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sábado, 31 de marzo de 2012

José Mª Bonilla y Carrasco: ¿quién fue y qué relación tuvo con Pedroñeras? Una calle lleva su nombre



El Dr. don José María Bonilla y Carrasco fue un ilustre médico provenciano que ejerció su profesión en Las Pedroñeras, localidad donde murió. Esta reseña tan sólo intenta rescatar del olvido su figura hoy de casi todos desconocida. La calle Bonilla de nuestro pueblo está dedicada a su figura desde el año 1900.


He aquí el artículo que publiqué en 2008 (hace ya más de 10 años; ¡cómo pasa el tiempo!... tan callando). Os lo dejo literalmente a como salió en su día en la gaceta local.




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"Como habéis podido leer en las entregas mensuales que voy haciendo de esas noticias pedroñeras de los años de anteguerra, en 1918 nuestra población, como la mayoría de las manchegas, sufrió una grave epidemia de pulmonía que segaría las vidas a muchos de nuestros pasados convecinos. Evidentemente, no fue la primera epidemia, como tampoco sería la última. 

A mediados del siglo XIX nuestra población fue asolada por una pertinaz epidemia de cólera, contra la que luchó singularmente un médico nacido en 1826 en el vecino pueblo de El Provencio, y que moriría en Las Pedroñeras en 1894. El nombre de este ilustre doctor era José María Bonilla y Carrasco. Paso a copiar la semblanza que de él hacen Hilario Priego y José Antonio Silva, en su libro Diccionario de personajes conquenses (nacidos antes del año 1900), publicado en 2002: 

“Tras estudiar Medicina y Filosofía y Letras, se decidió por ejercer la profesión médica y se instaló en la localidad de Las Pedroñeras; allí tuvo que hacer frente en 1855 a una terrible epidemia de cólera, y su actuación en esta difícil circunstancia fue premiada posteriormente con la concesión de la cruz de la Beneficencia. Un año antes había sido nombrado director de los baños del Solán de Cabras, y en 1857 el cuerpo de Sanidad premió una Memoria suyas sobre los efectos medicinales de las aguas de aquel Real Sitio. A su pluma se deben también varias obras de carácter científico y profesional como La duda en medicina, Sobre la generación o Parto prematuro artificial, y perteneció como socio de mérito a la Academia de Ciencias Médicas de Lisboa. Al parecer, fue nombrado miembro de la Real Academia Española de Medicina, pero la muerte le impidió ingresar en la institución”. 

Aquí termina la breve nota biográfica. Sería de interés un estudio en mayor profundidad de la vida y obra de este autor, dada su nombradía y reputación y los estrechos lazos de unión de su vida con la de nuestro pueblo. Muchas veces, cuando se trata de poner nombre a las calles, por ejemplo, se recurre a célebres personajes y se olvidan a aquellas personas cuya labor fue edificante y ejemplar para con los nuestros (desconozco si la calle Bonilla responde a este referente). 

Tampoco estaría de más el rescate de su obra por parte de las instituciones municipales de cuyas manos pueda depender este asunto (como lo sería, por otro lado, la adquisición de la obra de Juliana Izquierdo Moya, nuestra olvidada escritora de la cual hablaré algún día, o de la del conde de Colombí, dada su relación con el pueblo). 

Rastreando las librerías de viejo que en Internet ofrecen sus productos, conseguí en su día hacerme con un discurso que, a modo de separata, se publicó conjuntamente con el de otro autor. El nombre del artículo de nuestro médico lleva el título de “Del Criterio y del Método en sus relaciones con la Hidrología Médica”, incluido, como digo, en la obra publicada en Madrid en 1879 intitulada Discursos leídos en la sesión de aniversario celebrada por la Sociedad Española de Hidrología Médica el día 2 de Marzo de 1879, por el secretario general Dr. D. Benigno Villafranca y Alfaro y por el socio fundador y Vicepresidente primero Dr. D. José María Bonilla y Carrasco. La obra, que consta tan sólo de 47 páginas, fue impresa en los establecimientos tipográficos de M. Minuesa, Juanelo, 19 y Ronda de Embajadores. 

Copiaré de él, al menos, el primer párrafo, para dejar una muestra del estilo de su autor: 

“Señores:

