También
nosotros los pedroñeros tuvimos a nuestro Gabriel y Galán particular. Fue sin
duda Julián Escudero Picazo, escritor y periodista que desarrolló con plenitud
su escritura durante los años 20 y 30 del siglo XX, el que mejor supo llevar a
la escritura de sus cuentos, poemas, sainetes y artículos el habla pedroñera.
Maravillado, asombrado, he quedado después de leer sus Rusticidaes manchegas (campo y ciudá) del que más abajo hablaré.
Reedición de la obra publicada en 2018, a cargo de Fabián Castillo y de un servidor. La obra contiene el facsímil de la original y un estudio sobre la vida y la obra de su autor, centrándonos mayormente en este libro y en el proceso de investigación sobre él y su autor.
Julián periodista
Poco
puedo decir de su biografía, pues no he podido averiguar nada sobre ella y sólo
barajo supuestos. Sí sé que es, sin duda alguna, una de las mejores plumas que
ha dado nuestro pueblo y baste con leer sus artículos (ya costumbristas, ya
políticos (de tendencia derechista), y de envergadura), poemas o relatos
publicados en periódicos de la época como El
día de Cuenca (véanse por ejemplo los titulados “Esta noche es noche buena”
(1923) o “Fiesta mayor” (1924)), en El
defensor de Cuenca, en El Centro o
en Voz Regional. Pero, sin desmerecer
el resto de su “literatura”, lo que más sorprende es su facilidad para crear
esos poemas castizos (algunos de ellos premiados) en los que vuelca con gracia
incomparable el habla popular de la rusticidad pedroñera de la época; habla,
por otro lado, de la que aún quedan retazos en vías de extinción entre los
mayores.
Julián dramaturgo, poeta y prosista
En
la edición del libro que cité arriba (que he podido conseguir recurriendo, como
siempre, a librerías de viejo), Julián Escudero da cuenta de las que han sido
publicaciones suyas hasta ese año de 1936 en que publica el libro.
Ha
editado hasta entonces, en 1929, una obra titulada Vidas manchegas que él califica como “pasatiempo escénico” dada la
naturaleza dramática del texto. La obra, breve, contó con un prólogo de
Asunción de Zea-Bermúdez, otra de nuestras ilustres plumas (y de la que ya
hablé en su día). De esta publicación se dio cuenta en el número Abc del 21 de febrero de 1930: “Con
prólogo de Asunción de Cea-Bermúdez, Julián Escudero Picazo ha publicado un
pasatiempo breve, original y en prosa, así titulado, y que es en sí un cuadrito
de costumbres regionales bien vistas y galanamente descritas, por lo que
felicitamos a su autor”. De esta obra existe ejemplar en nuestra Biblioteca
Nacional, que he podido obtener fotocopiada (gracias de nuevo a mi amigo
Domingo Palacio, que fue quien me facilitó también la fotocopia de esa
deliciosa obra que es ese tesoro llamado El
alcalde de Pedroñeras). Dice el autor haber sido escrita “expresamente para
representarlo en el “Ideal Cinema” de Pedroñeras (en su última etapa se
llamaría “Cine Rex”) el 1 y 2 de septiembre de 1929, algo que al final no se
llevó a cabo porque el tiempo se echó encima.
En
1930 publica, también en Madrid, la obra Desde
mi balcón a la vida, que él describe como “reflexiones fáciles”, y que,
como la anterior, en 1936 ya está agotada.
Como
poeta ya ha ganado dos grandes premios literarios. El primero fue el convocado
por la Cámara Oficial del Libro, de Madrid, el año de 1934, titulado “Los dos
sudores”, que glosa como “Poema que, con palabras rurales, canta al esfuerzo de
quienes trabajan en el campo y con los libros útiles”. El segundo fue el
otorgado en noviembre de 1935 por el Patronato Central para la Protección de
Animales y Plantas (Ministerio de la Gobernación) en su “Concurso entre
periodistas españoles”, con el poema titulado “No me toquís un álbol ni a una
mosca”.
