El otro alcalde de Pedroñeras (en BOCETOS DE BROCHA GORDA, de Polo y Peyrolón) | Las Pedroñeras

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sábado, 14 de abril de 2012

El otro alcalde de Pedroñeras (en BOCETOS DE BROCHA GORDA, de Polo y Peyrolón)

Cubierta del libro (edición de 1907).


Por los mismos años en que el dramaturgo Emilio Mozo de Rosales escribía y veía representada su obra El alcalde de Pedroñeras (por aquí tenéis los datos sobre la edición hecha por mí en 2009), el prolífico escritor conquense Manuel Polo y Peyrolón (Cañete, 11 de junio de 1846) daba a la imprenta una recopilación de cuentecillos y artículos de corte realista-costumbrista que titularía Bocetos de brocha gorda. Corría el año de 1884 (por errata –no subsanada en la ficha de la Biblioteca Nacional– se editó como del año 1866). A esos doce “bocetos”, Polo y Peyrolón añadió, al menos que yo sepa, seis breves relatos más, en edición independiente de 1907 que poseo.

Portada del libro (edición de 1907).


Sobre Polo y Peyrolón

Manuel Polo y Peyrolón estudió Derecho y Filosofía y Letras en Valencia y Madrid, y explicó Metafísica en la Universidad de Valencia en el curso de 1868-69. En 1870 obtuvo la cátedra de Psicología, Lógica y Ética del Instituto de Teruel. En 1879 se trasladó definitivamente a Valencia. Fue diputado en el Congreso por esta ciudad y senador, cargo éste que desempeñaba en el momento de su muerte. Escribió numerosos libros sobre ética y filosofía moral, siempre desde una óptica católica y tradicionalista (algunos con títulos tan sugerentes como Parentesco entre el hombre y el mono). A ellos hay que sumar otros libros de ensayo, cuentos y un puñado de novelas (quizá de interés, por ser espejo de las costumbres de la Sierra de Albarracín, sea Los Mayos) que, en general, hoy, han quedado relegados al mundo del olvido. No mucho antes de morir legó a la Academia de la Historia el grueso de su correspondencia (cartas con José Mª Pereda, Menéndez Pelayo, etc.) y nueve tomos autobiográficos titulados Memorias de un sexagenario. Murió en Valencia en 1918.



Retrato de Polo y Peyrolón.


Peylorón cita Pedroñeras en un “boceto”

Uno de esos artículos de costumbres publicados en la primera edición de sus Bocetos de brocha gorda es el titulado “Recomendaciones escolares”. En él, el autor de Cañete se dedica a examinar y clasificar (no sin cierto humor y sorna incisiva y feroz) las “infinitas causas de recomendación para los exámenes”, de las que entresaca “a la vergüenza pública las más indiscretas y hasta ridículas”. A renglón seguido aclaraba esto: “Para mayor efecto les pondré epígrafes latinos, redactándolas en forma de diálogo, que supongo tiene lugar entre el recomendante y un catedrático franco y justiciero [todos pensamos en él mismo], que se puede llamar de cualquier manera: Perico de los Palotes, por ejemplo”.
            
Aclarado el planteamiento, don José irá ejemplificando con diálogos cuasi caricaturescos los distintos ardides de que se sirve el vulgo infame y sinvergüenza para recomendar a alumnos y pedir, en consecuencia, su aprobado, sirviéndose para ello, como digo, de los más bajos y peregrinos argumentos.
            
Nos interesa a nosotros aquel cuyo epígrafe latino lleva por título Propter sodalitatem, esto es, “Por compañerismo”. Lo copio:

            “–¡Señor D. Pedro!
            –No tengo el honor...
            –Pero de veras ¿no me conoce usted?
            –No recuerdo...
            –Sí, hombre, sí; se hemos sido condiscípulos...
            –¿En dónde estudió usted?
            –Aquí en Valencia.
            –Pues yo hice toda mi carrera en Salamanca.
            –¿Pero no se llama usted Perico de los Palotes?
            –Precisamente.
            –Pues justo, hombre, justo: yo tuve un condiscípulo del mismo nombre y apellido.
            –Lo malo abunda.
            –Nada de eso; pero, en fin, si no somos condiscípulos, como yo creía, indudablemente somos compañeros, porque yo también soy profesor normal superior de primera enseñanza, y ahora me tiene usted al frente de la escuela de Pedroñeras.
            –Lo celebro mucho; ¿pero puedo saber a qué debo el honor de esta visita?
            –Es muy sencillo; el alcalde de Pedroñeras tiene aquí un hijo estudiando, se ha de examinar ante el tribunal de que usted forma parte, y aprovechando mi viaje a la capital, se lo recomiendo a usted eficazmente, y espero que por compañerismo hará usted por él cuanto pueda. Además, yo no soy tampoco de los del día, no señor... pienso como usted... ¡je, je, je!... ya me entiende usted, ¿no es eso?
            –Mucho que sí; ¡no faltaba más! ¡Es usted muy pícaro!”



Recorte del fragmento del libro.

Índice de la edición original.

Apreciaciones

Este maestro de escuela (de la de Pedroñeras, en concreto) pide al catedrático –ya que pertenecen al mismo ramo– que apruebe al hijo de (literalmente) “el alcalde de Pedroñeras”. ¡Qué coincidencia que el sintagma coincidiese con el título de la obra de Emilio Mozo de Rosales (de cuya lectura ya muchos han disfrutado). Hijo estudiante, alcalde de Pedroñeras... ¿Mera coincidencia? ¿Se conocían don Manuel y don Emilio? ¿Escribió este artículo el primero después de ver representada la obra del segundo? ¿Leyó don Emilio, antes de su publicación, el cuento de don Manuel? Bueno, no vayan a decirme que el asunto no tiene su miga (aunque interés, por desgracia, tan solo para unos pocos).

[Este artículo fue publicado por primera vez en el periódico local Pedroñeras 30 Días, número 104, junio de 2010]

©Ángel Carrasco Sotos.

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