Segismundo Malats y Codina (el plagiario)
Donde se siguen ofreciendo noticias decimonónicas del afamado pedroñero
Antonio Jiménez Izquierdo.
En
el artículo anterior puse en conocimiento del lector la noticia que se recogía en
un periódico madrileño sobre la figura o persona de este pedroñero que difundió
un milagroso bálsamo cuya composición y elaboración había aprendido de su
padre, de oficio albéitar o, lo que es lo mismo, veterinario. En tal noticia se
daba cuenta de tal receta, que imagino ya muchos de vosotros habréis intentado
preparar para la aplicación inmediata en caso de herida grave o leve, dados sus
inmediatos y beneficiosos efectos.
Este
primer texto lo recojo del mismo periódico del que extraje el del número
anterior, es decir del intitulado Miscelánea
de comercio, artes y literatura, en este caso con fecha de 8 de junio de
1820. Por él comprobaremos que el nombre del susodicho era realmente Juan
Antonio y no Antonio a secas, conoceremos la cuantía justa de esta pensión
vitalicia, del coste del bálsamo y de dónde podía adquirirse éste en aquella
época. Reza así esta breve nota:
“Hace
días que dijimos que por reales decretos expedidos en 1805 y 1807, confirmados
por otros de 1817, se había concedido a D. Juan Antonio Jiménez Izquierdo,
vecino de Las Pedroñeras, provincia de Cuenca, una pensión de 300 ducados, por
haber inventado un bálsamo singular para curación de las heridas, que se ensayó
en la escuela veterinaria de esta corte. Este bálsamo se vende a 12 reales la
onza, en Madrid en la sombrerería de la
calle de Carretas, inmediata a la casa de la compañía de Filipinas, en la
tienda abacería, número 17 de la corredera alta de San Pablo, y en la calle de
Toledo, número 35, cuarto segundo. Los herederos del autor advierten que el que
no se despache en estos sitios, no es el de la composición de Jiménez”.
Y
no habían pasado nueve días cuando el 17 de ese mismo mes y año en otro
periódico de la corte, el llamado El
Universal observador español, se publicaban palabras de análogo contenido:
“Con
fecha 9 de setiembre de 1805, y 19 de julio de 1807, tuvo a bien S. M. Carlos
IV señalar una pensión de 300 ducados anuales sobre los fondos de la Escuela
Veterinaria a D. Juan Antonio Jiménez Izquierdo, por haber sido el descubridor
de un bálsamo o específico, el que el público llama Malast, siendo el de aquel
el original del de éste.
En
17 de enero de 1817 se dignó S. M. (que Dios guarde) concederle cobrase dicha
pensión por la misma Escuela, por haber cesado a causa de la dominación
enemiga, y facultad para vender dicho específico, como consta por oficio dado
por el Excmo. Sr. Marqués de Campo-Sagrado.
Se
avisa al público para su inteligencia, y no carezca de un beneficio tan útil:
se halla de venta en Madrid, calle de Carretas, en la sombrerería y despacho de
hules inmediato a la Compañía de Filipinas, y en la corredera alta de San Pablo
inmediato a la plazuela de San Ildefonso, número 17, tienda abacería; y en la
calle de Toledo, número 26, cuarto 2º, casa de Miguel Castaños, al lado de la
posada de San Antonio, y casa del autor de las Pedroñeras, provincia de la
Mancha, a 12 reales el pomito de onza; advirtiendo que no siendo comprado en
las casas indicadas, donde habrá un papel a la puerta que lo anuncie, y cada
pomito una papeleta pegada con nombre y apellido del autor, no es el de
Jiménez”.
El
tercer texto es el que se publicó en el llamado Nuevo diario de Madrid al año siguiente, concretamente en el número
del 2 de mayo de 1821 (en pleno Trienio Liberal). Distintamente a lo que hemos
hecho en los anteriores, aquí no actualizaré las grafías ni la acentuación para
que el lector vea cómo se escribían algunas palabras antes de la reforma
ortográfica (así que no piense nadie que son faltas de ortografía). En él se
lee tal que así:
“El
bálsamo maravilloso por el verdadero autor don Juan Antonio Ximenez Izquierdo,
que tantos prodigios ha hecho en este reino, como en los estrangeros, como está
acreditado, se sigue vendiendo en esta Corte, en la calle de Carretas almacén
de ules, frente a las rejas del la Fonda del Ángel, más á riba de la compañía
de Filipinas, en la calle de Toledo, núm. 35 cuarto 2, casa de Miguel Castaños,
y en la corredera de san Pablo, tienda abacería, núm. 17, junto á la plazuela
de san Ildefonso, al equitativo precio de 12 rs. la onza, y cada pomito
[frasco] llevará una papeletita pegada, con nombre y apellido de dicho autor,
también se da una papeleta para el uso de dicho específico, y no siendo
comprado en los parages indicados (donde habrá papeles á la puerta que lo anuncien),
no es de este autor. También se vende en las Pedroñeras casa del autor,
provincia de la Mancha”.
Desconozco
hasta cuándo se siguió vendiendo este potingue de tan extraordinarias virtudes
curativas. ¿Guardará aún alguien un frasquito de esta pócima con el nombre
grabado de su autor, el pedroñero Juan Antonio Jiménez? ¿Dónde viviría este
hombre en nuestro pueblo, que, al parecer, tenía una tintorería? ¿Se harían ricos sus herederos, su viuda, doña
Catalina Moreno, e hijos (su hija Jesusa solicitó permiso para venderlo), con la venta de dicho fármaco más el disfrute de esa
beneficiosa pensión vitalicia? ¿Cómo conseguirían los boticarios acreditados
las uñas de gavilán, componente indispensable del mejunje? ¿Atraparían a
algunas de estas aves, les cortarían las uñas para luego soltarlas? ¿O más bien
tendrían a estas rapaces en casa, en ciertas jaulas especiales, debidamente
alimentadas, en espera de que las uñas crecieran para volver a cortárselas? ¿Y
las hierbas? ¿Irían al campo a conseguir esa hierba cotones que, sinceramente,
no logro identificar? ¿Las criarían en un huerto junto a las habillas y
balsaminas? ¡Qué sabe nadie!
[Más información en el prólogo de
mi edición de El alcalde de Pedroñeras,
de venta en estancos y papelerías locales. Ver AQUÍ].
Este artículo fue publicado por primera vez en Pedroñeras 30 Días, número 99, enero de 2010
Este artículo fue publicado por primera vez en Pedroñeras 30 Días, número 99, enero de 2010
©Ángel Carrasco Sotos.
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