De
la noticia del primer premio se hizo eco el número de Abc del 15 de junio de 1934 en extensa noticia. Se celebró un
banquete en honor del premiado, y dice el corresponsal: “Ocuparon la mesa
presidencial, con el festejado, el conde de Colombí [José Mª Gutiérrez
Ballesteros], el presidente de la Casa de Cuenca, Sr. León y Benito y los Sres.
Martínez Kleiser [nada menos], Martínez Acacio (D. José), Calvo Sotelo (D.
Joaquín) y Molina del Pozo [Francisco]”. Y más adelante se escribe: “Ofreció el
homenaje el conde de Colombí, diciendo que el Sr. Escudero es un literato de
alturas, un poeta de gran fibra y sobre todo, un hombre bueno. Termina
dedicando un sentido recuerdo a la madre del festejado y pidiendo que la tierra
natal del señor Escudero, Pedroñeras, le rinda el homenaje que se merece”.
En
ese libro de 1936 nos habla también de otros en preparación, cuya publicación
desconozco si se vio truncada por la Guerra Civil, pues ni en la Biblioteca
Nacional se encuentran, y ninguna información aparte de la que da el autor
tengo de ellos.
Las
dos primeras son sendas obras de teatro: una que iba a titular ¡Cuando s’harten los de la manta!,
“comedieta rural, manchega, en tres actos”; y otra que llevaría el título de Torre de cristal, en tres actos.
Tenía
también en preparación una novela que titularía Tres eran, tres..., que, en realidad, recogería tres novelas cortas
con el título de Fuego en las eras, ¡Aquí se ha cometido un crimen! y Una casita en el campo. Aparte,
preparaba un libro de cuentos que iba a titular Cuentos manchegos (que imagino sería en parte recopilación de los
publicados en prensa). No sé nada de la publicación en preparación de otra
colección de cuentos (si es que no es la misma) que en 1923 él titulaba Hojas del calendario.
Tres
obras más, en donde alternaría prosa y verso, ocupaban su labor literaria: Tipos, costumbres y palabras d’un
pueblecillo manchego (conversaciones que recogerían el habla viva de los
pedroñeros), Con la vigüela templá (una
colección de cantares manchegos) y, por último, Viaje por drento e mi casa. Tanto del primero como del tercero se
recogen muestras en el libro de Rusticidaes
manchegas: Del primero, un poema titulado “¡Aquí n’haberá un divolcio!”, y
del segundo, una serie de 22 cantares de aire manchego, a mi entender de
creación propia, pues ninguno de ellos tengo yo anotados en ese Cancionero popular de la Mancha conquense
recientemente publicado, pero que conservan el gusto de los tradicionales,
siempre con un toque personal de elegancia, como el que dice: “Canta’l listo
cuando trunfa, / los chiquetes cuand’escardan, / las tías cuando vendimian / y
el cavaor cuando cava; / porque vale / l’alegría del trabajo / el trabajo
d’alegrase”; o ese otro que reza: “Al cavaor no l’importa / cavar con azaón
pesao / tiniendo casa, mujer / y un pucheret’aviao”. Parte de los que me pasó
en su día Marcelina López, de creación propia, tenían este mismo aire pedroñero
de pura cepa (también algunos de Fabián Castillo y de José Mª Fernández).
