Sé que el amor por la lectura, por los libros, no es una de las virtudes que defina a los pedroñeros. Es así, en general (aunque también hay excepciones). No tenemos que rasgarnos las vestiduras por ello. Pero comprenderéis que yo estoy en mi deber de fomentarla. Divulgo, doy a conocer o publicito (como queráis) los libros de otros autores: en mis clases y en mi vida; y no con menos ahínco lo hago con los míos. Sobre todo en la Red, porque me corto bastante (por no sé qué complejos o miramientos) de defender lo que uno escribe en el tú a tú, en las conversación con compañeros, con amigos e incluso con familiares. Teme uno dar la impresión de estar simplemente interesado en vender (palabra maldita) sus productos. Y uno, que es así, en lo último que quiere convertirse o parecer es un vendedor ambulante (ese típico vendedor de biblias o enciclopedias). Dios me libre.
Quizá sea por eso de no comprometer a nadie en su adquisición. Es lo más probable. Toda adquisición supone una compra, y la compra supone dar dinero. Y el dinero quizá uno lo quiera gastar en otra cosa. Así que es ley de vida no hablar de tus libros nunca, bajo ningún concepto (sería un acto de vanidad y de falta de educación). Ni si quiera con tu familia o amigos; a no ser que sean ellos los que inicien la conversación y den pie o se animen a comentarlos. Suele ser, no obstante, tema tabú. No hables nunca de los libros de tus conocidos cuando el autor esté delante. Lo tengo comprobado. Todos callan: nada que decir, que comentar, nada que alabar, que preguntar... porque nadie quiere soltar un duro, aunque el precio del libro sea una miseria. ¡Con lo que uno ha gastado en libros! En fin, amigos son los que te compran los libros, me dijo un amigo escritor. Será una ley tácita entre escritores. Nada sé de eso. No lo tengo por oficio y sí por vicio o servicio, o simple afición o distracción. En el recreo de su vida, uno se dedica a escribir ("mientras descansas, machacas granzas", como se decía). Y que conste que esto no tiene nada de queja, sino de una constatación de un hecho comprobado.
De todas formas, yo los publico de buena fe, os lo prometo, doy todo lo que tengo (o lo que sé) en ellos y salen como salen: unos los disfrutarán y otros pues imagino que los denostarán aun sin haberlos hojeado. Cada uno es cada uno (y tiene sus cadaunadas) y el mayor desprecio es no hacer aprecido. Es ley de vida.
Así que a uno, con esa especie de "anonimato" o distancia que da esto de Internet, pues no le queda otra que servirse de este medio para promover lo que cree fundadamente que es bueno para su comunidad: la lectura (también, cómo no, la de sus libros propios, que para eso los hace, para que se lean, ya que se ha pasado uno las horas muertas con el teclado bajo las manos).
Los que adquiristeis ese libro mío de microrrelatos llamado Basura Espacial, habréis aprendido cuáles son las bases o fundamentos de mi escritura. En una línea semejante, aunque no idéntica (los relatos han tendido a ser más extensos) camina este Cosas en los bolsillos, cuyas características os expongo a continuación:
Páginas del libro: 288
Relatos incluidos: 160
Precio: 13 euros (una ruina; lo sé)
Y eso es todo, amigos. Medio en broma me dio en serio, por aquí os dejo mi propuesta. Se han impreso 50 ejemplares. Quien quiera alguno, solo tiene que decírmelo. Yo le estaré agradecido. Un saludo a todos, mis improbables lectores.
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