eran médicos para ejercer la medicina y la gente fallecía sin saberse el porqué.
Decían:
Le ha dado un patatús o un cólico miserere. Y a lo mejor era una simple apendicitis.
Sin embargo, había otras familias que no lo pasaban tan mal, pues tenían una vida desahogada e incluso se permitían el lujo de pagar un canon (una bula) que la iglesia imponía para poder comer carne en Semana Santa y, así, no pecar.
El señor cura las bendecía.
Otras familias que no tenían los medios para pagar tal canon no podían comerla, porque era pecado. Esta era la España profunda en Castilla la Nueva en aquel tiempo.
Eran los años cuarenta. Eran los años del hambre. Que muchos no han conocido y otros muchos los llevamos clavados en nuestra memoria. Es algo que no podemos olvidar.
Aquí lo dejo porque me llora la pluma y se me humedece el papel.
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