por Fabián Castillo Molina
Lo que voy a contar puede parecer un cuentecillo, pero no lo es. Me enteré de esta historia la semana pasada en Pedroñeras. Llegó a mí parte de ella a través de una sobrina del protagonista. Evencio Martínez se llamaba, y le pusieron ese nombre poco frecuente, según me contó ella, porque nació el día 3 de mayo, día de la evención de la Santa Cruz, según dijo que le decía su madre, hermana de Evencio.
Conservaba la sobrina como oro en paño, enmarcada y protegida tras un cristal, una carta de su tío, dirigida a sus padres, aunque realmente a quien se dirigía en la misma era a su madre. Esta carta era lo único tangible que de él quedaba. Evencio había nacido en Las Pedroñeras en 1918 y la carta estaba escrita en una cuartilla a doble cara con tinta de tintero y pluma, no estilográfica; fechada el 16 del 4 (o del 9, no está claro el número del mes) de 1938. Por tanto, Evencio tenía entonces 20 años. Se encontraba hospitalizado o en tratamiento de su mal en los balnearios de Valdeganga, que controlaba el bando republicano, cuando se aproximaba ya el final de la guerra civil.
Según cuenta la sobrina, casi todo el tiempo desde que lo incorporaron al frente estuvo enfermo. No hay más cartas, ni tampoco una foto. Por lo tanto, la carta, protegida así de su deterioro, la había colgado como un recuerdo sentimental valioso en la pared de una habitación donde por la tarde pegaba el sol un rato. Sin duda quería que la carta estuviera bien iluminada al menos durante alguna parte de los días luminosos. Poco a poco, el sol se había ido comiendo la tinta hasta no ser posible leer ya algunas palabras. Daba la impresión de que también la carta se estaba muriendo poco a poco. A la sobrina le costaba mucho entender lo que escribió su joven tío, aunque lo hacía en su mismo idioma. Solo podía distinguir alguna frase incompleta, por lo que desconocía realmente el contenido de la misiva. Por fin, este día, el sábado pasado, al mostrarme la carta enmarcada para ver si yo era capaz de entender lo escrito allí, tras escrutarla con cuidado, me di cuenta enseguida de que no era tarea fácil; pero observé que por la cara de atrás, al no haberle pegado el sol a la tinta, quizás podría tener algo que se leyera mejor, por tanto, opté por quitar el cristal, sacar la carta y comprobarlo. Hubo suerte, la media cuartilla escrita por el reverso conservaba la tinta como si acabara de escribirla, aunque habían pasado ya 77 años. A continuación transcribo su contenido literalmente salvo alguna mínima corrección puntual:
“Valdeganga a 16 del 4 del 1938
Queridos padres, me alegraré que a la llegada de esta se encuentren bien como yo para siempre de salud.
Madre, le escribo estas dos letras para que me diga y me ponga por qué no me escribe usted que no tengo carta ace ya 8 días que fue la que tuve antes de irse la Josefa y la Florencia que la tuve por la noche y yo ya llevo 4 cartas escritas así que a ver si me escribe pronto para que sepa de usted, así que ya con esta llevo 5 cartas y yo de usted no tengo ninguna, así que me escriben lo antes que puedan para saber de ustedes, así que, madre, a ver con quién me pueden mandar un par de alpargatas que ya me ace mucha falta, y si no me las mandan dentro de 6 días, no me las mande porque no estaré aquí, así que si tiene con quien me lo manda usted, me lo mandan pronto y me escribe pronto y me manda si puede pan, que me hace también falta para comer, así que sin nada más que recuerdos para toda la familia y primos y primas y tíos y tías y mis hermanos y hermanas, y usted lo que quiera de su hijo que lo es
Evencio Martinez.”
Poco después de acabada la guerra lo trajeron al pueblo, empeorado de salud, y murió con 21 años. En el cementerio donde ahora está el parque descansan sus restos.
La dueña de la carta te agradece tú interés y esta publicación para recordar a su tío Evencio. Se alegra mucho. Un beso tío.
ResponderEliminarAlejandra
La dueña de la carta te agradece tú interés y esta publicación para recordar a su tío Evencio. Se alegra mucho. Un beso tío.
ResponderEliminarAlejandra