por Pedro Sotos Gabaldón
Ocurre cuando visito mi patria chica y al transponer la última colina del camino por el que viajo y diviso en la lejanía el campanario de la torre de mi lugar magestuosamente en el horizonte, cortando el viento, echándoselo a la espalda, levantando a los gorriones que, revoloteando entre los lugareños andan. Mi añoranza se hace infinita y de mi garganta brota una plegaria de melancolía y sentimiento.
Como dijo un sabio poeta en este cantar:
CAMPANA DE MI LUGAR,
TÚ ME QUIERES BIEN DE VERAS;
CANTASTE CUANDO NACÍ,
LLORARÁS CUANDO ME MUERA.
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