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domingo, 27 de diciembre de 2020

El agua y la fijación de términos: El Provencio (Cuenca): Con Pedroñeras de fondo


por Ignacio de la Rosa Ferrer



Cuando había que delimitar los términos en la llanura cualquier cosa valía: un árbol -y la carrasca es el prototipo (especialmente en el amojonamiento de 1445 de San Clemente, que va de carrasca en carrasca)-, un villarejo (o poblado ya deshabitado), cualquier referencia a mitad de los caminos o un alto que se hacía pasar por cerro, desde donde se atalayaba el horizonte infinito de la llanura manchega. 

Las peñas, simples peñascos, eran señales inamovibles que marcaban los términos; el mojón de Peña Parda, marcaba de forma peculiar los términos de Santiago, El Robledillo y San Clemente 

porque debaxo del dicho mojón ha de está una cruz fecha en la peña que la tenían fecha los de Santiago e de San Clemente por señal de mojón e después lo hizieron ençima un mojón de cal y canto 

Los mojones señalaban cruces de caminos, como la cruz de la que partían los caminos hacia San Clemente y Santa María del Campo, por una parte, y los caminos hacia Perona y La Alberca, por otro. Incluso había nombres chocantes como el Foradillo del Gato, entre San Clemente y La Alberca. 

Pero, sobre todo, el elemento que definía las fronteras era el agua. Los ríos marcaban mojoneras, pero eran los pozos los que marcaban los hitos de señalización. Los pozos eran reclamos para los pastores, abrevaderos para las bestias de labor e invitaciones para nuevas formas de poblamiento. Las primeras formas de asentamiento en los altozanos, desde donde se oteaba el horizonte de unas tierras, víctimas de las razias, dieron paso a núcleos habitados en la llanura en torno a los pozos. La mayoría fracasaron pues los pozos se secaban gran parte del año, pero eran puntos neurálgicos desde los que, tras un primer asentamiento, se ocupaba el espacio agrario. De la roturación de los campos nacían nuevos límites, ya sí pintados por los hombres. Los pozos eran puntos de encuentro y de sociabilidad, pero también de rivalidad. Cinco pozos definieron en 1559 los límites de San Clemente. 

el pozo de Perona y el pozo del Aguadulçe que es en la nava el Cobo y el poço prinçipal de Sysante y el poço de la cabeçuela que se dize Pozoamargo e el poço prinçipal de la villa de Minaya 

De cuatro de esos pozos tenemos la seguridad que dieron lugar a poblaciones con más o menos fortuna en su desarrollo histórico, y nos queda la duda si el pozo de Aguadulce se confunde o no con el pozo Duz o Duce, que nos aparece en los primeros mapas topográficos del siglo XIX. En torno a este pozo, no obstante, hay demasiadas huellas de jurisdicción: molinos del concejo, rollo de Santiago, mojón de Cerro el Rubielo o más arriba el de Peña Parda. Es deducible que el Pozo de Aguadulce diera lugar a la población de Santiago el Quebrado

Los límites pretendidos por El Provencio en las probanzas, hacia 1540, que se ajustan en parte a los antiguos límites de Alcaraz después de 1318 (sin saber qué hacer con el donadío de Santiago de la Torre) es un ir de aquí para allá entre cerros y pozos, mediando algún villar, o despoblado, como el de Guillamón (cerca de los Calderones) y algún otro árbol emblemático como la carrasca del Milano 

primeramente por un mojón que está ençima del rrío Záncara ençima del prado Ancho e dende ay al çerro don Sancho que dizen la Camarilla y de ay al Rruvielo que está ençima del monte de Santiago y de ay al mojón que dizen la peña Parda y de ay a la atalayuela de Majara Hollín y de ay a la cabeça Málaga y de ay al poço del Arenal e de ay al villar de Guillamón e de ay al pozo Seco e de ay al pozo de Minaya e de ay al çerro Espartoso e de ay a la carrasca del Milano e de ay la mojonera adelante de Alcaraz hasta tornar al rrío de Záncara 

Las Relaciones Topográficas nos describen El Provencio como villa abundante en pozos y es buena de beber y estos pozos están a doce o trece estados de hondos [5]. Las referencias a un Pozo Viejo y a un Pozo Nuevo, vienen acompañadas de referencias a otros pozos menores. Por su importancia destaca el Pozo del Arenal, un hito en las rutas de los ganados, pero que avanzado el siglo XVI se había perdido la memoria de su ubicación. 

