por Vicente Sotos Parra
Hay personas que no hacen nada para ser amadas y, a pesar de ello, lo son; y hay otras que lo hacen todo para ser amadas y no llegan a serlo.
Se puede notar que a las personas pobres de verdad les resulta muchas veces difícil ser amadas. Cuando a la madre de Felipón le llegó aquella carta, la guardó como oro en paño a pesar de tener solo unas líneas breves y escasas en las que decía…
Estaba cansada y se apoyaba en la mesa con ambas manos. Había estado todo el día poniendo ajos, para mí una de las faenas más duras que las mujeres hacían en el campo, y que estaba predestinada para ellas, pues pocos hombres formaban las cuadrilla de las poneeras. Ya son todas duras, pero esta no se queda a la zaga en su dureza pues, además, tenemos que tener en cuenta que se realiza entre los meses del pleno invierno desde los meses de diciembre a enero; como aquel que dice, en pleno invierno. Las poneeras... que dobladas todo el día llevando el morralete lleno de ajos, especie de mandil. Pero esto lo cuenta Ángel Carrasco Sotos en GUIA SECRETA DE LAS PEDROÑERAS 3.
A esto le añadimos el frío intenso en el cuerpo y en las manos que se encontraban con terrones y piedras húmedas al tener que hincar el diente de ajo en la tierra.
Felipa clavó los ojos en el vacío, sus manos estaban completamente arrugadas. Despacio abrió la carta hasta convertirla en una pelota irregular. Cuando Felipón miró las manos, sintió vergüenza. Alisó la carta, pero quedó arrugada como el rostro de una anciana. Las manos de los pobres siempre se avergüenzan de lo que hacen.
Por la noche la lámpara de la habitación estuvo mucho tiempo encendía.
El sueño es tan frágil, sin embargo, que no es capaz de mantenerlo al margen de lo que le ocupa despierta a Felipa.
Felipón se durmió tarde. Primero pensó que la madre se había dormido sin apagar la luz, pero cuando se incorporó con cuidado apoyándose en el codo y miró en esa dirección la vio que tenía los ojos abiertos y que las manos que estaban sobre el edredón arrugadas alisaban una carta invisible.
La noche siguiente la lámpara estuvo aún más tiempo. Felipa completamente vestida, estaba sentada y con la mirada perdida. Aquella carta la tenía en donde ni ella misma sabia que estaba. En mitad de la noche se despertó. Hacia frío y la madre le ponía la mano en la frente exactamente igual que si tuviese fiebre. Cuando acabó de despertarle ella lo miró a los ojos y le dijo:
--Léeme lo que dice tu padre, que tú sabes leer mejor que yo.
La carta decía:
"Espero que el Todopoderoso me perdone… ¡No tú!… ¡No merezco tu perdón!
Pasaré al infierno, allí donde están las almas que en la tierra hicieron sufrir a gente buena, inocente como tú".
Así se despidió aquel falangista, padre de Felipón.
(CHASCARRILLO)
Se debe pedir perdón,
se debe vivir sin rencor.
Se debe dar la vida y
cuidar la que se sembró.
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A veces los malvados parecen actuar bien,
pero es pura ilusión.
Esopo
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