Noticia de ANTONIO JIMÉNEZ IZQUIERDO de Las Pedroñeras y su milagroso bálsamo (I) | Las Pedroñeras

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miércoles, 11 de abril de 2012

Noticia de ANTONIO JIMÉNEZ IZQUIERDO de Las Pedroñeras y su milagroso bálsamo (I)

Don Quijote y el bálsamo de Fierabrás
           
Quizá muchos de vosotros no lo sepáis (yo tampoco lo sabía hasta hace unos años, lo confieso), pero en la primera mitad del siglo XIX hubo un pedroñero que dio a conocer un bálsamo curativo de heridas que pronto se hizo famosísimo en la corte por sus raras y prodigiosas propiedades, lo que permitió que se pudiese vender a un muy elevado precio. Este calmante o pócima le valió a su creador, Antonio Jiménez Izquierdo, incluso una pensión vitalicia de 300 ducados (cantidad que no era moco de pavo en la época, aclaro).

Está aún por aclarar que este hecho histórico sirviese de base remota para que el escritor Emilio Mozo de Rosales hiciese de su estudiantillo un médico en ciernes en su obra El alcalde de Pedroñeras ((leer reseña aquí). Hablamos de 1865, cuando se representó esta obra de teatro en los escenarios madrileños.

[Remito al prólogo que escribí para su edición reciente, que, añado, hubo de esperar hasta hoy en día para convertirse en un best seller local (mil gracias)].



Pero vayamos al meollo de la cuestión.

En el número del 15 de diciembre de 1819 del periódico madrileño Miscelánea de comercio, artes y literatura se ponía en conocimiento del lector la siguiente noticia firmada por M. M., siglas que esconden un nombre que no lograba yo averiguar. Disfrutad de su lectura. Actualizo algunas grafías, aunque no las de los componentes de la receta:

“Señor editor: los extraordinarios y nada exagerados elogios que se tributan para la curación de las heridas al bálsamo que circula con la nombre de Malats, llamaron tanto mi atención, que me entró la curiosidad de inquirir su composición, y averiguar su verdadero origen. En efecto, aunque me ha costado muchos pasos registrar archivos y papelotes arrinconados, y tomar noticias diversas, tanto dentro como fuera de esta capital, he logrado descifrar por fin este misterio, que por la utilidad que debe traer al público, me atrevo a manifestar a usted para que se sirva insertarlo en su periódico, si lo tiene a bien. He aquí, señor editor, la historia fiel y exacta de él.

            "En 1803 se presentó en esta corte un tal Antonio Jiménez Izquierdo, vecino de Pedroñeras, de la Mancha, con dicho bálsamo, para comprobar y patentizar sus virtudes, observadas por él en el considerable transcurso de 30 años. Habiendo acudido al gobierno con esta pretensión, y obtenido el competente permiso, verificó sus ensayos en la escuela veterinaria de esta corte, a presencia de don Segismundo Malats y demás profesores de ella. Los resultados de estos experimentos fueron tan felices, que habiendo atravesado la cabeza a varios animales, y herido a otros por el paraje que le señalaron los maestros y demás circunstantes, sanaron de sus mortales heridas, con admiración y asombro general. Se repitieron estos experimentos en dicha escuela y en la población con iguales efectos; y el gobierno, satisfecho de ellos, y convencido por otro lado de lo conveniente que sería la publicación de este remedio, acordó dar a Izquierdo, verdadero propagador de él, una pensión vitalicia que ha disfrutado, así como su viuda doña Catalina Moreno, hasta su fallecimiento, que fue en abril de 1817, con la precisa condición que descubriese a  Malats y demás maestros de la escuela veterinaria los simples de que se componía, recogiéndolos delante de ellos, y elaborando dicho remedio a su presencia. Así lo verificó Izquierdo, y en su consecuencia acordó el señor don Carlos IV, su publicación, mandando que se insertase en la Farmacopea Española, y se honrase la memoria de dicho propagador, poniéndole su apellido al bálsamo; sin haber yo podido averiguar cuál sea la causa de que no se haya cumplimentado esta soberana resolución.

           "También fue examinado de orden superior en el colegio de San Carlos, aplicándolo a los heridos, e informó de él la junta superior de cirugía en tiempo de Gimbernat, Galli, Vullez, Lacaba, Vidart, Capdevilla y Lavidan, individuos de ella.

            "La imposibilidad de que muchos puedan usar de este preciso remedio, a causa del excesivo precio a que se vende, es el objeto que me mueve a publicar su composición, y a presentar al público la receta y modo de elaborarlo, mayormente siendo como son unos bálsamos que corren con diversos nombres en esta capital. Su descubrimiento se debe principalmente a Izquierdo, que según me han informado varias personas fidedignas, lo adquirió de su padre, de ejercicio albéitar [veterinario], en una receta que se encontró a su fallecimiento en árabe, que traducida es la que colocó al fin de este artículo. En esta inteligencia, el que quiera hacerse con él, y ahorrarse cinco duros que cuesta cada onza, poco más o menos, puede verificarlo elaborándolo en su casa, o mandándolo hacer en la botica que guste, satisfecho de sus idénticos efectos, y no privarse de un remedio, cuyas virtudes son tan manifiestas en las heridas recientes, como lo acredita la experiencia de muchos años, aunque no de virtud tan universal, cual quiere atribuírsele, con perjuicio del público y descrédito del mismo medicamento.

                        RECETA
            Dos libras de aceite común.
            Media onza de balsamillo.
            Media onza de sinfito mayor.
            Media onza de uña de gabilán.
            Media onza de abillas.
            Media onza de balsamina.
            Media onza de la yerba cotones.
            Y media onza de ojas de flor de romero.

            "Estos simples, puestos en una redoma, se entierran en un estercolero por espacio de treinta y seis días, a fin de que fermenten.
         "A Dios, señor editor; y Dios me dé mucha salud para irle comunicando avisos de esta naturaleza. Queda de usted afecto servidor, q. s. m. b. = M. M.

            En el próximo número [me refiero al del periódico donde apareció este artículo] continuaré con la ampliación de la noticia de este, en su día, ilustre, pero olvidado, pedroñero, que merecía sin lugar a dudas este recuerdo que ha de servir de homenaje póstumo.

AQUÍ la segunda parte de esta extraordinaria historia.

Y mucho más en el libro El alcalde de Pedroñeras.


[Una primera versión de esta artículo se publicó en el periódico local Pedroñeras 30 Días, número 98, diciembre de 2009].


©Ángel Carrasco Sotos.

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