El Pozo Arenal no es sino denominación particular de esos otros de las Saleguillas, que provencianos y sanclementinos colocaban media legua más acá o más allá, y que ahora se quiere ubicar en medio de las viñas de San Clemente con ánimo de recordar al vecino las propias aspiraciones territoriales, cuando no se sueña con los nuevos límites en el Pozo de Minaya o el Pozo Seco, que lejos de aspiraciones reales territoriales, lo que demuestran es una tierra de nadie, aún no ganada para la agricultura. El Pozo del Arenal nos describe un suelo arenoso, que será propicio para el cultivo de viñas, al igual que el llamado Pozo Seco, que se nos dice que está en un arenal, en el camino de San Clemente a La Roda. Y es que muchos de estos pozos fueron experimentos fallidos, donde no se encontró agua, como fallidos fueron los intentos de nuevos núcleos de población. 

Entre los pozos destaca uno: el Pozo de la Señora, junto a la Atalayuela, en el vértice sur del límite de La Alberca, a media legua de esta villa, en el camino que bajaba a El Provencio; no era pozo sino fuente, donde se encontraban los moradores de los pueblos comarcanos. Un barranco, en el que crecía un juncal. Era más la fama de su agua, que su calidad, algo gordilla y como salobre, o su utilidad. Su popularidad venía de ser punto de encuentro de los vecinos comarcanos. De su agua, quizás obligados por la sed, gustaban beber los hombres; era sacada con calderos del fondo, pero era completamente inservible para los ganados, pues no tenía dornajos. 

el pozo de la Señora que podrá aver treynta años era una fontezuela de agua en que después podría aver quinze o veynte años lo vido fecho pozo e fecho e edificado pozo donde estava la dicha fuente e que el dicho pozo es de agua muy buena que se aprovechan de la dicha agua asy los labradores que labran las heredades de la comarca como los ganaderos que por allí andan 

Cercanos al Pozo de la Señora había otros, como el Pozo de Rus o el Pozo de los Frailes. Cuando no terrenos encharcados que servían de abrevaderos a los ganados como los Charquillos del arroyo Viejo o de Majara Hollín. Aunque no era el agua del Pozo de la Señora lo que atraía a los hombres de la época. Un mojón próximo de atocha y tierra anunciaba los montes de La Alberca. Hasta allí acudían los vecinos de la comarca en busca de bellotas. Pero el concejo de La Alberca ponía guardas propios para vigilar las carrascas desde el día de San Bartolomé hasta el día de Todos los Santos, fecha en que se desvedaba la bellota. 

No siempre los pozos eran lugar de encuentro, a veces lo eran de desencuentro y de crímenes. En el Pozo Dulce, que marcaba frontera entre Santiago y San Clemente, obviando los derechos de El Provencio, un vecino de Las Mesas ahogó a su mujer. La víctima quedó flotando en el pozo con la cabeza recostada en término de San Clemente, que reclamó el cuerpo inerte para sí. Otras veces los encuentros eran indeseados. Como el que tuvo que afrontar el alguacil sanclementino Sandoval, cuando sorprendió en el Pozo de las Saleguillas a un joven provenciano, un hijo de un tal Perea, acariciando a un joven pastor de Diego Caballón, llamado Gómez Barbero. 

A la altura de 1540, los pozos estaban secos, por el desarrollo agrario y los viñedos. Los hombres buscaban con ansiedad el agua. Se cavaban grandes barrancos, que cuando llovía se convertían en lavajos. Se llegaba a cavar a profundidades de doce o trece estados de profundidad, unos veinte metros, tal como hicieron los nuevos pobladores de la fallida Villanueva de la Reina. No siempre con el resultado esperado.

Continuará...

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