FELIPÓN CON LOS HERMANOS PASCUAL, PITILLO Y ANTONIO (capítulo 51) | Las Pedroñeras

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viernes, 5 de mayo de 2023

FELIPÓN CON LOS HERMANOS PASCUAL, PITILLO Y ANTONIO (capítulo 51)

por Vicente Sotos Parra


Yo no conozco un pueblo en este país que entre sus conciudadanos/as no se encuentre unos/as que se maten a trabajar, que son los más, y los menos que en su vida no le dieron un palo al agua. Y así se explica que los hombres de este lugar lleguen a quedarse encorvados, hasta el punto, que casi se dan con las rodillas en la barba. En nuestro lugar no iba a ser diferente al resto.

Y para muestra un botón de lo que le contaron a Felipón en aquellas tertulias que se daban en los bancos de la plaza, que tanto enseñaron al Jabato para que de estas se enriquecerse de todas ellas. Todos eran viejos sesudos y de buen juicio.

El hermano Pascual por la vida que llevó de trabajar de noche y de día llego, a los setenta años se le doblaron las rodillas, se le encorvó  la espalda, y tenía que andar con una muleta, y a la carrera se estaba quedando sordo y ciego No tuvo jamás unas vacaciones ni sabía el significado de la palabreja. A cambio hizo su capitalejo que ahora administraban sus chicos y disfrutaban sus nueras. Sin que lo hubiesen sudado, no llegando a trabajar nunca en el campo. Según le contó a Felipón y se lo llevaba los demonios cada vez que el sudor de toda su vida aquellas señoritingas presumieran de tener tierras, y buena casa y cuartos de todo lo  heredado y según él les llovió del cielo a las tres nueras.




No solían hacer buenas migas los dos por lo que se sentaron cada uno en la punta del banco siendo esta distancia que les venía de lejos. Si se cruzaban por la calle se miraban y como si les costase un riñón el saludo si es que lo hacían.

Cuando Felipón se sentó en el medio del banco le preguntó el hermano Pascual.  

--¿Tú, hermoso, de  quién eres?

-- Yo soy el chiquete de la Felipa.

-- ¡Por la pinta ya sé quién eres, hermosón!

Mis chicos me dijeron que estuviste vendimiando en mis viñas el año pasado y que eres un Jabato trabajando, se quedaron mu contentos de haberte tenido con ellos. Yo ando jodío de haber hecho lo que tú haces; ay si fuera hoy, otro gallo me cantaría a mí, y a mi mujer que también anda jodia de todo un poco, y ya ves a lo que estamos llegando unos días jodios, y otros más jodios todavía. Dios nos ha impuesto castigo más brutal el trabajo a casi todos. Mira al tío Pitillo, aquí lo tienes más sano que un manzano… ¡verdad que sí, Pitillo! No tiene ningún mal. Tiene los mismos años que yo, que estuvimos juntos en la mili es verdad ---así es Pascual. Respondió el hermano Pitillo.



El hermano Pitillo era conocido y respetado, pues en su vida solo había escogido la senda del menor esfuerzo. En mi casa tengo una higuera, y fíjate Pascual no tengo nunca un higo en el suelo, tendido sobre cojines, a la sombra de la higuera. La observó y solo un poco antes de escuchar el ¡chas! que anuncia la caída de un higo maduró a poca distancia, estiró lánguidamente el brazo para acogerlo y llevármelo a la boca y trágamelo. Soy  Buda, que significa “el Iluminado” a la sombra de la higuera, y que fue bautizada con el nombre de Bodhi o  "Árbol de la iluminación".

--Pero te voy a decir que mi chico me gana, un día me dio una lección.

--¿Por qué de tan lejos coger el higo?

-- ¡El higo cae en la boca!

--¡Qué te paice que ya sale enseñao el chiquetee! ¡Copón!

-- Para que te des cuenta hasta dónde llega la criatura, que es tan listo que me trajo en tos los exámenes dieces, y yo pa no quedar mal le dije… ¿Qué quieres que te compre? Y me contestó que una burra y una rana.  ¡La Virgen!  ¡Joder, Pascual, que me salió adelantao!... decía que la burra para ir caballero y la rana para que le haga el llac…llac...llac… que doy gracias al cielo por haberme dado un vástago tan ingenioso.

-- ¿No te paice, Pascual? --a lo que le contestó--- al paso que va ese llega a los --doscientos años Pitillo. Y seguro que llega sin muletas, con la espalda recta, las rodillas sanas, escuchando, y viendo lo que le venga en gana. 

El hermano Antonio se les unió a la tertulia que se solía sentar con ellos.  Empezó a liar un cigarro con papel de periódico. Tenía esa expresión sutil y grave de los ancianos, y su nariz, atravesada por una cavidad en forma de silla de montar, con los orificios apuntando hacia arriba, le daba un aspecto astuto y burlón. Tenía los ochenta y cinco años y padecía a veces de alucinaciones que les dejaba medio atolondrados a los que lo escuchaban. A veces se reían todos juntos mientras otras veces se levantaban y salían escapaos a todo lo que sus flacas fuerzas les daban, 

--¿Cuánto llevas sin vacaciones tú, Antonio? -Le preguntó el hermano Pascual.          

--Anda la leche jodía, ya hace cuarenta años de la última vez. Me fui a Cuenca a casa de mi primo Martín, que vivía con su mujer, y me dijo vente unos días que con la Vespa, te enseñaré la Ciudad Encantada y el nacimiento del rio ese tan hermoso que me gustó mucho, pero desde entonces con el golpe en la cabeza ando un poco perdío. En la vuelta a Cuenca mi primo se salió de la carretera que era un camino de tierra suelta, y caímos por un terraplén nos paró unos matorrales y salió un jabalí, y se me echó encima y me devoró. 

--¿Te devoró?—preguntó el hermano Pitillo, -- que había estado escuchando estupefacto.

--¡Me devoró!… por completo, hasta el último pedazo de carne,

--Pero, bueno,  ¿qué me dices?  ¡Ningún jabalí te devoró! ¿Sigues vivo?

--A veces, se pasa uno la noche en vela, escudriñando en la oscuridad, con ojos ciegos y piensa: Vida, ¿por qué me trataste tan despiadadamente? ¿Por qué me has castigado de este modo? Y no tengo respuesta, ni en la oscuridad ni en la luz del sol… No tengo ni la espero, y de pronto, cae uno en la cuenta.

Entonces el hermano Antonio retomó el hilo de lo que se estaba contando suspiro a la manera de las personas ponderadas y reflexivas sacudiendo la cabeza y dijo.

--¿A esto le llamas tu vida? 


(CHASCARRILLO)

El hermano Pascual ¡cuánto este hombre trabajó!

El hermano Pitillo sentado cuántos higos se comió.

El hermano Antonio cuarenta años hace que se perdió.

De todos ellos Felipón aprendió.


La juventud es un regalo de la naturaleza,

pero la edad es una obra de arte.

Starislaw Jerry Lee


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