Si en alguna ocasión pueden las circunstancias influir en el ánimo más sereno y confiado para conmoverlo, cohibirlo y anularlo, ningunas más apremiantes ni más decisivas que las presentes para el que, sin autoridad ni merecimientos, tiene la señaladísima honra de levantar su débil voz en este momento supremo, en este sitio destinado a la ciencia y ante un auditorio tan respetable y distinguido. Sin títulos legítimos que me hicieran entrever, ni aun remotamente, la posibilidad de verme en tan apenada situación, no encuentro, ni es posible encontrar, palabras con que ponderar mi sorpresa al tener conocimiento de la delicada misión que os habéis dignado confiarme. Solo vuestra escesiva (sic) benevolencia o tal vez la por más de un concepto sensible preferencia que suele concederse a la edad, o ambas cosas juntas, pueden haber motivado la inmerecida e injustificada confianza que en mí habéis depositado en una Sociedad que cuenta en su seno individuos de condiciones valiosas para representarla dignamente. No cabe en mí la idea de suponer en vosotros tendencia a ver en estas declaraciones un propósito mal encubierto de presentarme, al amparo de una simulada modestia, con pretensiones que siempre serían ridículas, y mucho menos con el deseo de alimentar esperanzas que en el acto habías de ser defraudadas. Reconozco en vosotros justicia e ilustración sobradas para apreciar la sinceridad de mis palabras que son un trasunto fiel de mis sentimientos, la fotografía de mi conciencia”. 

Os animo, como digo, a buscar noticias sobre este autor y a ahondar en el estudio de su vida y obra, que parecen de interés evidente".


[El anterior artículo fue publicado en Pedroñeras 30 Días, número 70, enero de 2008].



Quiero añadir aquí lo que la Real Academia de la Historia escribe en su Diccionario biográfico (podéis consutarlo en su web):


Bonilla y Carrasco, José María Lino. El Provencio (Cuenca), 23.IX.1826 – Pedroñeras (Cuenca), V. 1894. Médico especializado en hidrología médica y escritor.

Era bachiller en Filosofía y cursó la carrera de Medicina, en cuya facultad fue alumno interno por oposición, obteniendo tres premios extraordinarios. Se licenció en 1851 en Medicina y Cirugía. Se instaló en Pedroñeras (Cuenca), donde fue nombrado médico titular pero, especializado en Hidrología Médica, obtuvo por oposición, resuelta por Real Orden de 11 de febrero de 1854 (tenía veintisiete años de edad), la dirección del famoso establecimiento de Solán de Cabras (Cuenca). Toda su vida profesional la dedicó a dirigir distintos balnearios, todos de la mayor importancia en España. El 22 de diciembre de 1857 se le nombraba director del balneario de Caldas de Oviedo, donde permaneció más de veinte años (salvo el año 1876 que estuvo en Ledesma, Salamanca, por hacerle un favor a un compañero), hasta que pasó, el 9 de marzo de 1880, a dirigir el de Ontaneda y Alceda (Cantabria). El 25 de febrero de 1887 fue nombrado director del balneario de Panticosa (Huesca). Finalmente, el 19 de febrero de 1894 pasó a la dirección del balneario de Archena (Murcia), aunque, nada más tomar posesión, se agravó de una enfermedad que venía padeciendo, que le obligó a irse a Pedroñeras, de donde había sido médico titular, y en donde falleció en un día no especificado del mes de mayo de 1894, a los setenta y siete años de edad y cincuenta de dirección de balnearios.

Su larga dedicación a la Hidrología Médica le llenó de premios y distinciones. Fue premiado por el Consejo de Sanidad, el 4 de agosto de 1857, por su Memoria sobre las aguas de Solán de Cabras. Fue juez del tribunal de oposiciones a directores de establecimientos de baños en 1874. Fue designado inspector visitador de las aguas de Arlanzón, a efectos de su declaración de utilidad pública. Socio fundador de la Sociedad de Hidrología Médica; fue vicepresidente primero, vocal de la comisión de publicaciones y, finalmente, presidente de la sociedad. Organizó y presidió el Primer Congreso Hidrológico Nacional en 1888. Asistió a varias epidemias, entre ellas, la del cólera en Pedroñeras, obteniendo, en reconocimiento a sus servicios, las cruces de Beneficencia y de Epidemias de 1.ª clase. Fue socio numerario de la Academia Médica de Esculapio, hasta su desaparición en 1848. Perteneció a la Academia de Ciencias Médicas de Lisboa como socio de mérito. Lo era también de la Academia de la Emulación, de Santiago de Compostela.

Finalmente, la Real Academia Nacional de Medicina lo eligió académico de número en sesión del 2 de junio de 1890, pero sus dedicaciones profesionales fuera de Madrid y poco después su enfermedad no pudieron hacer factible que leyera su discurso de ingreso y tomara posesión. Falleció en 1894, con la calificación de “académico electo”. Se da así una información completa, teniendo en cuenta que en el Diccionario de personajes conquenses [...] (2002) se dice: “Al parecer, fue nombrado miembro de la Real Academia de Medicina [...]”. Corroborado, con la fecha exacta de elección, queda así en su biografía.

Sus obras son de dos clases: impresas (libros, folletos o artículos en revistas científicas) y manuscritas. De la segunda clase existen muchos de ellos en el Archivo histórico de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense, depositaria de los fondos de la Sociedad Española de Hidrología Médica.


©Ángel Carrasco Sotos

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