Las sombras más largas
por Fabián Castillo Molina
Aquel 21 de diciembre de 2015, iba a ser el día más corto del año, pero con las sombras más largas que se habían visto desde el año anterior sobre Las Pedroñeras; era el llamado solsticio de invierno. El sol permanente sin nubes, que lucía desde que sus primeros rayos, iluminaron los tejados, las calles y plazas del pueblo y la ausencia de viento habían ido templado el ambiente según avanzaba el día. El proyecto de unir por una vez fraternalmente a todos los vecinos con sus mejores sentimientos suponía que una comunidad de más de 7.000 almas iban a pensar y actuar en favor de algo que siempre, íntimamente, les hubiera gustado ver hecho realidad.
La sombra de la
torre y la iglesia, la mayor sombra del pueblo, fue girando a medida que el sol
avanzaba, elevándose y describiendo su curva sobre el horizonte. Las superficies
de los tejados, aceras y fachadas de las
casas mantenían el hielo de la noche hasta que el sol incidía
directamente sobre ellas. Así, los habitantes del pueblo, en su quehacer
de la mañana, buscaban de manera natural el sol, como los gatos y, no
reparaban en la sombra larga y silenciosa que sus cuerpos proyectaban allá donde quiera que
fueran. Todos los animales y plantas igualmente tenían al lado su
sombra quieta y silenciosa, o en movimiento según los casos,
si se desplazaban o se movían los cuerpos opacos. Actuaba la sombra
como quien se burla de alguien repitiendo sus movimientos o sus acciones (lo
que se llama en el pueblo “arrendar”). Hasta el
humo de las chimeneas si era denso proyectaba su sombra.
Dos horas antes de
la puesta de sol, comenzó a moverse la gente por el lugar como el
trasiego de las hormigas en agosto un día que
amenaza lluvia. Cada persona llevaba por compañera
inseparable su sombra silenciosa, condición que habían tenido en cuenta los ideólogos de
aquella gran movilización nunca experimentada hasta la fecha.
Se habían advertido, a través de WhatsApp y entre los distintos
grupos de Facebook que convivían en Pedroñeras, varias
condiciones para participar y normas a seguir durante aquella tarde: El lema de
la manifestación sería UN MUNDO MEJOR ES POSIBLE. Entre otras acciones figuraban
la de no mover coches ni vehículo alguno de motor. Libertad total de
expresión mediante pancartas, en cuanto a dimensiones y contenidos.
Libertad para ir provistos de instrumentos musicales quien así lo deseara, así como de otros medios para producir música, que no ruido ni “cencerrá”. Así se veían ya jóvenes con tambores y cornetas subiendo la Cuesta los Hitos y
enfilando la carretera hacia Madrid. Se había previsto
empezar a situarse en fila india en el arcén, desde la
cuesta del toro de Osborne próxima al Pedernoso hacia Pedroñeras. Debían guardar una separación entre personas no inferior a un metro, de forma que extendiendo
los brazos pudieran tocarse con las yemas de los dedos y en su caso enlazar las
manos en algunos momentos y, siempre mirando hacia el centro de la calzada, de
manera que cada persona pudiera ver en todo momento cómo crecía su sombra a medida que el sol fuera bajando hasta ponerse.
Al conocerse
la noticia de esta iniciativa se comentaba: —¿De quién ha salido esta idea? —De un grupo de Facebook. —Sí, pero de cuál?. —Qué importa del que sea si es buena, dijo alguien. Se extendió por WhatsApp y se produjo espontáneamente una
reacción de resistencia a participar por parte de los que no la habían tenido y, como era habitual en la división de opinión política y de
otra índole, lo que les parecía bien a unos les parecía todo lo contrario a los otros. No faltó quien dijo
sin pensarlo: —¡Aique los de la manifestación!…¿A quién se le habrá “ocurrío” esta “tontá”? Pero la verdad era que
había poco tiempo y era necesario debatir si se unían o no y, tomar una decisión. La fecha
era inaplazable. Eran varios grupos en disputa, Los jóvenes, los
menos jóvenes, políticos y apolíticos,
partidarios de movilizaciones y los que nunca habían estado en
ninguna, los religiosos y agnósticos, monárquicos y
republicanos, pedroñeros y forasteros, españoles y extranjeros. En tan poco tiempo
como tenían para pensarlo, dos días, se habló mucho del
asunto, era la ocasión, la previsión meteorológica había advertido día soleado
seguro. Hubo tiras y aflojas. Sí, pero no…, que si tú que si yo…, que si esto no sirve pa naaa… Hubo
momentos de discusiones acaloradas y tensión en algunos
corrillos, pero finalmente la balanza se inclinó a favor de
la participación masiva. En definitiva, el objetivo le gustaba a la inmensa mayoría. ¿Quién rechaza un mundo mejor por difícil que sea?
Las sombras de los
motoristas avanzaban mucho más rápido por la
carretera en el mismo sentido que las de los manifestantes, así ellos iban y volvían, dando de vez en cuando indicaciones
para que mantuvieran una distancia prudencial dentro del arcén sin sobrepasar las balizas, ni pisar la calzada por donde de vez
en cuando transitaba algún vehículo en su
ruta ajena al acontecimiento. La prensa local también desplazó a su fotógrafas y redactores para hacerse eco del
evento, igual que hizo RTVCM con un cámara y una redactora.
