Otro de los capítulos de LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS, el último libro de la serie "Guía Secreta de Las Pedroñeras", recién publicado, habla del pozo del Pilar y de sus abrevaderos, situados en el barrio pedroñero de El Coso. Dada su larga historia, las vivencias de nuestros mayores en torno a él y la espectacularidad de su construcción, es uno de los lugares más queridos y añorados. Su destrucción fue un antojo y da cuenta de la poca consideración que se tenía por nada que no fuera puramente pragmático en el pasado por algunos de nuestros dirigentes.
Prácticamente todos los datos expuestos en este apartado en el libro Los trabajos y los días son fruto de la investigación del autor en el archivo municipal. Hay fotos, pero más que nada interesa lo que extrajimos de los documentos, un material inédito que da cuenta de la antigüedad de este pozo, de su nombre anterior a cuando se fabricasen los nuevos pilones, las condiciones de su contrato anual, los alcaldes que intervinieron en su construcción, el momento en que se permitió beber al ganado, etc.
Y lo más valioso, a mi entender, es la evolución de su construcción, el plano del nuevo Pilar (una auténtica joya en color) y la descripción detallada del mismo, con las medidas de cada elemento y el material que se utilizaría para cada parte de esta construcción. La pormenorizada descripción junto con el plano a escala permitiría hoy en día construir de nuevo el mismo Pilar que se destruyó en los primeros años 60. Un lujazo que esto se conserve en nuestro archivo.
Su construcción, por otro lado, fue toda una odisea pues hubo tantos problemas con ella que incluso hubo que demolerlo entero y levantarlo de nuevo. En fin, de todo ello se habla con detalle en el libro con una entretenida narración.
Yo, cuando nací, el Pilar ya no existía. Tan solo quedaba el edificio (renovado) en que se alojaba el pozo (aún), pero uno ha escuchado tantas referencias sobre este lugar emblemático pedroñero (que encima salió en una película candidata a los Oscars) que se tiene la impresión de haber estado allí alguna vez, mirando de dar agua a las mulas, viendo a las mujeres llenar sus cántaros en los grifos o viendo cómo una punta de ganado se acercaba hasta el abrevadero exento y cercano a las pilas hasta el que llegaban las pasaderas de piedra, que cruzaban de un lado a otro para salvar el charco que allí se formaba, y así uno no se mojara los pies.
Si se demoliese el viejo mercado, como al parecer ocurrirá muy pronto, ¿cabría la posibilidad de levantarlo en ese espacio como recuerdo? ¿Valdría la pena?
Todo esto y mucho más en este libro
(hasta agotar existencias, ya sabes)
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