Sobre Rusticidaes manchegas
El
libro que he conseguido, ya digo, es el titulado Rusticidaes manchegas, cuya reedición creo sin duda imprescindible
(también quizá lo serían –hablando de todo un poco– esas Flores de mi verjel (sic), de Juliana Izquierdo Moya), al que
acompañaría en el mismo tomo el sainete titulado Vidas manchegas, del que he hablado (¿quién se ocupará de ello? ¿valdría
la pena hacerlo sabiendo que publicar (o escribir) en Pedroñeras es llorar
(como diría Larra)?). El mismo autor lo subtitula en contraportada “vocabulario
y costumbres de un pueblecito olvidado”. Su publicación se recogía como noticia
en el número de Abc del 23 de mayo de
1936, de esta manera:
“Don
Julián Escudero Picazo, poeta manchego, gusta de plasmar sus inspiraciones en
el lenguaje vulgar que usa el pueblo por aquellas contornadas, pero también, de
vez en cuando, siente el prurito de cantar en estilo académico, escogiendo
temas que se apartan de la rusticidad.
Por
eso, en este libro hay una parte destinada al campo y otra a la ciudad. En una
y otra el poeta se muestra sencillo y bondadoso, amigo de las tradiciones en
trajes, en costumbres y en ética. En lo que atañe al fondo de sus composiciones
se transparenta el “hombre de bien”, chapado según las viejas normas de la
raza. Como poeta se ofrece igualmente aficionado al decir llano y limpio, en
rimas fáciles sin grandes complicaciones que resten claridad a lo que quiere
decir.
Poesías
populares las suyas, fueron apareciendo al imperativo de la actualidad, bien
para publicarse en periódicos, bien destinadas a un círculo de amigos que
habían de ser los disfrutantes de ellas. Hoy aparecen coleccionadas juntas,
brindando a todo el público una visión de temas manchegos, expresados en su
mayoría según la dicción y el sentir vernáculos”.
No
podía terminar este artículo sin dejar al menos una muestra de su poesía tomada
al vuelo, como este soneto titulado “Un güen ‘torero”:
Se coj’una llaná de media legua u más;
comía
y ya escansá, s’unz’al llubo la yunta;
se
met’en la madrina –correas bien domás–,
diquia
uno de los tres bujeros de la punta
el palo del timón; a la esteva s’ajunta
la
ijá y los dos ramales, y hech’así tendrás
arao
y mulas p’arrear, y una mirá c’apunta
hicia
una señaleja, mu largo, ande vas.
Ara que ara p’alante, qu’está permitío
to
surco “torero” por sembraos y restrojos
si
se saca mu largo y no tie ni un metío,
cuando pueden, contentos, miralo tus ojos
y
a las gentes qu’escuchan icir convencío:
Parejo
a éste pu’hacese; mejor..., son antojos.
Todos
los mayores saben que con la palabra torero
se hacía referencia al ‘surco largo que uno hacía con el arado cuando lo
probaba o simplemente practicando la arada’.
¡Qué
gracia pedroñera tenía Julián Escudero! ¡Y como este poema hay muchos más en el
librillo! Animo a la reedición subvencionada de esta obra, que haría las
delicias de los pedroñeros. Y lo hago por diversas razones: porque la voz que
habla en ellas es la de nuestros antepasados, porque estos poemas son un tesoro
de nuestra habla, ésa que va perdiéndose poco a poco, pero que nos definió
durante siglos, porque el asunto de nuestra manera de hablar es de interés
general (el libro de El habla de
Pedroñeras está agotado y es inencontrable)...
porque costaría muy poco realmente.
[Pulsa AQUÍ para ver las característica de la reedición y estudio que se hizo de esta obra].
[Este artículo fue publicado por primera vez el periódico local Pedroñeras 30 Días, nº 100, febrero de 2010]
[Pulsa AQUÍ para ver las característica de la reedición y estudio que se hizo de esta obra].
[Este artículo fue publicado por primera vez el periódico local Pedroñeras 30 Días, nº 100, febrero de 2010]
Ángel Carrasco Sotos.
Hoy se cumplen diez años del inicio de una amistad que partió del artículo publicado en Pedroñeras 30 días. ¡Cuantas vivencias imborrables! Una preciosa experiencia que nunca olvidaré, salvo que pierda la memoria. Un saludo Ángel y muchísimas gracias por el hallazgo.
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