Un cuarto de hora
antes de ponerse el sol, los más de 7 kilómetros que
separaban la Cuesta los Hitos de la salida de
Pedroñeras hacia Albacete de la entrada al Pedernoso se había cubierto de una larguísima fila de pedroñeras y pedroñeros de toda edad y condición. En los tramos más alejados del pueblo redoblaban tambores
y cornetas sin maestro que los dirigiera puesto que del primero al último no era visible el director ya que además se habían ido uniendo los componentes de los
diferentes grupos de estas bandas. También los músicos de la banda municipal, igualmente sin maestro, tocaban por
su cuenta una marcha pero a pie quieto.
Charangas, grupos de peñas festivas y cofradías mezclados
en muchos casos con otros no pertenecientes a ninguna agrupación pero sí solidarios con lo que allí se pedía, estaban presentes y seguían con
naturalidad las normas pactadas. Pancartas caseras de todo tamaño y color con mensajes tan variados como deseables podían leerse como, NO a las
guerras, No a los accidentes de tráfico. Basta
ya de crimen pasional y de parejas. Alto a la precariedad laboral. Ética y transparencia para todos. Contra la corrupción bolsillos de cristal. Contra el hambre, solidaridad del mundo
rico. Trabajo infantil No, Educación sí, libre
y gratuita. El trabajo para adultos que lo piden y al que tienen derecho. Más investigación contra el cáncer. Atención y presupuesto para las enfermedades raras. Por un trabajo digno
y a medida de la preparación y el gusto de cada uno. Amor libre sí, prostitución NO…Fin de las
mafias ya. No al tráfico de personas. Un mundo sin fronteras.
No a la explotación del hombre por el hombre. Contra el
cambio climático y el deshielo polar…Por el fin
del calentamiento global. Había algunas pancartas que se salían un poco de la seriedad, daban su nota alegre y jovial como la
que decía: “Lo de gastos militares para birras en los bares”. Contra las drogas, alternativas lúcidas y sanas…, pero
nadie llamó la atención a nadie y la libertad de expresión y los buenos sentimientos se manifestaron sin temores.
Escasos minutos
antes de la puesta de sol, todos estos y otros mensajes los estuvo grabando, en alta definición, un dron
alquilado para el acontecimiento, así como a todas las personas que los
portaban. Recorrió a una altura prudencial la carretera en todo el trayecto donde los
manifestantes, enlazadas sus manos formando una cadena sin distinción de edad ni de color, miraban hacia sus largas sombras, las más largas que se proyectaban de manera natural cada año este
preciso día. Se les había advertido a los operadores del dron que
pusieran especial atención en captar las sombras, así lo hicieron y, así pudo verse luego cómo traspasaban carretera y arcén y se
extendían a campo abierto. Nunca había pasado por
su cabeza que estas sombras y sus portadores pudieran ser la causa de unirlos
en una petición tan unánime y deseable.
A las personas
mayores o con dificultades para desplazarse se les había reservado todo el trayecto del “desvíe” más cercano que bordea en curva el pueblo y así el tiempo menor y el esfuerzo que debían dedicar a
este acto les permitía también
compartirlo. Hasta un buen número de madres y padres con sus niños en brazos o en sus cochecillos de bebés se dieron
cita en las proximidades entre El
Pepito, El Castilla y El Bomba. Solo faltaron
en la inmensa columna las personas imposibilitadas, por encontrarse
enfermas en cama y las que cuidaban de ellas.
Los móviles en manos de hombres y mujeres de todas las edades estuvieron
activos y fueron los que movilizaron también a
simpatizantes de la idea en El Pedernoso, Mota del Cuervo, Quintanar… y así
hasta Pinto; por tanto la noticia llegó a la capital y diversos medios de formación de masas se hicieron eco del acontecimiento pedroñero.
El tiempo de espera
para los menos jóvenes no fue mucho y mientras tanto había conversación entre vecinos. Uno recordó y dijo al
de al lado la frase que repetía incansable el hermano Gabino Moya en la última fase de su vida: —“Que coma to´l mundo, Virgen del Carmen”.
El apoyo a la
organización por parte de los voluntarios de Protección Civil funcionó óptimamente. Las autoridades y policía se
mantuvieron al margen, ya que en la carretera, la Guardia Civil de Tráfico era quien tenía la responsabilidad de mantener el
orden, sin embargo acudieron a título particular cada uno como uno más.
Cuando el sol inició su contacto con la tierra, el tráfico cesó en ambos sentidos. Todas las músicas y
voces pararon, también se silenciaron los teléfonos, se guardó un minuto de silencio riguroso. Entonces
el lema de la manifestación, las peticiones y deseos de todas las
personas que participaban se unieron, creando un momento mágico difícil de explicar con palabras. Al terminar
los sesenta segundos que muchos seguían en el cronómetro del móvil hubo un aplauso cerrado que se prolongó más de lo que nunca habían escuchado muchos de los allí presentes. El tráfico ya se había reanudado
y los conductores y viajeros miraban extrañados el comportamiento
de la gente de la Capital del Ajo. Mientras tanto, después del minuto de silencio, ya oculto el sol, el dron había dado la última pasada y aterrizó en el helipuerto del Polígono
Industrial Horado Blanco. Al terminar los aplausos, alegres, tocaron las campanas de la torre y
en el recorrido de vuelta hacia el pueblo ya anocheciendo, las músicas irregulares de algunos de los participantes acompañaban a los más rezagados mientras regresaban al pueblo ya sin sombra salvo la
que producía la luz de los faros de los vehículos.
Fabián Castillo Molina
Irreal pero precioso!!! ?y si ocurriera?. Se podría intentar...
ResponderEliminarSí, se podría intentar con muchos propósitos, pero el resultado sería probablemente algo que no gustaría a una parte que no se uniría al proyecto, salvo que el objetivo de verdad afectara a todos por igual. Está por ver
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