por Fabián Castillo Molina
La importancia de comer en años de escasez y en tiempos de abundancia, y algo más
El manojo de espárragos
Narración de Isidora Pérez Araque:
Había traído del campo, de rebusca, un
manojete de espárragos trigueros que los abarcaba bien con una mano aunque no
era mu grande; la mano, digo. Y me dice mi madre, pobrecita mía: Hija, llévalos
anca la hermana Bonifacia, que vivía pegando anca Careto, que tenía tienda, y
era tía de mi madre; dice, vas y los llevas porque algo te dará. Porque por
esto, ¿qué vas a pedir? Llego y digo:
—¡Hermana…!
—¿Ánde
vas, hermosona?, me contesta.
—Que
ha dicho mi madre que le traiga a usté estos espárragos.
Y dice:
—¿Qué
te ha dicho tu madre que te dé?
—No
me ha dicho na más que le deje a usté estos espárragos.
—Dile
a tu madre que muchas gracias.
Porque era sobrina de ella mi madre. Llego a
mi casa y dice mi madre:
—
¿Qué te ha dao?.
Y digo:
—
Me ha dicho que gracias.
Y responde:
—
¿Con eso vamos a comer?
Dice:
—
Arrea ahora mismo a por ellos.
Tú date cuenta. Allá hecha una desgraciá,
allá va la Isidora. y dice la Bonifacia:
—¿Ánde
vas, hermosa, otra vez?
Digo:
—
Que ha dicho madre que aquí no era.
Y dice:
—
Ay, hija mía, pos ahí están.
Vuelvo a mi casa con los espárragos, me coge
y me manda anca una que le decían la Camila, que se casó con un Guardeja y era
sobrina del tío Venus, que tenían horno por allí abajo. Y mi madre me repasó a
ver si me daban unas pocas guijas, una poca harina, lentejas u algo. Y to lo
que me iba diciendo mi madre, cuando llegué:
—¡Hemana!
—¿Pos ánde vas, hermosona?
(¡Ay la hermosona del copón! Digo entre mí)
—Que
ha dicho mi madre que le traiga estos poquitos espárragos.
Y dice la hermana:
—¡Ay, hija mía! Los voy a hacer esta noche con unos huevos fritos y unas lonchejas de
magro. Y dice:
—¿Qué
te ha dicho tu madre que te dé?
—Que
me dé usté unas pocas lentejas, que me dé usté una poca harina, que me dé usté
unas guijas, unos garbanzos…
Y de to lo que le dije, de to me dio. Se
conoce que le gustaban mucho los espárragos. Me dio de to la hermana Camila. Y
dice:
—
Dile a tu madre, que cuando tengáis más, me los traigas.
Y le digo:
—
Si, señora, otra vez que busquemos, se los traigo a usté.
Y otro caso distinto:
Tuvimos que vivilo pa sabelo, porque una cosa es decilo y otra pasalo. Porque eso de que fuéramos, las dos hermanas, a pedir pa mi prima Isabel, la de mi tía Podruana, a esa sí la conocías. Bueno, pos esa, que entonces era mu pequeña, no hacía mucho que había acabado la guerra y ella había nacido en el 39; pues íbamos con la chica… porque entonces a su madre le quitaron el horno y to ese plan… que aquello fue una historia. Pues íbamos las tres a pedir un poquito de harina pa hacele unas papillas a la chica. Y vamos anca el Cantarero, que a ese también lo habrás oído nombrar. Bueno, vamos a pedir allí, y sale una que se llamaba Carmen, que la otra se llamaba Paula y vivía en Santa María de los Llanos, pegando a La Mota, bueno, entre el Pernoso y la Mota. Total, que vamos a pedir y sale la Carmen que era joven, y sale con tres rebanás de pan y nos pregunta que de quién somos; y dijimos de quien éramos. (se emociona al contarlo Isidora)… y nos dio así en las manos y nos dijo:
—Tenís vergüenza de arrimaros aquí a pedir, siendo hijas de quien sois, y dijo, con to lo que habís robau.
Y contesté:
—Por eso, como tanto hemos robau, por eso tenemos que venir a pedir. Eso es lo que hemos robau.
Decían que teníamos tres kilos de billetes en una espuerta y un capacho de oro. Yo lo pasé to, más u tanto como mi madre. Porque claro yo era la mayor y a to las cosas me mandaba mi madre, a dar la cara: “Vas y dices. Vas y dices”
Capítulos anteriores:
Capítulo 1: De coger bellota
Capítulo 2: Sin bautizo no hay cartilla
Capítulo 3: Las injusticias de entonces
—Tenís vergüenza de arrimaros aquí a pedir, siendo hijas de quien sois, y dijo, con to lo que habís robau.
Y contesté:
—Por eso, como tanto hemos robau, por eso tenemos que venir a pedir. Eso es lo que hemos robau.
Decían que teníamos tres kilos de billetes en una espuerta y un capacho de oro. Yo lo pasé to, más u tanto como mi madre. Porque claro yo era la mayor y a to las cosas me mandaba mi madre, a dar la cara: “Vas y dices. Vas y dices”
Capítulos anteriores:
Capítulo 1: De coger bellota
Capítulo 2: Sin bautizo no hay cartilla
Capítulo 3: Las injusticias de entonces
[Continuará...]
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