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sábado, 31 de marzo de 2012

Sobre quién fuera Juan Cubillo, de El Robledillo y Datos sobre el pintor pedroñero Diego Martínez

Calle Juan Cubillo (en Belmonte).


[En el artículo se aportan los pocos datos que se tienen sobre este ilustre robledillense, Juan Cubillo]. 

Cualquiera que determine encaminar sus pasos hacia la localidad vecina de Belmonte y, como cosa aconsejable, se dé en perderse por sus empinadas calles y disfrutar de las fachadas blasonadas que las ornan, podrá dar con una callejuela cuyo nombre reza Juan Cubillo (aunque entre los de esta localidad reciba el cariñoso y popular nombre de “callejón del Piejo”). El nombre de Juan Cubillo hoy se pierde en la noche de los tiempos y posiblemente ni una minoría de belmonteños (mucho menos de pedroñeros) sepan quién fuera este personaje que, por razones que pasaremos a exponer, dio nombre a tal calle. 

Aún se recuerda en esta localidad vecina la intensa labor del que ejerciera como sacerdote Luis Andújar. Y se evoca de continuo su nombre debido fundamentalmente a los esfuerzos que el ya jubilado párroco dedicara a la investigación sobre la historia de Belmonte, consagrando en especial su dedicación a escribir hermosas páginas sobre su colegiata. Su trabajo dio lugar a una publicación en 1986 –la cual hace unos años volvió a reeditarse– que lleva el título de Belmonte. Su colegiata. En un apartado de esta obra, don Luis, que es el nombre por el que se le recuerda, hace una relación de figuras históricas destacadas de Belmonte, así como una breve semblanza de cada una de ellas. 

Pues bien, entre estos nombres ilustres nos encontramos con el de este tal Juan Cubillo. Poco puedo yo añadir a los datos que sobre él ofrece Andújar. Me pareció, no obstante, de interés que nuestro pueblo supiese de este hombre que, al haber nacido en el Robredillo de Záncara, es como si fuese pedroñero, dado que este hoy despoblado y los límites de su término municipal pasaron a formar parte de Las Pedroñeras en el tiempo en que nuestro pueblo se redujo a la Corona Real después de haber pertenecido al poderoso Marquesado de Villena casi desde su fundación (antes fue aldea de Alarcón), siendo que “lo que así se conzedió, corre y halla confirmado por el señor Rey Don Phelipe Terzero que de Dios goza, de todo lo qual tienen previlegios en su Archivo”, como se hace constar en el Catastro de Ensenada (1752). 


Quién fuera Juan Cubillo 

Los datos que los libros de visitas ofrecen sobre el actual despoblado del Robledillo van dando cuenta de los vecinos que habitan sus cada vez más menguadas y abandonadas casas. Durante el siglo XVI no pasa de 6 el número de estos vecinos (entiéndase familias). Esto nos lleva a pensar que su despoblamiento definitivo se produciría durante el siglo siguiente, por lo que al final tan solo quedaría en pie su iglesia, dedicada a Santa María Magdalena, “regida [en 1569] por don Christóbal de Alarcón, residente en Belmonte de donde viene a decir misa los domingos y fiestas”. La iglesia seguía entera, aguantando los embates del abandono, aún en el siglo XVIII, como se hace constar en el susodicho Catastro, y en el Cuestionario que Tomás López efectuase en 1787. Huelga decir que actualmente tan solo nos es dado contemplar de ella unos breves paerazos de lo que fue a buen seguro una hermosa iglesia (y para muestra el arco sin par de su entrada, hoy en la ermita del Sepulcro de nuestra localidad). 

Nuestro personaje nació en el seno de una de esas pocas familias que aún permanecían en el Robledillo o Robredillo de Záncara a principios del siglo XVII. Pero es el caso que los Cubillo marcharon a vivir a Belmonte cuando Juan contaba pocos años de edad. Allí inició, entre burlas y veras, su vida religiosa, ingresando como monaguillo de la colegiata de dicha población. Debido a su timbre de voz –nos cuenta Luis Andújar– fue escogido para ocupar el cargo de cantor o “mozo de coro”. Años más tarde, tras pasar por el Seminario, fue ordenado sacerdote, clérigo de Epístola, el año de 1630, y celebró su primera misa en la Pascua de Navidad del año siguiente. Ganó posteriormente unas oposiciones a Racionero de la colegiata de Belmonte, donde ocupó también el cargo de clavero o encargado de todas las llaves de esta colegiata (que da cobijo, tengo que decir, al excepcional coro en madera labrada que antes luciera en la catedral de Cuenca). 

El 18 de agosto de 1646, tras ganar unas oposiciones a canonjías, Juan Cubillo tomó posesión del cargo de canónigo como Maestrescuela y secretario del cabildo, terminando sus días como Prior de la colegiata. Murió por fin un 20 de enero de 1699 y fue enterrado, como no podía ser de otra manera, en su querida colegiata belmonteña, monumento alrededor del cual giró una vida longeva y dedicada intensamente a la religión y al estudio. Sus humildes raíces no impidieron que nuestro paisano “robledillense” labrase una biografía que en aquellos tiempos sería envidiable y su persona un ejemplo de empeño, voluntad y trabajo, mereciendo incluso el nombre de una calle.


Y algo sobre Diego Martínez 

La colegiata de Belmonte alberga actualmente el retablo del hospital de San Andrés, obra tallada por Cristóbal de Villanueva, y pintada por Juan de Soria (nacido en Castillo de Garcimuñoz), de quien fue criado ayudante el también pintor, pedroñero en este caso, Diego Martínez, durante los años 60 del siglo XVI. No estaría de más una investigación que indagase en el trabajo y la persona de este Diego Martínez; y a ello animo a los jóvenes y en ciernes estudiosos pedroñeros que tan olvidada tienen su patria chica una vez que emprenden el vuelo hacia empresas más altas ligadas a la Universidad. ¡Y es que hay veces en que uno se ve tan solo en estos cometidos!

[Este artículo fue publicado en la gaceta local Pedroñeras 30 Días, número 80, mayo de 2008].


©Ángel Carrasco Sotos

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