Con motivo de la instalación de la llamada tubería manchega, que cruza por nuestro término municipal paralela al antiguo camino de Belmonte que ahora es carreterín, se descubrió a la altura del antiguo y despoblado pueblo de Martín Ovieco (zona conocida como San Blas por ser esa la advocación de su iglesia), parte de un yacimiento, unos restos que pronto se advirtió por los especialistas que databan de la época romana. No es raro. Muchos de los asentamientos medievales, anteriores o posteriores a la Reconquista, fueron con anterioridad habitados en época romana. Algunas monedas y utensilios hallados casualmente en esta zona, aparecidos en superficie debido a la labor de arada, ya apuntaban a que en este lugar hubo asentamiento romano e incluso ibero (los restos de cerámica abundantes no dejan lugar a dudas). ¿Qué queda en pie de todo aquello? Poco, o nada. Quizá los pozos artesanos que aún perduran en la zona: en el lugar del pueblo y en otros puntos (remito al libro Mapa de Las Pedroñeras. Toponimia histórica comentada).
Es el caso que las obras pararon, como exige la legislación al efecto. Los arqueólogos entonces llevaron a cabo su labor investigadora y ahora todo lo encontrado, lo estudiado, ha sido publicado en un libro que he podido leer con interés. Se titula San Blas, Las Pedroñeras (Cuenca). Longhouses de época romana en el territorio segobricense. Un libro que se ha publicado gracias a MArq Audema en su serie "Época Romana", dirigido por el arqueólogo Jorge Morín de Pablos (a quien se debe el texto junto a Isabel Mª Sánchez Ramos). No puedo dejar pasar el hecho de que me mencione el amigo Jorge en la sección de agradecimientos, por ciertos datos que le pasé de manera desinteresada. También menciona al maquinista Fernando Salas "Salejas".
Lo deseable -pues esto hubiese convertido la excavación en algo mucho más importante por ambicioso- es que la tubería hubiese pasado por el lado izquierdo del carreterín belmonteño, pues entonces sí que se hubiese podido excavar la zona en donde el vicus romano (ese poblado), así como sus anteriores y posteriores asentamientos, estaba situado en toda su plenitud y extensión en ese lado. De modo que lo excavado fue tan solo una zona periférica, el extrarradio de ese vicus. Pero el caso es que se excavaron y estudiaron alrededor de 2.000 metros cuadrados: 230 metros de longitud por 8 de anchura (cuatro a ambos lados del trazo por donde debía ir la tubería). En ello se empleó un equipo especializado entre los días 20 de junio y 3 de agosto de 2003.
El libro, de 316 páginas nada menos, explica de manera pormenorizada el proceso de la excavación y el resultado del mismo. Podéis acceder a él por medio de Academia Edu (www.academia.edu), pues es ahí donde tendréis la posibilidad de leerlo en toda su extensión y solo así podréis saber del valor de este tipo de trabajos de campo, unos trabajos de investigación que a uno le gustaría que se extendiesen a esas dos zonas arqueológicas fundamentales pedroñeras que son las zonas de San Blas y el Robredillo, ambas habitadas desde, al menos, la época romana. La zona explorada de la que da cuenta este trabajo de investigación publicado ahora, ha quedado de nuevo bajo tierra, pero los resultados están en nuestras manos y es ilusionante saber, aunque esto solo sea una brizna de los tesoros ocultos que aún se esconden bajo la tierra de nuestros campos pedroñeros. Muchas veces, la historia vive oculta a los ojos, y reivindicar que se descubra no creo que sea nada ilegítimo. Muchas veces se gasta dinero público en obras innecesarias y dejamos de lado lo que, a mi entender, debería ser prioritario. En fin, es mi opinión y vale como cualquier otra que sepa sustentarse no solo en lo materialmente útil, en el triunfalismo, sino en lo culturalmente necesario. También significa progresar conocer el espacio que nos rodea, saber qué suelo pisamos, reconstruir la historia de la geografía en que vivimos. Gracias, Jorge y colegas.
ÁCS
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