Cubierta del libro (edición de 1907).
Por los mismos años en que el
dramaturgo Emilio Mozo de Rosales escribía y veía representada su obra El alcalde de Pedroñeras (por aquí tenéis los datos sobre la edición hecha por mí en 2009), el prolífico escritor
conquense Manuel Polo y Peyrolón (Cañete, 11 de junio de 1846) daba a la
imprenta una recopilación de cuentecillos y artículos de corte realista-costumbrista
que titularía Bocetos de brocha gorda.
Corría el año de 1884 (por errata –no subsanada en la ficha de la Biblioteca
Nacional– se editó como del año 1866).
A esos doce “bocetos”, Polo y Peyrolón añadió, al menos que yo sepa, seis breves
relatos más, en edición independiente de 1907 que poseo.
Portada del libro (edición de 1907).
Sobre Polo y Peyrolón
Manuel Polo y Peyrolón estudió
Derecho y Filosofía y Letras en Valencia y Madrid, y explicó Metafísica en la
Universidad de Valencia en el curso de 1868-69. En 1870 obtuvo la cátedra de
Psicología, Lógica y Ética del Instituto de Teruel. En 1879 se trasladó definitivamente
a Valencia. Fue diputado en el Congreso por esta ciudad y senador, cargo éste
que desempeñaba en el momento de su muerte. Escribió numerosos libros sobre
ética y filosofía moral, siempre desde una óptica católica y tradicionalista
(algunos con títulos tan sugerentes como Parentesco
entre el hombre y el mono). A ellos hay que sumar otros libros de ensayo,
cuentos y un puñado de novelas (quizá de interés, por ser espejo de las
costumbres de la Sierra de Albarracín, sea Los
Mayos) que, en general, hoy, han quedado relegados al mundo del olvido. No
mucho antes de morir legó a la Academia de la Historia el grueso de su
correspondencia (cartas con José Mª Pereda, Menéndez Pelayo, etc.) y nueve
tomos autobiográficos titulados Memorias
de un sexagenario. Murió en Valencia en 1918.
Retrato de Polo y Peyrolón.
Peylorón cita Pedroñeras en un “boceto”
Uno de esos artículos de costumbres publicados
en la primera edición de sus Bocetos de
brocha gorda es el titulado “Recomendaciones escolares”. En él, el autor de Cañete se
dedica a examinar y clasificar (no sin cierto humor y sorna incisiva y feroz)
las “infinitas causas de recomendación para los exámenes”, de las que entresaca
“a la vergüenza pública las más indiscretas y hasta ridículas”. A renglón
seguido aclaraba esto: “Para mayor efecto les pondré epígrafes latinos,
redactándolas en forma de diálogo, que supongo tiene lugar entre el
recomendante y un catedrático franco y justiciero [todos pensamos en él mismo],
que se puede llamar de cualquier manera: Perico de los Palotes, por ejemplo”.
Aclarado el planteamiento, don José irá ejemplificando con diálogos cuasi caricaturescos los distintos ardides de que se sirve el vulgo infame y sinvergüenza para recomendar a alumnos y pedir, en consecuencia, su aprobado, sirviéndose para ello, como digo, de los más bajos y peregrinos argumentos.
Nos interesa a nosotros aquel cuyo epígrafe latino lleva por título Propter sodalitatem, esto es, “Por compañerismo”. Lo copio:
“–¡Señor D. Pedro!
–No tengo el honor...
–Pero de veras ¿no me conoce usted?
–No recuerdo...
–Sí, hombre, sí; se hemos sido
condiscípulos...
–¿En dónde estudió usted?
–Aquí en Valencia.
–Pues yo hice toda mi carrera en
Salamanca.
–¿Pero no se llama usted Perico de
los Palotes?
–Precisamente.
–Pues justo, hombre, justo: yo tuve
un condiscípulo del mismo nombre y apellido.
–Lo malo abunda.
–Nada de eso; pero, en fin, si no
somos condiscípulos, como yo creía, indudablemente somos compañeros, porque yo
también soy profesor normal superior de primera enseñanza, y ahora me tiene
usted al frente de la escuela de
Pedroñeras.
–Lo celebro mucho; ¿pero puedo saber
a qué debo el honor de esta visita?
–Es muy sencillo; el alcalde de Pedroñeras tiene aquí un
hijo estudiando, se ha de examinar ante el tribunal de que usted forma parte, y
aprovechando mi viaje a la capital, se lo recomiendo a usted eficazmente, y
espero que por compañerismo hará
usted por él cuanto pueda. Además, yo no soy tampoco de los del día, no
señor... pienso como usted... ¡je, je, je!... ya me entiende usted, ¿no es eso?
–Mucho que sí; ¡no faltaba más! ¡Es
usted muy pícaro!”
Recorte del fragmento del libro.
Índice de la edición original.
Apreciaciones
Este maestro de escuela (de la de
Pedroñeras, en concreto) pide al catedrático –ya que pertenecen al mismo ramo–
que apruebe al hijo de (literalmente) “el alcalde de Pedroñeras”. ¡Qué
coincidencia que el sintagma coincidiese con el título de la obra de Emilio
Mozo de Rosales (de cuya lectura ya muchos han disfrutado). Hijo estudiante,
alcalde de Pedroñeras... ¿Mera coincidencia? ¿Se conocían don Manuel y don
Emilio? ¿Escribió este artículo el primero después de ver representada la obra del
segundo? ¿Leyó don Emilio, antes de su publicación, el cuento de don Manuel?
Bueno, no vayan a decirme que el asunto no tiene su miga (aunque interés, por
desgracia, tan solo para unos pocos).
[Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico local Pedroñeras 30 Días, número 104, junio de 2010]
[Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico local Pedroñeras 30 Días, número 104, junio de 2010]
©Ángel Carrasco Sotos.
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